¿Llegó el fin del mundo global?

¿Todavía somos patriotas? Es la pregunta que Donald Trump planteó en su reciente discurso ante la Asamblea de la ONU y que resonó en el salón como el gran anuncio de que el proceso globalizador, hasta hace poco visto como inevitable, se encuentra realmente amenazado. La postura que planteó Trump ante la comunidad mundial en lo básico consistió en esto: seguiremos siendo la policía del mundo y seguiremos decidiendo nosotros quiénes son los malos y los buenos; pero en las demás agendas: desarrollo económico, comercio, medio ambiente, etc…, “América first” y que las demás naciones “se rasquen con sus uñas” y a ver cómo le hacen. El proyecto globalizador en realidad no garantizaba mucho a las naciones en desarrollo y menos a las naciones más pobres, pero al menos en el área del comercio, para países como México, no lejanas de volverse una potencia económica media, era la única posibilidad de lograr un avance significativo en su desarrollo económico. 


Globalizacion en el mundo


La globalización comenzó a verse seriamente cuestionada a partir de la crisis financiera que provocó la burbuja inmobiliaria en EUA hace algunos años, y quienes la tenían como designio inapelable, empezaron a dejar de verlo así. Por ejemplo, Europa le apostó a la globalización y desde la crisis del 2008 la realidad le ha hecho padecer más los perjuicios de ésta que sus beneficios: incapacidad para tomar decisiones económicas y monetarias urgentes ante la crisis, flujos migratorios masivos que desbordan los controles oficiales, inviabilidad para sostener sistemas de “Estado de Bienestar” ante los fenómenos económicos externos, debilitamiento de sus raíces culturales ante el avance demográfico de comunidades, al interior de sus naciones, con raíces culturales ajenas. Este panorama ya no está gustando a sus sociedades y ha hecho que avancen los grupos de opinión y partidos con banderas nacionalistas y anti-Comunidad. El brexit fue la primera manifestación evidente de ello, pero esto sigue extendiéndose y creciendo en sus naciones más representativas. 

La situación de algunos países europeos otrora modelo y sujetos de admiración para las élites de muchas naciones en vías de desarrollo, ya no es tan envidiable, y peor aún, tiende a deteriorarse más. España está al punto de una ruptura territorial y su situación económica mejora tan lentamente que está en el límite mínimo para seguirse considerando dentro del club de las naciones prósperas. La democracia, con todas sus virtudes, y sus excesos, no ha podido garantizarle la unidad nacional. Italia vive un serio problema de finanzas públicas por mantener muy forzadamente un “Estado de bienestar” sin los recursos suficientes para ello. No ha realizado las reformas estructurales que hasta Portugal y Grecia ya han hecho, confiando en su potente economía. Sin embargo, su Producto Interno viene descendiendo de manera consistente desde antes de la crisis, lo que ha hecho que la desigualdad y la polarización económica entre sus distintas regiones sea cada día mayor. Todo lo anterior anuncia para Italia una dolorosa y honda crisis en el futuro. Francia, aunque con más margen de maniobra por el tamaño de su economía, está en una situación similar, hay varias zonas de Francia alejadas del centro urbano que rodea a París, que están en niveles económicos de país subdesarrollado. 

En el famoso e influyente estudio Los límites del crecimiento, realizado entre 1968-1972, se concluía que el crecimiento económico desmedido y sus consecuencias negativas, también desmedidas, tenían como problema de origen el crecimiento exponencial de la población. Por tanto, esta investigación proponía como una de sus soluciones fundamentales: “Desacelerar y finalmente parar el crecimiento exponencial de la población y del capital físico…”. Los países desarrollados, especialmente Europa, hicieron caso a esa propuesta de sabios y científicos y mediante fundaciones y organismos internacionales promovieron el control poblacional en los países subdesarrollados. Motivados por otros factores internos como la proliferación de los anticonceptivos, esos países prósperos económicamente sí cumplieron dentro de sus sociedades esa recomendación. Sin embargo, pese a los esfuerzos de la ONU y de sus mismos gobiernos, los países en vías de desarrollo no cumplieron las metas de control natal. El no haber cumplido esas metas de reducción demográfica, es lo que permitió a algunos de esos países acceder a una vía para el desarrollo. Es decir, naciones como las del muy mencionado BRIC (Brasil, Rusia, India y China), y del ahora conocido como MIST (México, Indonesia, Sudáfrica y Turquía), empujan para ser potencias económicas gracias al crecimiento de su población. Esto es lo que les ha permitido expandirse económicamente, porque como el mismo estudio (Los límites del crecimiento) lo señala, en otro de sus capítulos: “La población y el capital productivo son los motores del crecimiento exponencial en la sociedad humana”. 

Debido a la carencia de capital que financiara su crecimiento, el aumento de la población fue el recurso que permitió a estos países dotar de caballos de fuerza a su motor económico, cuestión que no hubiera sucedido si hubieran acatado las consignas de los estudiosos del primer mundo y de los organismos internacionales. Un ejemplo que nos puede ayudar a entender esto es Argentina, la cual, con circunstancias muy favorables en territorio, recursos naturales, nivel educativo, no dio ese saltó porque su crecimiento demográfico quedó estancado.

En las economías desarrolladas, el aumento del capital productivo sin estar acompañado de aumento poblacional necesariamente atrajo flujos migratorios desde los lugares donde había aumento poblacional, pero falta de capital productivo. Ese fenómeno es la verdadera globalización que empezó a darse en el mundo, no aquella que aspiraba a la unificación de los valores morales, de la cultura y del modo de pensar. Es la verdadera globalización cuyo rostro ya no le está agradando a muchos que antes la elogiaban; la que Trump condena a diario en su discurso y con sus acciones y, ante la cual, poderosas naciones europeas parecen desfallecer. 

 

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