En nuestros sistemas educativos, en nuestra sociedad tecnológica y consumista, en este mundo de excesiva rapidez, debemos reestructurar y organizar nuevos métodos, que sirvan para enseñar a pensar a nuestros jóvenes. Tenemos que inculcar a estas nuevas generaciones la importancia de la lectura. Transmitirles el encanto bellísimo de las palabras, que sepan explorar y disfrutar los nuevos mundos que conocerán en viajes por páginas que siempre nos están esperando para ser leídas. La lectura desarrolla el raciocinio, nos hace pensar, aumenta nuestros conocimientos y nos facilita, el diálogo. ¿Por qué debemos enseñarles a pensar? Las personas que se acostumbran a esto van a la raíz de todas las cuestiones básicas, tienen criterio propio, capacidad para discernir y son gente difícil de manipular.
En treinta y siete años de docencia he visto cómo los cambios sociales y políticos han influido considerablemente en la educación de toda la ciudadanía. Cada ciudadano, cada joven, es una persona y como tal debe educarse en su intimidad, en sus manifestaciones, en su libertad, en su capacidad para dialogar y, sobre todo, en su aptitud para darse a los demás. ¿Cómo se hace esto?
Para desarrollar la intimidad, se les habla de metas, removiéndoles para que piensen, educándoles en los sentimientos, proponiéndoles sus peculiaridades. Disciplinar sus manifestaciones conlleva a que aprecien lo que hacen, valorando sus pensamientos, proyectos, etc. Hay que instruirles para descubrir y observar patrones que ensalcen la cultura y el tono humano.
Para formar su libertad, hay que mostrarles sus capacidades para que señalen sus objetivos. Hay que proporcionarles normas hacia la auto-obediencia. Deben aprender a dominar sus impulsos.
Para educar su capacidad de diálogo, tenemos que ayudarles a explicarse, debemos escucharles e invitarles a expresarse, a hablar bien y a hacerse entender. Animarles a leer, a escribir y a preguntar siempre que les surjan dudas.
Por último, ¿cómo enseñar la capacidad para dar? Reforzando su voluntad, exhibiéndole la cultura, la belleza del mundo que les rodea. Haciéndoles comprender que se estudia para saber y servir a los demás. Las personas generosas son felices, mientras que las que buscan el poder son infelices.
Con estas pautas, mejoraremos en la reconstrucción de una sociedad más libre, más justa y más respetuosa en las ideas y en las creencias de sus ciudadanos.
En momentos de alboroto político, de tantas conductas discordantes y agresivas, deberíamos pararnos para pensar en las consecuencias que estas actitudes puedan tener en nuestros jóvenes. Es importantísimo formar a ciudadanos cultos, ciudadanos que piensen en el bien común. Una sociedad culta conlleva a una sociedad más libre, más justa, más solidaria más respetuosa con las ideas y creencias de los ciudadanos. No podemos permitir que en nuestra democracia se radicalicen posturas, no se lleguen a acuerdos entre partidos mayoritarios y se excluya la opinión de muchos ciudadanos. El pensamiento, el conocimiento, el diálogo y el respeto son la clave del progreso. Las descalificaciones, las obcecaciones, la falta de pensamiento, de comunicación y diálogo nos conducen al fracaso.
Sufrimos la esclavitud moderna en su complicada e ignorancia voluntaria, pero seguimos sin cambiar absolutamente nada. ¿Qué podemos hacer? intentemos ayudar a los que quieren escuchar, leer, reflexionar, pensar, investigar, aprender y regenerarse.
Decía un filósofo francés, Edgar Morín, “Los científicos, los políticos, los expertos no reflexionan sobre los acontecimientos, sobre la actualidad más allá de hoy; no leen: no tienen un pensamiento global. En tiempos pasados la filosofía servía a los políticos para reflexionar. Hoy día esto ya no existe”.
Una sociedad que permite a sus ciudadanos conseguir, con el mínimo esfuerzo, lo máximo, atropellando a quien se le ponga en su camino, utilizando medios no lícitos, a costa de lo que sea, nos hace pensar a más de uno que esto es una desfachatez.
¿En qué niveles de envilecimiento especulativo y moral está gran parte de nuestra sociedad? Nadie discute tan gran presunción, ante la aspereza propia de algunas ideas, debido al desencanto y engaño de nuestros dirigentes en sus programas electorales. Esto ha hecho que la ciudadanía tome posiciones.
Ciertamente, de una Nación, como la nuestra, que deja marchar a los ingenieros, científicos y técnicos muy bien formados, que indulta por doquier a los ladrones de cuello blanco y que valora la mediocridad del cotilleo televisivo ¿qué podemos esperar?
Señores políticos, dialoguen, sean respetuosos. Tengan en cuenta que ustedes son la imagen de nuestros jóvenes. Den ejemplo para que haya concordia y no enfrentamientos y falta de respeto. Miren hacia el futuro y olviden los fantasmas del pasado. ¡Hay tantos problemas cotidianos que resolver! No olviden que ustedes deben estar preparados y formados para dirigirnos.
El gran Leonardo de Vinci comentaba “dove si grida non è vera scienza”, donde se grita no hay buen conocimiento. Los gritos, las descalificaciones, ahora, no sirven para nada. Hay que dialogar, dialogar y dialogar, hasta la extenuación. Lo que está determinado es que todos debemos seguir juntos, valorando, respetando nuestras diferencias y, a la vez, nuestras semejanzas. La unión, como decían nuestros mayores, hace la fuerza.
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