El autor de este comentario coincide con la opinión de Rebeca Reynaud, publicada en esta misma sección el pasado 5 de enero; y agrega algunas aportaciones.
Trabajé muchos años en la construcción y en este ámbito les hablo de primera mano, no “de oídas”.
Cuando se inició la segunda etapa del Metro, la demanda de obreros era muy alta; y a los que no estábamos construyendo “Metro”, cada semana se nos iban, pues ellos les ofrecían más sueldo. Nosotros, a nuestra vez, incrementábamos el sueldo, y de esa manera los albañiles llegaron a ganar mucho más de lo que era el salario “autorizado”.
A la fecha, en este medio, aquí en la Ciudad de México, nadie trabaja por el salario mínimo, aunque por la falta de obra han perdido mucho, comparativamente con los sueldos de aquellos tiempos.
Sí, hay mucha gente como meseros, despachadores de gasolina, etc., que tienen el Mínimo, pero reciben propinas que en ocasiones les compensan ampliamente este faltante.
En nuestro medio, los industriales, comerciantes, etc., como lo hemos visto históricamente, toman de pretexto el incremento y le suben a las cosas mucho más de lo que realmente les impacta éste.
Con esto podemos ver que el equilibrio entre justicia y productividad no funciona por decreto, por lo menos con nosotros.
Desde luego que todos debemos y queremos que haya sueldos justos, pero éstos no se logran sin que haya por un lado más producción y por otro más productividad, pues sin esto considero que entraríamos de nuevo en una espiral inflacionaria terrible como las que ya vivimos.
Todo esto se lo digo de buena fe, con el deseo de mejorar nuestro país en bien de nuestros hijos, y de ninguna manera como crítica hacia usted, pues considero que usted también buscan el bien del país.
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