Las narrativas ideológicas –como la cultura woke- pueden condicionar el punto de vista, la forma de hacer y administrar justicia, la opinión pública, la percepción de la realidad.
Una serie de curiosos sucesos de la farándula están cuestionando los paradigmas aún vigentes en los Estados Unidos sobre la cultura woke: el juicio entre Amber Heard y Johnny Depp; el bofetón de Will Smith a Chris Rock y el ataque a Dave Chappelle comediante acusado por hacer bromas sobre los transgéneros. En efecto, el contencioso caso entre Heard y Depp ha puesto sobre la mesa el hecho de que el hombre también puede ser víctima de violencia doméstica; el pleito entre Smith y Rock, que las personas de color pueden ser agredidas por otras personas de color y no solo por blancos; mientras que el ataque a Chappelle muestra que la defensa de las personas transgénero puede conducir a la violencia.
En síntesis, toda la cultura woke está siendo casualmente cuestionada por estos escándalos de la farándula. La ortodoxia woke, que victimiza a las personas de color, a los transgéneros y a las mujeres es puesta en duda por la realidad. La retórica cede paso a la verdad. Ello ha hecho explotar a las redes sociales, que estaban acostumbradas a la narrativa uniforme de la cultura woke. Ahora estamos siendo testigos de las fisuras de esta ficción intelectual.
Quizá el caso en donde esto se nota con mayor evidencia y crudeza es en el triste juicio entre Johnny Depp y Amber Heard. En él, Depp mostró evidencias de cómo Heard se aprovechó del hecho de ser mujer para manipularlo y agredirlo impunemente: “nadie te va a creer porque tú eres un hombre”, dice taxativamente la actriz en pleno pleito marital. “Dile al mundo, Johnny, diles: Yo, Johnny Depp, un hombre, también soy una víctima de violencia doméstica”. La actriz toma abusivamente ventaja de su condición femenina para agredir y chantajear al actor. Habrá que esperar el final de un juicio auténticamente hollywoodesco, pero, independientemente de quien gane, la evidencia muestra cómo una mujer se aprovecha de la narrativa woke, y eso es lo que ha conmocionado a la opinión pública norteamericana.
En realidad, se trataba de algo obvio, que estaba allí, que no es tampoco infrecuente, pero nadie lo veía o le prestaba atención bajo el peso de otra realidad dolorosa, que es la violencia familiar, a la cual, cada vez se le han ido cargando las tintas y se la ha instrumentalizado, cambiándola de denominación. Ahora la violencia familiar o doméstica –ambos se agreden mutuamente- se llama “violencia de género”: sólo el hombre agrede a la mujer, y lo hace por ser ella mujer, no por otros motivos. Algunas veces es verdad, solo el hombre agrede a la mujer, raramente es cierto que lo haga por ser mujer; otras, las más, es mutuo; algunas, pocas, pero no menos reales, es la mujer la que agrede al hombre, psíquica, verbal y físicamente. El dedo cortado de Johnny Depp es muestra de ello.
El corolario que se puede sacar de todos estos escándalos de farándula no es banal. Las narrativas ideológicas –como la cultura woke– pueden condicionar el punto de vista, la forma de hacer y administrar justicia, la opinión pública, la percepción de la realidad. Todo el mundo puede quedarse tranquilo siguiendo la ortodoxia dogmática de la narrativa, pero al hacerlo, se pueden perpetrar injusticias, se puede violentar a la realidad, forzarla a que entre en un esquema estrecho, en este caso el esquema woke.
Los hombres muchas veces agreden a las mujeres; pero también las mujeres agreden a los hombres. Las personas de color han sido históricamente vejadas por los hombres blancos; pero también se han causado daño entre ellas mismas, sin que esa violencia esté ligada a un motivo racial. Las personas transgénero son muchas veces víctimas de una injusta discriminación; pero también ellas pueden causar violencia o agredir directamente a otras personas.
Eso va contra la narrativa woke, pero a favor de la realidad. Desde siempre el mundo no es blanco o negro, no se deja encorsetar en una rígida narrativa o explicación omnicomprensiva de la realidad; hay matices, excepciones o sencillamente contraejemplos que cuestionan las teorías fáciles. Ahora estamos viviendo un momento de cuestionamiento, que es necesario aprovechar, para no caer en una explicación simplista de la realidad, para que nuestros paradigmas no condicionen la percepción de la verdad. Es la hora de elegir entre la cultura woke y la verdad.
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