Sería muy difícil entender a los seres humanos al margen de sus relaciones y dinámicas familiares.
A fuerza de tanto oír que la familia es la célula más importante de la sociedad, ya no nos detenemos en la reflexión de lo que esta afirmación significa, lo asumimos tal cual, sin cuestionamientos, lo damos por hecho.
Y efectivamente la importancia de la familia es un hecho social innegable que no depende de preferencias políticas, de si eres de izquierda, de derecha, centro progresista o cualquier otra posición en la geometría política tan diversa que hoy se maneja; su importancia tampoco depende de cómo te definas o te describas a ti mismo, conservador, liberal, pragmático, moderado; tampoco radica en aspectos fideistas (fe) o confesionales (religión) que se profesa; la importancia de la familia tampoco está sujeta a tradiciones históricas de las sociedades dependiendo el espacio geográfico en el que se desenvuelven.
La institución cultural más importante en las sociedades, sin duda, es la familia; es el tema de mayor preocupación e interés en prácticamente cualquier país, así lo demuestran diversos estudios y encuestas, cuando preguntan cuál es la mayor preocupación o qué es lo que más les importa resalta la respuesta “mi familia”.
Lo que finalmente somos como personas, sin duda, depende de muchos factores: nuestra carga genética, el ámbito social y cultural, las experiencias de vida; pero innegablemente la familia como institución cumple funciones insustituibles de carácter formativo y educativo y al mismo tiempo está orientada a la ayuda mutua entre sus miembros, sería muy difícil entender a los seres humanos al margen de sus relaciones y dinámicas familiares.
Y quiero centrarme esta ocasión, esperando que exista la oportunidad de hablar de otros aspectos de la familia en otras colaboraciones, en el papel de la familia como educadora.
Es la familia la primera responsable de hijos e hijas, no solo desde los primeros años, sino a lo largo de la vida hasta que se independicen, debiendo ser la educación su principal énfasis. Esta educación informal, si bien no se basa en las formas de organización y metodología de la educación formal, no por eso es menos relevante y efectiva.
La educación formal, asumida en la historia por el Estado, no reemplaza la educación familiar, por el contrario, la debe complementar. Por ello, la interacción entre educación informal y educación formal, no solo es necesaria, sino imprescindible. Esta conexión íntima entre estas educaciones, requiere que la formal sepa concertar con la familia qué orientación, contenidos y valores debieran presidir la educación escolar. Cuando tal interacción se soslaya, se abren profundas brechas en desconocimiento y desinterés entre las partes, pudiendo conducir a la irresponsabilidad de la familia hacia la educación escolar.
Es urgente que las familias, principalmente los padres y madres, hagan efectivo su derecho, hoy plasmado en la Constitución que nos rige, a educar a sus hijos, a participar y decidir sobre los contenidos que la educación formal provea.
Cuando la familia participa activamente en el centro educativo, se abren oportunidades para que el desencuentro posiblemente existente en los valores se logre superar, solo el diálogo y la participación activa podrán superarla. Ello nos llama a transformar el paradigma actual de la educación escolar, creando condiciones para construir comunidades de aprendizaje. Ello demanda derribar muros físicos e invisibles, y gestar una educación compartida entre autoridad y familia.
Te invito a ejercer el derecho a educar, a acompañar a tus hijos en su proceso de maduración, a no abandonar y depositar en otros esa responsabilidad que solo tú tienes y que el gobierno y las autoridades educativas solo complementan.
Construyamos una sociedad más justa, fortaleciendo a la familia es posible.
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