Queridos amigos y hermanos en Cristo:
Doy gracias a Dios por haberme hecho el regalo, en este enero, de peregrinar a México y cumplir un sueño que tenía desde niño. Tuve la gracia de presidir la Santa Misa, el jueves 11, en la Basílica de la Virgen de Guadalupe, en el Tepeyac; ya que el padre Andrés, sacerdote del Santuario, con el que iba a concelebrar, me dejó hacerlo solo. ¡Allí, en ese altar mayor, presidió la Santa Misa San Juan Pablo II Magno!. ¡Temblé durante toda la Eucaristía!. Tras la bendición final y la Oración a San Miguel Arcángel, exclamé bañado en lágrimas, “¡Gracias, México, lindo y querido!”. En ese momento sentí toda la presencia del cielo, a través de la Santísima Virgen, y de los mártires cristeros; que heroicamente regaron con su sangre la noble tierra mexicana. Por supuesto, los encomendé a todos ustedes; y pedí la intercesión de aquellos mártires para la recristianización de nuestra Hispanoamérica.
Conté, en estos días, con la generosa hospitalidad de los queridos padres Legionarios de Cristo, y de las Misioneras del Catecismo; congregación, esta última, que trajo nuestro Arzobispo, Mons. Hector Aguer, a La Plata. Pude compartir, también, en Ciudad de México, con una entusiasta comunidad de misioneros italianos y portugueses, de Comunión y Liberación, en la parroquia María Madre Inmaculada.
El padre Adolfo Güemez, LC, a quien conocí en Argentina hace doce años, y con quien me une una gran amistad, me alojó en la comunidad Legionaria de Aguascalientes; y me llevó al Cristo Rey, en el cerro del Cubilete, en Guanajuato; donde se encuentra un santuario en honor de la Realeza de Cristo. Está ubicado en el centro geográfico de México; y los masones dinamitaron la primera escultura, y opusieron cerril resistencia a las siguientes imágenes. ¡Ya van por la quinta imagen!. ¡El valiente pueblo mexicano, en plena persecución de principios del siglo XX, quiso testimoniar que tiene un solo Rey: Jesucristo!. Y que ningún poder de este mundo puede contra Él. A la triangular embestida masónica, México responde con un sobrenatural triángulo: la Virgen de Guadalupe, en el cerro del Tepeyac; Cristo Rey, en el cerro del Cubilete; y el naciente Santuario de los Mártires Cristeros, en el cerro del Tesoro, en Guadalajara. ¡Gloria a Dios!.
El padre Adolfo, junto con una familia muy comprometida, me llevó también a Zacatecas; una bellísima ciudad colonial que, lamentablemente, es una de las poblaciones con más cantidad de secuestros del narcotráfico, y del crimen organizado. Recorrimos sus Iglesias, y centros culturales; y, en la vecina localidad de Guadalupe, pudimos ir a conocer la casa natal del beato Miguel Agustín Pro, mártir cristero; y el Museo Franciscano, con una invalorable colección de pinturas. Desde esa casa religiosa partieron, hace siglos, los franciscanos que evangelizaron buena parte de México, y la actual California.
En Aguascalientes tuve la gracia de concelebrar en la cantamisa del padre Marcos Salazar, LC, en la parroquia de Nuestra Señora de los Bosques. Posteriormente, en la Prelatura de Cancún – Chetumal, fui hospedado por el P. Francisco Domínguez, LC; con quien compartimos inolvidables apostolados aquí, en Argentina. Y que estuvo en el día de mi ingreso en el Seminario. Desde allí pude ir a la isla de Cozumel, en el Caribe, y rencontrarme con el P. Jorge Carrillo, LC; en la parroquia San Miguel Arcángel. Allí están con todos los preparativos de los quinientos años de la primera Misa, en suelo mexicano; celebrada en dicha playa el 6 de mayo de 1518. ¡Gracia sobre gracia…!.
De regreso a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en Tulum, donde está de párroco el P. Domínguez, tuve el regalo de celebrar la Santa Misa en distintas comunidades de la llamada selva maya; como en las capillas: San Antonio, de Manuel Antonio; San Pedro, Ntra. Sra. de Guadalupe, de Akumal. Y en la capilla Divino Niño, de Tulum.
Aun en los días de semana, tanto en los grandes templos, como en humildes capillitas, se registra una notable asistencia de fieles a Misa; con un 30 y hasta un 40 por ciento de las bancas de los templos cubiertas. Los Domingos, obviamente, se llenan las Iglesias; y hasta permanecen fieles de pie… Se multiplican en todo México, día a día, las capillas de adoración permanente al Santísimo. Y es notable ver, particularmente en los templos periféricos, familias enteras, con varios hijos. Es, también, altísima la concurrencia de niños a la catequesis. En una palabra: una iglesia viva, militante, fervorosa en la que, claro está, no faltan problemas y contradicciones; pero que se sabe edificada sobre la sangre de mártires que, como bien decía Tertuliano, es “semilla de nuevos cristianos”… Fueron maravillosos días de cielo anticipado; en los que pude comprobar que, aun en medio de crecientes dificultades, México sigue siempre fiel. Y que todas las persecuciones, ahora patéticamente expresadas, como en Argentina, por el “narco-porno-liberal-socialismo del siglo XXI”, fortalecen su fe; y preparan sus corazones para recibir a Cristo Rey, en su gloriosa y definitiva venida.
Gracias, Señor, por habernos regalado a México, lindo y querido. Gracias por la calidez y generosidad de sus hijos; que con sus típicos “mande”, y “ahorita”, expresan su permanente disponibilidad y vocación de servicio. Gracias por recordarnos, a través de él, que nuestra Hispanoamérica tiene la gran misión de conquistar y reconquistar para Cristo este Occidente descristianizado; tristemente empecinado en su autodestrucción. Y gracias, muchísimas gracias, amado México, por ser digno hijo de Nuestra Señora de Guadalupe. Que ella te cuide, y nos cuide, para ir decididos al encuentro de Cristo; nuestro único Rey, ante quien debe doblarse toda rodilla (Flp 2, 10).
Con mi bendición en el Sagrado Corazón de Jesús…
@yoinfluyo
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