El espantoso fracaso de la razón y el más entusiasmado éxito de la irracionalidad, prolifera cada vez más en nuestra sociedad.
¿Estará sufriendo esta nueva generación una hecatombe moral, dónde todo está permitido con el beneplácito de la libertad y la democracia, zarandeadas por intereses corruptos y de poca altura espiritual?
En el silencio de las palabras no dichas, en la incomprensión, en la tergiversación, en la no comprensión, no claudiquemos. Ante anhelos íntimos y supuestos acercamientos del espíritu, no nos dobleguemos. Por que no haya similitud de emotividad en el alma, no desfallezcamos, no nos hundamos.
Para que haya progreso, es imprescindible la acción. La cultura, el respeto a las ideas, creencias etc., son fundamentales. Pero no olvidemos, que encima de todo eso, está la libertad, que jamás nada ni nadie nos la puede quitar.
El vocablo progreso no tiene ningún sentido si existen en nuestro entorno personas en la penuria.
Todos pensamos que los límites de las discrepancias entre las naciones y creencias, se unificaran en un humanismo habitual y de esa forma el orbe, conseguiría la armonía y la protección.
Qué torpes somos y que poco nos guiamos por el pasado, ¿ya se nos olvidó la primera y segunda Guerras Mundiales y sus consecuencias en las trincheras, ciudades y campos de concentración? ¡Aún continuamos con tantas y tantas guerras!, pero estás son y serán diferentes.
Desde el precipicio del pavor en que estamos hoy, deslumbrados, andamos a palpas con el alma azorada y desgarrada, esperando que aparezca una simple tregua de paz en este equilibrio perpetuo del progreso.
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com