Toda acción de progreso debe ir encaminada al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la tecnología. Igual pasa con la economía y el poder político, todo debe ser para el bien común presente y futuro no solo por el momento.
“El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que ella es”.
Albert Camus
Néstor Roulet decía: “El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Y desde luego que podemos encontrar en la literatura mucho escrito sobre los errores y sus consecuencias sobre la bondad, incluso, de cometer errores, sobre los resultados positivos que generan los errores, pero todo lo bueno que dejan los errores es porque el que los comete aprende de ellos y no los repite o porque son errores involuntarios que suceden al tratar de hacer algo bueno.
Pues hoy estamos los seres humanos ante la gran oportunidad de aprender algo positivo gracias a la pandemia del coronavirus y es importante tener bien clara la lección de vida que estamos viviendo para corregir el rumbo y ser más humanos, ser más solidarios y ser más empáticos con el Mundo. El hombre es un ser libre, la libertad es el don más preciado del ser humano. El ser humano es libre de modo esencial y natural. Pero el ser humano no ha aprendido que libertad es saber decidir; pero también es darse cuenta que está decidiendo. Todo acto humano tiene una consecuencia.
Nosotros los seres humanos a través de la historia nos hemos equivocado al buscar “una vida mejor” al buscar “una vida más cómoda y fácil”. Hemos sido capaces de tener progreso; pero igualmente hemos sido capaces de destruir. Por ambición de poder, por ambición económica o por ambición de querer ser como dioses no hemos sido capaces de medir las consecuencias. No hemos acabado de entender que en la Tierra hay muchas formas de vida y que todas esas formas de vida tienen que coexistir de manera ordena, sincronizada y en equilibrio.
Ahora bien, al ir rompiendo ese equilibrio de vida generamos complicaciones que a los primeros que afectan son a los seres humanos, generamos cambios en el entorno de vida que para nosotros es difícil adaptarnos por el tiempo que tarda nuestra evolución natural en hacerlo. Nos volvemos depredadores del mundo y con el tiempo pagamos las consecuencias. Y tenemos por ejemplo lo que ahora se ha extendido en la conciencia de que muchas de las denominadas calamidades naturales no lo son tanto, sino que constituyen fenómenos vinculados al sistema social y favorecido por la acción humana. Sería el caso de las inundaciones derivadas de la excesiva urbanización de las cuencas fluviales, o las sequías propiciadas por la deforestación y el calentamiento global.
Es por eso que hoy tenemos la oportunidad de corregir los errores que hemos cometido. Dejar de pisotear al ser humano, dejar de pisotear al reino animal y vegetal, dejar de jugar al todo poderoso, aprovechar los avances para nuestro servicio, toda acción de progreso debe ir encamina al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la tecnología. Igual pasa con la economía y el poder político, todo debe ser para el bien común presente y futuro no sólo por el momento.
Bienvenidos sean los progresos técnicos cuando estos contribuyan, en efecto, a mejorar la vida humana. Nunca ha sido tan urgente, en consecuencia, la tarea filosófica de pensar la propia naturaleza humana. Será esto lo que nos permitirá aplicar con criterio las tecnologías en el orden de la terapia y el cultivo. Pero aclaremos: la continuidad de la vida humana ha de entenderse como continuidad de una vida “propiamente humana”.
El hombre es un ser social, o sea que el hombre necesita de la interacción con otras personas para desarrollarse, para crecer y para vivir. Y la mejor institución que ha creado el hombre para lograrlo ha sido la familia, pero también el hombre ha dejado atrás a la familia en muchas de sus acciones. Hemos olvidado vivir en familia y sociedad, hemos olvidado la solidaridad humana con otros humanos y con otros habitantes de la Tierra. Hoy para muchos el culto al IPhone, al coche, al dinero, al estatus y algunas cosas más nos han deshumanizado. Y cada una de estas miles de cosas materiales tiene sus leyes seculares como son la envidia sobre todas las cosas, el “yo, yo y después yo” principalmente. La insolidaridad.
La nueva oportunidad que se nos presenta en este momento no es un avance científico que ayude a curar enfermedades, no es un avance en la inmunología o en la creación de vacunas, es la oportunidad de prevenir enfermedades, prevenir desastres naturales, es la oportunidad de retomar la naturaleza humana centrados en la religión, en la vida ética y con las normas morales que deben dictar nuestra vida. Volver a ser seres humanos.
La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre debe tener una apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha. El hombre es por naturaleza y por vocación un ser religioso. El amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre. Las religiones pueden ser inspiradoras de humanización. Desde una óptica filosófica se ha planteado por la ética la definición de la naturaleza humana: Innatamente buena.
Los seres humanos tenemos cuatro características esenciales que nos diferencian de los animales son: la inteligencia, la libertad, el amor y la religiosidad. Y estas características son las que nos deben guiar en un camino hacia la felicidad, hacia la realización espiritual y material, pero siempre basados en la razón de nuestra existencia en el fin para el que fuimos creados. No hay vida propiamente humana sin las condiciones de posibilidad de la atribución de deberes, de libertad y lucidez propia de nuestro ser social y racional. La vida propiamente humana es una vida moral.
Llegó nuestro tiempo, no más egoísmo, no más ejercer el poder político, económico, laboral o social para beneficio propio, es el momento de las prioridades, las prioridades basadas en la igualdad de los seres humanos y el respeto a la vida en todas sus expresiones. Este coronavirus llegó para quedarse; pero no para dominarnos y hacernos perder nuestra condición de convivencia social, llegó a enseñar y nosotros ya aprendimos, nosotros seremos mejores y la vida cambiará.
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