Desde Aristóteles y la Escuela Peripatética, año 335 a.d.C, se inicia los primeros experimentos para que los alumnos aprendieran de forma personalizada y vieran que el trabajo es esfuerzo más dedicación y que nadie puede hacerlo en su lugar.
El maestro enseña, orienta, guía, exige, pero verdaderamente quien debe esforzarse en aprender es el alumno. Dicen algunos expertos que la exigencia atenta contra la igualdad. La única igualdad legítima es la igualdad de oportunidades. Por los años que llevó ejerciendo en las tareas educativas; he observado, que mis alumnos aprenden si se le exige con cariño. La exigencia no es imposición, no es tiranía. La exigencia es libertad, y esa libertad hará que cada uno de nuestros alumnos elija un futuro que aporte un beneficio a la sociedad.
El maestro hace bien siempre, dice la verdad siempre, si se equivoca delante de sus alumnos pide disculpas, es cariñoso y amable, nunca permisivo, trata a todos por igual. Educa con coherencia y respeto a todo, les deja pensar y abrirse a ese mundo exquisito del pensamiento, que es la filosofía. Es imposible que un maestro o profesor pueda formar a sus alumnos, sin esta materia, esencial para nuestro propio conocimiento y el de los demás.
La Sociedad Académica de Filosofía (SAF) el año 2009, con motivo del día internacional de la filosofía, decía en un manifiesto:
La filosofía es la mejor garantía de protección de los derechos humanos y de una educación que preserve a las generaciones futuras de cualquier forma de integrismo. Para velar por la capacidad crítica de entender y cuestionar el mundo, la independencia y la autonomía de pensamiento y acción, la responsabilidad civil y el entendimiento entre las personas y los grupos.
Ojalá prestáramos más atención a todas las llamadas que nos hacen, indudable nuestra sociedad sería mejor.
redaccion@yoinfluyo.com
* Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen necesariamente la posición oficial de yoinfluyo.com