No vemos las cosas como son, las vemos como somos, dice la frase casi casi esotérica del hindú Jiddu Krishnamurti, que estaba muy pero muy lejos de entender lo que hacen los algoritmos en nuestros celulares, tabletas y computadoras. Pero esa frase sintetiza como algunos electores están encerrados en sus propios micro universos, que reconcentran la forma cómo ven la realidad; y esto se genera especialmente en las percepciones que tenemos sobre algo tan apasionante como es la política y las alecciones.
La especie humana está acostumbrada a agruparse, primero en la familia y luego con aquellas personas que creen, piensan o tienen intereses similares a los nuestros. Lo que hace que la especie humana sea gregaria. El primer logo de Twitter, un pájaro, era eso justamente, los pájaros se unen con los de su misma especie y se acompañan y trinan y viajan juntos. Como ocurre en el comportamiento de distintas especies en la naturaleza.
En el libro de Andrés Oppenheimer, “Sálvense quien pueda”, hay un capítulo dedicado a lo que está sucediendo en el mundo de las noticias y la forma como nos estamos informando. El escritor advierte que se están generando burbujas informativas. Somos víctimas de un algoritmo complaciente, que ubica nuestros intereses y deseos y nos envía más datos o informes de eso que queremos. Es decir, sólo estamos escuchando, viendo y leyendo aquello que nos complace.
Como dice Oppenheimer, estamos ante el uso generalizado de programas de micro direccionamiento de las noticias según el nivel económico del barrio donde vivimos y nuestro historial de lectura en línea.
El resultado son micro sociedades encerradas en sí mismas. El algoritmo nos manda noticias muy personalizadas, en un sistema de micro direccionamiento que opera cuando consumimos la información política y electoral. Por ejemplo, si tienes simpatía por el presidente López Obrador, te manda más información que te complace en esa línea; en cambio, si eres una persona que está en contra del presidente, el algoritmo te estará enviando información sólo de esa preferencia.
Con ese consumo informativo se suele interpretar la realidad. A los algoritmos no les interesa mostrarte la verdad, sino que pases el mayor tiempo en pantalla con aquello que tanto te complace. Y obviamente puedes confundir esa micro realidad con la realidad.
En nuestros aparatos móviles: Facebook, Google, Twitter o TikTok son los principales canales de noticias en el mundo, y cada vez perfeccionan la manera en cómo nos saturan de reportes cada vez más individualizados a nuestra complacencia. Lo mismo aplica para las aficiones, las adiciones, etcétera.
Con estas nuevas herramientas las pasiones políticas se desbordan y se evita prestar atención a la otra realidad. Reemplazamos la verdad con aquello que nos complace; y esta conducta se ve reforzada por un mundo en donde el discurso dominante, es que hasta los deseos individuales son derechos y se omite hablar de responsabilidades.
Pero como bien dijo la filósofa Rusa Ayn Rand: “Puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad”.
Cuando sale un buen estudio de opinión que contradice los deseos o creencias de una campaña electoral, se deben tomar medidas; de nada sirven las excusas o señalar culpables. Nunca como ahora se debe tener conciencia de este factor que alimenta la información que recibes todos los días, a través de algoritmos complacientes, muy parecidos a los de tus seguidores y a los de tu equipo.
Si no quieres ser víctima del algoritmo, empieza por ver más allá de tu entorno.
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