Tal grado de desfachatez alcanzan algunos anuncios comerciales, que no se sabe si es fruto de la incultura, la ignorancia o la vanidad de sus promotores (dicho esto con toda delicadeza), porque escrito o hablado más burdamente, creo que expresaría con más autenticidad la realidad que se quiere tergiversar o ignorar.
Me estoy refiriendo a un spot publicitario televisivo donde se pregunta, “cándidamente”: “¿Qué es la Navidad? ¿Es un beso, un regalo, un brindis, un poco de nieve…? ¿Qué es la Navidad? ¿Y tú me lo preguntas? La Navidad eres tú…”, y aparece una argolla de donde cuelga una botella de buen cava. O sea, que la Navidad se ha reducido a un litro de cava catalán.
El afán irrisorio de cambiar la realidad de la historia le ha tocado ahora a la Navidad, encerrándola en una botella, y no sería extraño que, en un examen en los colegios, no tardaran los pequeños en procurarse una buena nota con lo que han visto y oído en la televisión. Lo mismo puede estar ocurriendo con apropiarse del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Cristóbal Colón, Miguel Servet…, entre otros, supongo que con el “buen” deseo de enriquecer la historia de Cataluña.
También me gustaría a mí descender del Cid Campeador, personaje que me cae muy bien, pero por mucho que investigue en mi árbol genealógico, no encuentro indicios del apellido Díaz de Vivar, por lo que mi empeño no lo puedo hacer realidad.
Y es que el deseo, la apariencia de representar lo que no somos ni tenemos, desemboca en la vanidad que nos lleva al engaño. El Papa Francisco, con una frase muy certera, enseña que la “vanidad es como una osteoporosis del alma: los huesos desde fuera parecen buenos, pero dentro están todos corroídos”.
Me pregunto si sostener la catalanidad de personas ilustres (escritores, médicos descubridores, santos…) es porque se busca la verdad de la historia, pues contrasta mucho con el silencio de no descubrir alguna que haya sido un desastre para Cataluña. Estoy convencida de que la mayoría de los catalanes han criticado el anuncio en cuestión por su falta de respeto y autenticidad.
Para conocer la verdad sobre el significado de la Navidad, hay que buscarla en los libros históricos, como la Sagrada Escritura, y más concretamente en los Evangelios. Las comparaciones de la que estamos opinando pueden tener otro fondo más maléfico, pero si no fuera así, revelaría una absurda vanidad, y como enseña el Papa: ”La vanidad nos infla, no tiene larga vida, porque es como una burbuja de jabón. La vanidad es vivir para fingir, vivir para aparentar. Y esto inquieta el alma”.
Entonces ¿qué es la Navidad? El Evangelio de San Lucas 2,1 narra con sencillez que: “se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo”. “José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret… a Belén… para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y cuando ellos se encontraron allí, le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada”… También se describe en el Evangelio el episodio de la adoración de los Magos, guiados por una estrella, que después de muchas dificultades “se llenaron de inmensa alegría cuando lograron encontrar al Niño y ofrecerle sus dones: oro como rey, incienso como Dios y mirra como hombre…”.
“Esta es la verdad, no la máscara de la vanidad” (Papa Francisco).
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