La campaña por la presidencia del 2030 arrancará este mismo mes de septiembre, cuando sea renovada la dirigencia del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena); ya que, en la cúpula nacional de ese partido, quedará Andrés López Beltrán, con toda la intención de construir su candidatura a la presidencia de México y consolidar le hegemonía del partido del gobierno. Ese es el camino a seguir que se trazó, desde que tomó posesión, hace casi seis años, el presidente Andrés Manuel López Obrador. Una vez tomado el poder, la idea es ya no soltarlo.
Como secretario general, y después como presidente del partido, el hijo del presidente se mantendrá seis años en campaña disponiendo de todo el poder que ha concentrado el gobierno morenista, y en esa frenética actividad, la imagen de la presidenta Claudia Sheinbaum corre el riesgo de quedar disminuida, creándose la paradoja de un poder ejecutivo fuerte, pero al servicio de un proyecto transexenal. De esta manera la jefatura política real quedará en el partido, mientras la administración del gobierno estará a cargo de la presidenta electa, en una especie de gerente administrativo.
De esta forma el sistema político mexicano será transformado profundamente, donde se podría decir como en la época del presidente Plutarco Elías Calles que: “en el Palacio Nacional vive el presidente, pero el que manda está en Palenque”, construyendo el futuro de su hijo. Porque hasta ahora, se le ve con enorme fuerza para mantener los hilos del poder, y su popularidad le hace creer que él puede hacer y deshacer lo que se proponga.
El presidente como buen estratega, dispone del plan A, B o C para operar la sucesión presidencial del 2030. Ha desarrollado la arquitectura jurídica, y las herramientas de disuasión y presión, para que Claudia quede prácticamente cercada; porque las principales piezas del ajedrez le pertenecen al que intentará seguir gobernando y mandando con un enjambre de secretarios de estado, diputados, senadores y ahora a los miembros de poder judicial. Y en caso de que Claudia intente usar el poder presidencial fuera del guion, ya está en el horizonte la revocación de mandato que podrá ser la amenaza constante que penda sobre su gobierno.
Así que la ruta de la sucesión presidencial si está delineada ya en la cabeza del presidente Andrés Manuel López Obrador con su partido Morena; y en cambio, no se observa por ningún lado al personaje de la oposición que tenga el liderazgo y la estrategia para jugar en un nuevo escenario cuyas reglas del juego ya cambiaron. Hay por lo menos tres errores en los manejos de los personajes de la oposición:
El primero es que no comprenden que el juego ya cambió. Lo que vemos hasta ahora en los personajes de la oposición son las típicas reacciones y planteamientos como si estuvieran tratando con gobiernos del PAN o del PRI de los primeros 18 años del siglo XXI, donde las presiones y las llamadas al diálogo aún tenían vigencia. Ahora, por el contrario, los lobos de esta nueva era olfatean el miedo de los opositores y más se aprestan a someterlos.
El segundo error, creer que la población los seguirá si prometen lo mismo que el partido del gobierno y su patriarca, ya lo vimos con la pésima campaña de Xóchitl Gálvez; esa fórmula lo único que hará es derrumbarlos aún más, porque no hay un verdadero contraste que la población identifique.
Y el tercero, es que no están levantando la mirada para planear una estrategia de largo plazo. Como lo muestra la historia, aquellos líderes que se mantuvieron firmes a sus principios y a un mensaje estratégico; mientras denunciaban los errores del régimen dominante, son los que fueron aclamados cuando el péndulo de la historia cambió. Lo demuestra el mismo López Obrador con su pertinaz bandera anticorrupción cuando fue opositor y la mantuvo hasta alcanzar su meta. O Vicente Fox, que se enfrentó a Salinas de Gortari abiertamente, cuando este personaje era todo poderoso y contaba con alta popularidad. Así que mientras algunos panistas hacían componendas con Salinas, Fox permaneció casi aislado, hasta que el tablero de la historia dio un giro y confirmó que el guanajuatense tenía razón y la población lo aclamó hasta alcanzar la presidencia.
Así que la oposición debería establecer una estrategia política de largo plazo. Confrontar con valor y con principios, con propuestas de contraste, y mostrar las fallas del gobierno que con el tiempo se harán más visibles para la población, principalmente en temas que afectan la vida de la gente. Pero, sobre todo, deben poner en sus dirigencias a los más coherentes, porque los personajes más “chantajeables”, son los que le convienen al nuevo régimen guinda, como ya lo demostraron con las “herramientas” que usaron para alcanzar los votos necesarios en el senado y obtener su reforma al Poder judicial.
“La mejor estrategia es inútil sin gente que la ejecute”.
– Mike Duke
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