Siempre es momento para presentar a Cristo, para llevarlo a la gente, para andar su camino, para crecer en su amistad, en sus palabras de verdad y de vida eterna.
Siempre es momento para la Iglesia en su conjunto, así como sus Sacerdotes, de ponerse en camino y liberar a los hombres de la prisión típica de la modernidad: el relativismo, el materialismo histérico, el egoísmo, el poder, la desesperanza. Para conducirlos al seguimiento, comunión y vida espiritual en Cristo, Hijo de Dios, que nos da la vida y la vida en la verdad.
El seguimiento a Cristo significa conversión y convertirse en Cristo, es ir detrás de Él, es asumir sus cualidades.
A la luz del Nuevo Testamento, cuando Jesús llama a sus cuatro primero apóstoles: Simón, Andrés, Santiago y Juan (Mc 1,14-20), no llama a gente ociosa, despreocupados de ordinarios, sino a gente trabajadora y responsable, incluyendo publicanos y pecadores, que se parecen a muchos hombres y mujeres de hoy que son bastante generosos para entregarse a una obra grande en la fe, en la caridad, en la esperanza. Posteriormente, llama a los demás apóstoles.
Jesús necesita a los doce apóstoles para organizar reuniones, para transferir sus enseñanzas, para multiplicar los signos de los milagros que realiza sobre las personas. También está proyectando su Iglesia y quiere darle una cabeza: ésta será el grupo de los apóstoles. Ellos van a ser en medio de los hombres los testigos de Jesús; para ese fin les enseña una manera de vivir y de convivir que servirá de modelo a la Iglesia.
Si profundizamos en la vida de los apóstoles, quedan manifiestas muchas cosas por la realidad humana. Sin embargo, su ejemplo de unión a Cristo, de quererse asemejar a Él, dejando que en su vida se manifestase, los llevó a abandonar las redes, a levantarse y seguirlo. Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres, corredentores, administradores de la gracia de Dios. (Mt 4,19)
Esto, ciertamente nos ayuda a reflexionar que Dios suele buscar instrumentos flacos, para que aparezca claramente que la obra es suya. Él mismo San Pablo tembloroso recuerda su vocación: después de todos se me apareció a mí, que vengo a ser como un abortivo, siendo el menor de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios.
También encontramos en los apóstoles características muy importantes, su atención al llamado, la escucha dócil y la confianza plena en la orientación que Cristo tiene para ellos ¡creer y disponer el corazón para considerar la vida con nuevos ojos! .
Hemos de asumir con responsabilidad de apóstoles nuestra vida de seguimiento a Cristo, con nuevo espíritu, con ánimo, despiertos para crecer en Él y convertirnos en columnas vivas de su Iglesia.
El auténtico cristiano no es un ‘isla’, no es una experiencia, suceso o hecho aislado, por el contrario, ser cristiano es una vivencia de ‘comunión’, de asociación con Jesús, de asemejarse, de ‘ser en Él’, como lo hicieron los apóstoles.
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