Los paralelismos entre los nazis y los aztecas planteados por José Antonio Sánchez, responsable de la televisión pública española (RTVE), han causado honda polémica. Sumado a la afirmación de que España habría llevado a cabo una obra Evangelizadora que es digna de elogiarse en el territorio de lo que actualmente es la República Mexicana.
El punto controversial relativo a la evangelización es si tal obra evangelizadora fue una imposición injusta para los indígenas.
El indígena ante los misioneros franciscanos, dominicos y agustinos reconoció a Jesucristo y la Virgen María como dioses a adorar a cambio de seguir también adorando a sus dioses tradicionales en una pacífica armonía. Lo anterior se volvió el dolor de cabeza para los evangelizadores del siglo XVI.
Los primeros misioneros de la recién Nueva España en razón del monoteísmo cristiano no podían aceptar una doble adoración entre el Dios cristiano y los dioses mesoamericanos. Por otra parte, si Jesucristo es verdadero hombre y verdadero Dios a quien se le debe a adorar, la Virgen María, Madre del Dios único y verdadero, no es una diosa a adorar. Como el principal problema eran los dioses mesoamericanos, los indígenas, en una actitud un tanto infantil, de modo particular y a escondidas, así como los niños hacen travesuras teniendo cuidado de que no los vean sus padres, no dejaron de adorar a sus dioses.
Resulta hoy un tanto gracioso que en los templos cristianos que se remontan al siglo XVI se han encontrado bajo el piso e incluso adentro de las columnas pequeñas figuritas de dioses que fueron colocadas por la mano de obra indígena que contribuyó en la edificación del templo, y así podríamos imaginar la escena de una misa en donde los indígenas por un lado están cantando la misa católica, y por otro, mientras el sacerdote reza en latín, están adorando discretamente a sus dioses en el mismo templo. Igualmente, apareció una doble vivencia religiosa. Públicamente los indígenas tenían sus prácticas cristianas y en la privacidad de sus casas adoraban a sus dioses mesoamericanos.
Los misioneros no fueron ciegos ante semejante situación y su respuesta fue doble, unos apostaban por la amonestación pública y los castigos físicos para los indígenas en su celo por desterrar la idolatría; otros, la mayoría, aplicando un criterio de tolerancia, confiaban que al pasar el tiempo las prácticas cristianas ganarían terreno en la vivencia religiosa indígena y lo idolátrico paulatinamente iría desapareciendo.
La conversión al cristianismo de los indígenas de la obra evangelizadora española se realizó más por un cambio generacional que por una imposición violenta, aunque no dejó de haber situaciones de violencia en algunos casos.
Resulta que aquellos misioneros que apostaban por la tolerancia tuvieron medianamente razón. En las generaciones de indígenas nacidos ya en la civilización de la Nueva España hacia finales del siglo XVI la vivencia católica ganó terreno; de hecho, un elemento a favor de esto es la presencia de la imagen de Guadalupe del Tepeyac que va ocupando el espacio de los dioses mesoamericanos en la vivencia religiosa indígena. Sin embargo, no dejaron de seguir co-existiendo algunas prácticas religiosas de raíz mesoamericana junto a las prácticas católicas. Con relación a esto último el autor del presente artículo narrará una pequeña anécdota personal en el siguiente párrafo.
Corría el año 2014 o 2015 cuando participé en un pequeño curso de náhuatl impartido por una joven de 20 años, estudiante de derecho, cuya comunidad de origen, de raíz náhuatl, se encuentra cerca de Cuetzalan, en el Estado de Puebla. Al final del curso ella, a modo de despedida, quiso hacernos a los participantes del curso una oración católica. La oración consistió en que ella pasaba una veladora por el cuerpo de cada uno mientras rezaba en español un Padrenuestro y una Ave María, pero al terminar el Ave María ella concluía con unas breves oraciones en náhuatl invocando a los tlaloques. Al preguntarle quiénes eran los tlaloques, ella me respondió que eran los dioses que cuidaban de la naturaleza y que también cuidaban de nosotros. Me explicó que en las oraciones de su comunidad, de modo particular en cada familia, se invocaban a los tlaloques a veces al principio de la oración a veces al final de la oración, o bien tanto al principio como al final de la oración, ya sea para pedirles permiso y/o invocar su protección. Desde luego, ella reconocía que había que rezar a Dios Padre con la oración que enseñó Jesús y pedir la intercesión de la Virgen Santísima como los principales que eran y quienes estaban por encima de los tlaloques.
FIN DE LA SERIE
Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP)
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