Estrategia política

No hay comunicación política, sin estrategia política. López Obrador se ha consolidado en ejecutar su estrategia política como ningún otro presidente de México en el siglo XXI. Sabe lo que quiere, tiene metas precisas y traza el camino para alcanzarlas. Además, tiene otra fortaleza, trabaja con gran tenacidad y persistencia para la conquista de sus objetivos, calculando cada paso; pero, como buen estratega, prevé también como actuarán sus opositores, como van a reaccionar cuando cada pieza se mueva en el amplio tablero de la política. 

Su camino está claro, después de la presidencia, ahora debe cambiar las leyes, modificar las instituciones para que su partido se mantenga en el poder por décadas, como el PRI del siglo XX. Un partido en el Gobierno, un partido con una poderosa base social, supeditado a su voluntad y después bajo la voluntad de uno de sus más cercanos, uno de sus hijos, para ello los ha preparado todo el sexenio. La hoja de ruta ya está en su mente, ahora es Claudia, después uno de sus hijos. 

Así sienta las bases para una democracia a modo, donde el pueblo vota, donde el pueblo elige, pero siempre asegurándose que la compra de votos, a través de los programas sociales, se mantengan seguros con un poderoso ejército de tierra, llamado Siervos de la Nación y que trabaja manzana por manzana, calle por calle, incluso adoctrinando al pueblo de las colonias populares; claro, siempre con el millonario apoyo de los recursos públicos.  

Mientras los partidos hegemónicos, o los partidos de estado, diseñados por Lenin han garantizado su permanencia por décadas en el poder, lo han hecho siempre bajo un control férreo, incluso a través de la violencia sobre los opositores. Pero en México es diferente, bajo el dominio de la “dictadura perfecta” había elecciones “democráticas” siempre bajo el control del partido de Estado, pero donde la violencia era selectiva, porque lo que se privilegiaba con los opositores era el soborno, la compra de voluntades o los negocios al amparo del poder: una “dictablanda” que se aceitaba con la corrupción; y así, la democracia al estilo PRI, no era tan mal vista por las democracias occidentales encabezadas por Estados Unidos. 

Todo eso lo ha aprendido bien el presidente López Obrador, desde el PRI de izquierda, el PRI nacional revolucionario, al estilo Cárdenas y Echeverría; ahora con Morena, la maquinaria se ha perfeccionado, con la asesoría cubana y venezolana. Desde ese conocimiento y esa experiencia práctica traza la estrategia para asegurar el poder durante las siguientes décadas.  

Esa estrategia política, es exitosa, porque sigue un camino trazado, y sobre esa ruta se ha construido una narrativa poderosa y simple: hablarles a los pobres. Hablarle al pueblo todos los días, rascarle sus heridas (envidia, resentimiento), decirle que si está así de pobre, es porque los “machuchones”, los “fifis”, los conservadores, son los que se han aprovechado y maltratado al pueblo bueno y sabio.  

Y si algunos se quejan o critican al gobierno, por sus malos servicios o por la ineficiencia de su actuación; no, no es porque el gobierno esté mal, es porque los privilegiados, corruptos, quieren regresar para seguir abusando del pueblo. Un mensaje simple y significante. Todos los días hay que decirle a la gente que tiene un enemigo, son los conservadores; que tienen más recursos, más educación o más capacidades, que no son producto de su esfuerzo, sino de su corrupción.  

Con esa división permanente de la sociedad, a la que su viejo ideólogo, Carlos Marx, llamó una superestructura, y una estructura, se han edificado y se consolidan varios sistemas dictatoriales, con barniz de democracia. Donde, antes que implementar la estrategia de comunicación o de marketing, diseñan la estrategia política, el mapa de ruta donde se pueden hacer ajustes tácticos, pero no se pierde de vista la meta. 

Mientras tanto, los líderes de la oposición se han quedado pasmados, actuando siempre en la coyuntura presente, echando culpas. Porque la derrota siempre es huérfana.  

Los dirigentes partidistas opositores y su ex candidata presidencial, siguen poniendo su visión en sus intereses transitorios, pero no en los asuntos vitales de largo plazo para la nación. No sólo han equivocado el mensaje, por lo que han expresado, también tienen un mal diagnóstico de su derrota. Es simple, pero complejo, las elecciones y los procesos políticos son mucho más que marketing: No hay comunicación política, sin una estrategia política. 

“La ejecución sin estrategia no tiene rumbo, la estrategia sin ejecución es inútil”.

Morris Chang

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