Estamos a 7 meses de la elección más grande de la historia, donde casi 100 millones de mexicanos elegiremos no sólo al presidente de la república; también vamos a votar por 128 senadores, 500 diputados federales, ocho gubernaturas, la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y la renovación de 31 congresos locales. Además, hay que agregar la elección de ayuntamientos, juntas municipales y alcaldías. En total se elegirán ¡más de 19 mil cargos de elección popular!
Para esta gran batalla electoral se han puesto en marcha ciertas estrategias, algunas ya más definidas que otras; por ejemplo, el oficialismo apuesta por la continuidad y obtener una mayoría absoluta en el congreso. Para ello ha definido tiempos muy claros, pues al finalizar el mes de octubre ya contará con sus candidatos a las 9 gubernaturas que se disputan. La idea es tener una maquinaria totalmente afinada al arranque del año 2024.
La oposición ha actuado velozmente en el caso de su candidata a la presidencia, aunque aún tiene el gran desafío de seleccionar a sus candidatos en los nueve estados que renovarán sus gobiernos. Y su ruta aún no se ve del todo clara. Al parecer las cúpulas de los partidos de oposición están concentrados en sus listas de los candidatos plurinominales en el poder legislativo, los que sin competir, pueden ganar los primeros sitios en el Congreso.
Y en efecto, el Congreso será una de las batallas más importantes de esta contienda. Porque en la agenda de Morena, se quieren asegurar más reformas, que le den más poder al presidente; es decir, la restauración total del presidencialismo hegemónico que México vivió en el siglo XX. Este es el modelo que se busca implantar de manera definitiva, para garantizarle a Morena un gobierno de otros 70 años, como lo tuvo el PRI en su momento.
De allí que la batalla por el Congreso es un asunto prioritario, para hacer el reset político de México, esa es la real batalla, la continuidad, sí, pero con la restauración del viejo modelo hegemónico. En este modelo, el Poder Legislativo está para lo que mande el presidente, y sobre todo el Poder Judicial camina a las órdenes del palacio nacional. No se diga obtener el control total de órganos autónomos como el INE para asegurar que el árbitro juegue de lado oficial. Esa es la agenda, con un discurso de justicia social, en favor del pueblo.
En el mundo de la mecánica, la electrónica y las herramientas digitales, se conoce al reset, cuando se hacen los ajustes para poner a un sistema, en sus condiciones iniciales. Y los procesos iniciales del sistema político mexicano, son cuando el PRI se consolidó como un aparato todo poderoso que domino todo el siglo XX. Controlando los tres poderes y organizando el juego electoral con el árbitro a su favor.
En aquel sistema, como el que está en marcha, una buena parte de su éxito era comprar el voto, a través de programas sociales; que son la cara del clientelismo político, donde se utilizan dichos “apoyos” sociales, como una forma de coaccionar y comprar los votos a cambio de acceder a los beneficios.
Pero en el México moderno siempre han existido programas sociales como el Coplamar, Solidaridad, Progresa, Oportunidades, Vivir Mejor, Prospera, y ahora Bienestar. El éxito actual del presidente está en su mensaje permanente en favor del pueblo, a través de una comunicación que rasca las heridas emocionales en contra de los que abusaron de él.
Sin embargo, el método no es invencible, la oposición en México ha ganado en otros momentos, a pesar del control total de un partido hegemónico. El pueblo bueno y sabio también canta con José Alfredo Jiménez: “Pero el Cariño Comprado, ni sabe querernos, ni puede ser fiel”. Siempre habrá forma de superar los votos por despensas.
La combinación de buenos candidatos, buenos mensajes y una gran estrategia puede superar los planes del viejo sistema que, hoy por hoy, busca resetearse.
«Cambiar no siempre equivale a mejorar,
pero para mejorar, hay que cambiar».
Winston Churchill
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