Uno de los soportes fundamentales de la cultura es el idioma, herramienta que mientras más rica mejor puede apoyar y orientar la cultura.
Uno de los soportes fundamentales de la cultura es el idioma, herramienta que mientras más rica mejor puede apoyar y orientar la cultura. La que sigue es una observación ya hecha, pero vale la pena repetirla para el tema a que vamos a llegar.
El uso de una palabra con sinónimos que indiquen calidad puede dar sentido a lo que se dice, por ejemplo, en nuestro idioma se puede decir caballo también con las palabras corcel o jamelgo, sinónimos que conllevan ya una carga de sentido, una enaltece al caballo y al que lo monta y la segunda más bien desprecia al animal y de paso al que lo lleva.
Este uso de las palabras tiene importantes consecuencias, de hecho, la primera vez que lo leí fue en un ensayo sobre el uso del idioma en el estado totalitario, ahí no hay posiciones neutras o se está con el líder o se está en contra. Veamos que sucede en México con la palabra riqueza.
¿Es una palabra fácil de usar o debemos ser cuidadosos con ella?
Observemos que tanto en escritos como en discursos políticos y económicos hay poca disponibilidad a decir: “es necesario crear riqueza”, casi siempre se prefiere hablar de “combate a la pobreza”. En ocasiones suena verdaderamente ridículo, como si la pobreza fuera alguien a quien combatir.
¿Por qué? Porque la palabra riqueza se volvió una palabra sucia. No tiene importancia que el diccionario de antónimos establezca que el antónimo de pobreza sea riqueza.
La Sagrada Escritura tiene frases de condena hacia los ricos por el uso abusivo de la riqueza, estas invectivas están dirigidas a la persona que abusa del poder que le da la capacidad económica, a la conducta abusiva es a la que se critica. La riqueza como acumulación de bienes no es más que eso, bienes materiales inertes.
Los bienes materiales proporcionan poder igual que armas o ciertas posiciones dentro de la sociedad. Lo delicado, en donde importa la conducta humana, es en el uso del poder ya sea como ubicación, fuerza física o fuerza económica. Este problema de la fragilidad humana y el uso del poder está representado con un profundo dramatismo y una extraordinaria belleza en un cuadro del Greco en que se ve a san Pedro sosteniendo con dignidad las llaves del poder que Jesucristo le entregó y al mismo tiempo con los ojos llenos de lágrimas por la consciencia de su fragilidad.
De todos modos, a la riqueza se le ha hecho mal ambiente más que a otras fuentes de poder. Honoré Balzac dijo en alguna de sus novelas que “detrás de una gran fortuna se encuentra un gran crimen”.
Bueno, ante ese desprestigio y aunque sean tal cual antónimos pobreza y riqueza, tal vez es conveniente decir entonces “es necesario crear patrimonio”.
Toda esta introducción porque si de la crisis actual saldremos a un mundo diferente, como en muchos lugares se dice, es verdaderamente necesario proponer a la sociedad, a nuestro pueblo, la importancia de que cada familia o persona responsable, busque con intensidad la creación de un patrimonio, de una riqueza mínima que le fortalezca su dignidad y le permita a su vez enriquecer a la sociedad que hoy se está hundiendo en la miseria a causa de un necesario aislamiento que en muchos casos impide trabajar.
Esta labor de crear un patrimonio familiar y en su caso personal no puede lograrse con el suficiente éxito si no cuenta con un respaldo en la legislación que de alguna manera premie esta actitud facilitando con las leyes apropiadas dicha previsión. Ahí hay una gran oportunidad para los legisladores que entienden la ventaja de que las personas sean independientes y no dependientes de dádivas.
Sobre la frase de Balzac, si, seguramente en su entorno había más de un villano enriquecido con malas artes, pero debemos reconocer que la creación de un patrimonio es las más de las veces fruto del ejercicio de virtudes: laboriosidad, austeridad, orden en el vivir.
Desgraciadamente el círculo perverso que se establece, ¿por dónde empezar a romperlo?, falta de conocimientos, bajos ingresos, pobre alimentación, capacidad limitada, nuevamente falta de conocimientos, suele romperse en algunas ocasiones, repito desgraciadamente, con un salto a la delincuencia. Esto que es real, es una desgracia para el que lo vive, rara vez suele formar patrimonio y apara la sociedad que padece los crímenes. Claro, se ve más fácil que romperlo con la práctica de virtudes.
Justo por eso es necesario crear un clima propicio, un clima que de su correcto valor a la formación de un patrimonio y al reconocimiento de que eso debe hacerse por el ejercicio de virtudes. Las bondades que de este clima pueden derivarse tienen consecuencias positivas tanto en las personas como en la misma sociedad, enaltecer las virtudes fortalece el estado de derecho, incrementar el patrimonio fortalece la vida social y puede alimentar instituciones que la miseria estrangula.
Tengamos el atrevimiento de proponer la creación de riqueza, perdón, de patrimonio.
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