La moral no es más que hablar con la verdad y ser capaz de actuar con honestidad: ¿Andrés Manuel tiene moral?
“Aquí reside una interesante paradoja: todos queremos ser libres para mentir, pero ninguno queremos ser víctimas de las mentiras”. David Livingstone Smith.
Hablar de moral implica meterse en el terreno de la filosofía y la religión. Implica tener la conciencia tranquila de los hechos realizados en la vida, implica tomar decisiones que beneficien a la mayoría, pero también implica hablar con la verdad, no mentir.
Hablar de la moral de un mandatario lleva consigo tener a una persona que no mienta, que no use un doble discurso para convencer al ciudadano de sus propuestas y actividades, el falso discurso o el discurso cambiante para estar en las encuestas con altos índices de aprobación es inmoral. Así como inmoral es que el ciudadano no sea capaz de comportarse como una persona que trabaja en favor de la sociedad.
El uso de programas gubernamentales para comprar voluntades, para el clientelismo político es inmoral, no se puede cambiar un programa social que funciona, como el caso de las Estancias Infantiles, por una mala copia que permita regalar dinero sin ton ni son. En el año 2016 escribí un artículo que hablaba de la ciudadanía y mencionaba lo siguiente: “La igualdad de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, y ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse”, Jean Jacques Rousseau. Y vean la fecha para que los adoradores de AMLO no se enojen.
Hoy en día el presidente de México sigue con engaños, sigue dando golpes de timón sin tener claro a donde nos quiere llevar, pero no cambia su discurso de campaña, campaña que aún continúa, todos son malos, todos son corruptos, todos son inmorales. Lo hace para tapar su falta de visión y la incapacidad de su gabinete.
La buena moral del ciudadano exige que haya discursos con la verdad, que se sostenga lo que se ofreció, la buena moral exige la verdad, la verdad que nos hará libres, no la verdad a medias u oculta en bravatas. Ya son varias las ocasiones en las que se ha demostrado que López Obrador miente, y la mentira es inmoral porque conduce a la otra persona a tomar decisiones que seguramente no habría tomado de tener la información correcta.
Cuando se engaña como es el caso de poner un ultimátum a sus colaboradores para tener su declaración y que no cumplieron, por lo menos tres, y sin consecuencias porque él mismo dijo que los correría, es engañar. Y para los detractores de lo que pongo les recuerdo que eran declaraciones patrimoniales completas y verídicas, no como las hicieron ocultando propiedades o ponerse con título universitario sin haber terminado la carrera. Eso es mentira y eso no es cumplir, por ende, ameritaba el despido. Y no pasó nada. Engañar o mentir es inmoral porque trasgrede un elemento básico de confianza y reciprocidad que son soporte de unas buenas relaciones y más entre gobernante y gobernado.
En estos momentos en los que día con día el presidente aprovecha por tener alta aprobación ciudadana es el uso de lo que muchos dictadores han aprovechado el uso de la mentira como una verdad bastante fuerte de quien la dice. El ciudadano debe entender que el engaño y el discurso de campaña, no de un estadista, que usa AMLO no llevan a nada de beneficio. Ya no estamos en este momento de México para seguir escuchando descalificaciones, para seguir escuchando que todos son culpables, y mucho menos estamos para tener una nación sin rumbo por solo mirar el pasado y tener excusas para cada ocurrencia. Los que ahora están en el pandero están con sed de venganza y sus seguidores a ciegas igual, está aprovechando su tiempo. Eso no lleva al Bien Común.
La mentira es inmoral, pero es más inmoral usarla para señalar, o para inculpar sin razón a otra persona para evadir la responsabilidad. No debemos comprar su mensaje de amor y paz, debemos exigir que no haya impunidad, que no haya acciones de gobierno para la justicia y la legalidad. Esa es la moral ciudadana, como la moral ciudadana debe ser no comprar piratería, no comprar huachicol, no violentar las leyes, no prestarse a la corrupción para no tener molestias burocráticas o ganar recursos.
El engaño o las falsas promesas, o decir a las personas lo que quieren oír no es solo patrimonio de los políticos, es un patrimonio de la humanidad; por eso, a los seres humanos se nos clasifica en la punta de la pirámide de las mentiras; como los amos y maestros gracias a nuestra inteligencia y la capacidad de hablar. Ante esta situación tan común y según algunos tan “humana” llegó la moral que nos dictaminó qué ocultar la verdad cambiándola por información falsa era algo malo, porque se perjudicaba al mentido y sus alrededores.
Ignoro si el presidente de México en la soledad de su habitación llegue a tener remordimiento, el remordimiento es el castigo por mentir, aunque también se sabe que a menor remordimiento más inteligencia, más inconsciencia y más efectividad en la mentira. Además de que sus más cercanos son aduladores y la adulación en extremo es peligrosa, y que decir de la adulación del pueblo que le compra todo el teatro cotidiano solo porque grita y manotea que él es el salvador y la moralidad andante.
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