El triunfo de la mediocridad

Los generales griegos hacían desfilar a sus jóvenes guerreros frente a las estatuas de sus héroes reales o mitológicos, la idea era inspirarlos para que alcanzaran nuevas metas y con ello la gloria en la memoria colectiva. Algo de ese espíritu también podemos verlo en algunos deportes, donde los jugadores se sienten inspirados por las leyendas de sus “ídolos” que fueron grandiosos, y entonces buscan superar sus marcas y sus hazañas. 

Prácticamente aquello que reconocemos como nuestros líderes, han sido inspirados por otros tantos personajes que reflejan los mejores anhelos de nuestra humanidad.

El drama en México y en buena parte del mundo, es que algunas de sus élites políticas, empresariales y religiosas carecen de este rasgo que inspire a superar la pobreza, la ignorancia y la enfermedad, pero también la corrupción. El fantasma del populismo que recorre al mundo contemporáneo está convirtiendo su actuar en el triunfo de la mediocridad. Por ejemplo, ¿paraqué perseguir el deber de hacer bien las carreteras? si podemos sólo hacerlas sin calidad y ganar más. Y de allí se sigue al tercer escalón de la degradación, donde ya ni es el DEBER, ni el HACER, sino sólo el PARECER. Parecer que hacemos las cosas, cuando sólo se construye un montaje.

Nuestras crisis políticas y económicas nos hablan de una sequía de líderes que encarnen los valores de nuestras aspiraciones más profundas, tanto individuales y comunitarias, como la justicia, la verdad, la paz. Valores que se están destruyendo ante nuestros ojos en la comunidad humana. Ahora tenemos personas con poder, pero sin autoridad; políticos poderosos, pero sin calidad moral; con capacidad de comprar voluntades, pero no para crear una mejor convivencia social.

El populismo no sólo avanza en la mente de las sociedades como Cuba, Nicaragua, Venezuela, Colombia o México; en Estados Unidos el populismo llega también con la idea de la candidata a la presidencia del Partido Demócrata, Kamala Harris, que promete también regalar dinero: una ayuda de 25.000 dólares para los nuevos compradores de vivienda. 

Obviamente el dinero sale del bolsillo de los contribuyentes, porque lo primero que ignora el populismo es que no hay dinero del gobierno, el dinero es de la gente que trabaja y produce. Pero la oferta fácil de regalar dinero avanza, ante el discurso dominante de diviértase ahora y pague después; oferta que, como lo demuestra la historia, lleva siempre a crisis recurrentes y al empobrecimiento de buena parte de la sociedad.

El populismo se ha convertido en una poderosa creencia de que la vida de las personas depende del gobierno y no de su propia realización y esfuerzo. Incluso algunos empresarios se fortalecen al amparo de los negocios con el poder político, como la única forma de crecer más rápido, aunque las obras se caigan y terminen con la vida de muchas personas, como ya sucedió en la Ciudad de México. Hay muertes, pero no hay responsables; es la coronación de la impunidad y del populismo empresarial.

Es el triunfo de la cultura de la mediocridad, cuando se instala la creencia en vastos sectores de la sociedad, de que toda nuestra existencia no depende de nuestras decisiones, sino de las del Estado-Partido, que premia o castiga, si le aplaudimos o le criticamos. El populismo también es el triunfo de la cultura del miedo: si no voto por el Estado Partido, no obtengo mis apoyos; y no puedo criticar al Estado – Partido, porque no obtendré ciertos negocios. Así se consolida la igualdad populista, pero sin libertad, como premisa de nuestra mediocridad.

El problema del populismo político es que poco a poco o velozmente eliminan la libertad, pero además ni siquiera hay alpiste suficiente, ni la jaula es de oro para los gorriones que terminan por renunciar a la grandeza de la que son capaces y se conforman con apoyos que se van reduciendo cada vez más. Como sintetiza Mario Vargas Llosa: El populismo es el sacrificio del futuro por un presente efímero

Mientras se consolide la idea, que se hace cultura, de que el individuo depende del Estado, estaremos cancelando, por un buen tiempo, a la prosperidad, la libertad y la grandeza individual y nacional.

Pero cuando hay crisis en una sociedad, también es oportunidad para la grandeza: Los mexicanos superaron a sus instituciones políticas en las adversidades de los desastres naturales; ahí está el valor de la sociedad en los sismos de1985 y 2017, donde los mexicanos de manera espontánea mostraron su solidaridad ante el drama que devastó a muchas familias. Vimos surgir a líderes que, conmovidos, organizaban la ayuda a los demás. Es en esa veta de valor y grandeza, de donde puede brincar una nueva visión para sacudir la mediocridad de la política. 

Más allá de las reformas populistas, que tienen como fin más concentración de poder en un grupo político y económico; las sociedades requieren verdaderas reformas en la educación, la salud, y la seguridad. Y ninguna de las reformas populistas está diseñada para alcanzar esa gran meta.

“Las grandes almas siempre se han encontrado con una oposición violenta
de las mentes mediocres.”
Albert Einstein

Te puede interesar: Cambio de régimen

* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

@yoinfluyo

Facebook: Yo Influyo

comentarios@yoinfluyo.com

Compartir

Lo más visto

También te puede interesar

No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.

Newsletter

Suscríbase a nuestra newsletter para recibir nuestras novedades.