Como director de la segunda empresa más importante que es la CFE nombró a Manuel Bartlett, un abogado sin ninguna experiencia en el sector energético.
Para John Ackerman, AMLO es “el científico” que sacará a México de la crisis; bien vale la pena analizar si este dicho tiene alguna clase de sustento. De serlo, AMLO debería contar con principios y métodos en su toma de decisiones basados en la observación sistemática, medición, experimentación, análisis y modificación de sus hipótesis. Un científico valga la expresión, está casado con el problema; pero no con la solución, las vías que asume nunca son únicas ni invariables.
Lo curioso es que el mismo mandatario, en junio de 2019 cuando todavía no cumplía un año en el cargo aseveraba con rotunda convicción que “No tiene mucha ciencia gobernar”; de hecho, hace un par de meses propuso abandonar la medición del crecimiento económico en la forma en la que lo realizan todos los países del mundo, para cambiar un índice como el PIB por un nuevo parámetro: “la felicidad”.
Su postura para muchos podría tener razón porque no suena muy bien que en los 6 trimestres que han transcurrido desde que asumió la presidencia en ninguno la economía haya crecido; de hecho, recibió el país creciendo al 2.6%, para el segundo trimestre de 2019 ya mostraba una contracción para encontrarse en 0%; Previo a la pandemia, México ya sufría una recesión con un -1.4% pero hoy los estragos son brutales, la caída al segundo trimestre de 2020 es de -18.9% algo nunca antes visto. Tres veces más grave que lo registrado en la crisis de 1994, más del doble que el promedio de la caída de los países de América Latina y tres veces más que los países europeos.
¿Por qué la situación es tan desastrosa en México si tenemos a un “científico” en la presidencia?
Quizá esta historia comienza con su hipótesis: Nos dijo que es preferible tener en el gabinete personajes con “90% honestidad y 10% experiencia”. Este supuesto posiblemente lo llevó a nombrar a un Ingeniero Agrónomo sin experiencia como director de la empresa más importante del Estado dedicada no a la agricultura, sino al petróleo: Pemex.
Pemex contribuía a la economía en 1996 con 9.2% del PIB; hoy está por debajo del 3%; podría decirse que eso no ha sido su responsabilidad sino culpa de “los gobiernos anteriores”. Pero si analizamos los resultados a casi 2 años de su gobierno la empresa acumula pérdidas por 606,600 millones de pesos solo en 2020. Para tener una idea eso equivale a 303 aviones presidenciales. (Y nos tienen peleando por 1 solo).
Como director de la segunda empresa más importante que es la CFE nombró a Manuel Bartlett, un abogado sin ninguna experiencia en el sector energético. Las pérdidas de CFE aumentaron 858% en el primer trimestre del año, acumulando 121 mil 800 millones de pesos.
El presidente ha reiterado en diversas ocasiones que no endeudaría al país. Pues habrá que decirle que el Fondo Monetario Internacional tiene “otros datos”. Este organismo prevé que durante su gobierno la deuda crecerá en mayor magnitud en comparación con el sexenio de Peña Nieto, el mayor tamaño de la deuda en 30 años. Y sólo un ejemplo, el Banco Mundial en mayo de 2020 aceptó una solicitud de México para un préstamo por 1,000 millones de dólares. Obvio nos endeudará si las empresas del gobierno pierden dinero y cerrarán miles de negocios que pagaban impuestos.
La mayor preocupación que podemos tener en este momento lejos de la ya gravísima falta de apoyos del gobierno para los negocios en riesgo de quiebra o para los 13 millones de nuevos desempleados entre el sector formal y el informal, es que el “científico” no corrige la ruta, no prueba nuevos métodos, no escucha otras voces más que su voz interna. No reconoce ni asume errores.
En un arranque de franqueza, en el que posiblemente es el momento más importante de su día, la conferencia mañanera, dijo la semana pasada “No crean que yo vengo aquí con ideas bien analizadas, vengo a hablar de lo que siento”. Esa es la verdadera naturaleza de AMLO, la de las decisiones tomadas visceral y no racionalmente.
La política del tanteo, de la improvisación y de la ocurrencia es la peor noticia, en el peor momento. AMLO podría simpatizarnos o no, podría reflejarnos sinceridad o no, podría convencernos de ser austero o no; pero lo que es innegable es que sus decisiones desde el nombramiento de inexpertos hasta sus creencias nos están costando a todos. Este sexenio podría implicar décadas para levantarnos, los jóvenes serán los más afectados porque tan sólo hoy son el segmento de la población que más sufre el desempleo. Lo que debemos reflexionar, al margen de si nos agrada o no el color de un partido u otro, es que en los hechos, en los resultados, las cosas van muy mal. Si el gobierno no lo tiene claro, nosotros como ciudadanos debemos estar conscientes del rumbo y no cegarnos. Hoy no hay rumbo, no hay piloto; pero sí hay tormenta. La responsabilidad está en nosotros.
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