Un presidente que mantenía el control de la agenda pública a través de su conferencia de prensa mañanera ha comenzado a perder el control y cada vez comete más y más errores, a tal punto, que la información que fluye sobre su persona dañan su imagen y su reputación, no solo en México, sino en el mundo.
Y esto ocurre no sólo por las notas publicadas en medios internacionales sobre algunas investigaciones a personas de su primer círculo, a las que se les acusa de recibir dinero del crimen organizado, sino también por la forma como ha respondido el presidente ante las graves revelaciones; su lenguaje corporal y sus palabras lo exhiben como un presidente autoritario y que abusa del poder.
Al mejor cazador se le va la liebre, y esto ocurre exactamente con el presidente López Obrador, que pasó de controlar la agenda pública a ser una fuente de mensajes fallidos y pifias. Y al volverse más reactivo, más se hunde. Vamos por partes.
Hay al menos tres errores que ha cometido últimamente. El primer error es hablar de una nota del New York Times, que aún no salía. El error es que leyó desde Palacio Nacional un cuestionario donde salen graves acusaciones y que el amplifica con la voz presidencial. Lo que sería una nota se volvieron dos notas negativas. La primera cuando él la da a conocer, porque eleva la expectativa del público para buscar el contenido informativo que aún no aparecía. Él fue su principal difusor.
Por ejemplo, semanas atrás, cuando empezó está crisis, y se publicaron las primeras acusaciones en los medios internacionales firmadas por Anabel Hernández y Tim Golden; al otro día, prácticamente ningún diario nacional colocó el tema en su primera plana. Y las notas no tuvieron un impacto profundo. Incluso cuando Loret de Mola publicó en su espacio digital, que el líder del grupo criminal “los ardillos” hacía acusaciones serías contra el presidente, tampoco alcanzaron las primeras planas.
Pero desde ese momento el presidente empezó a hablar y a traer el tema una y otra vez, lo que demuestra que le pegó en el ego, y de ahí que sus respuestas empezaron a fallar. Porque algo que está claro, es que no importa si eres el presidente o no, las emociones pueden nublar la razón y llevarte a cometer errores.
Pero volviendo al tema del New York Times; el segundo error fue dar a conocer el teléfono de la periodista Natalie Kitroeff, como una especie de venganza.
Pero para agravar la cuestión y sumar un tercer error, el presidente siguió dando respuestas erradas al decir, ya fuera de sí y en un arranque de coraje descontrolado, que su autoridad estaba por encima de la ley.
No conforme con ello, el presidente, herido en su orgullo, siguió hablando todos los días de las acusaciones aparecidas en la prensa internacional; lo que da por resultado que él mismo mantiene el tema en el top de la opinión pública y en la opinión publicada. Impactando más en el círculo rojo nacional e internacional; ese círculo que influye sobre las élites políticas, económicas y financieras, que son las que toman decisiones vitales en el mundo.
Su fortaleza se ha convertido en su debilidad. Por eso ahora cada que surgen problemas que potencialmente deterioran su imagen, lo primero que hace es mostrar el espejo de su popularidad, se escuda en el apoyo de su pueblo. Porque en el fondo sabe que está batalla, la está perdiendo. Y eso se refleja cuando exclama sin pensarlo: “¿Quién me va a reparar el daño a mí y a mis hijos?”
Como los pies llevan al cuerpo, así los afectos llevan al alma.
Catalina de Siena
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