Como modelo de democracia representativa, México enfrenta diversos desafíos en su sistema político. La corrupción, impunidad, inseguridad y desigualdad socioeconómica, entre otros, son obstáculos para los avances en la transición democrática.
El sistema político de México no ha podido superar una idiosincrasia que justifica la concentración de la potestad del Estado en el Poder Ejecutivo, lo que dificulta la adecuada rendición de cuentas, el equilibrio de poderes y la representatividad ciudadana.
El estilo cultural de gobierno, autorreferencial y personalista, provoca que las instituciones de representación democrática estén sujetas a tensiones y cuestionamientos.
Aunque no existe un decálogo universal sobre los elementos que favorecen el desarrollo democrático de una nación, algunos de los principios que lo ayudarían son los siguientes:
1. Dignidad de la persona humana: la democracia debe respetar y promover la dignidad de todas las personas, reconociendo su valor intrínseco y sus derechos fundamentales como seres vivientes y trascendentes.
2. Bien común: la democracia debe buscar el bienestar y la prosperidad de toda la sociedad, impulsando el desarrollo integral de las personas con enfoque de paz y justicia.
3. Solidaridad y subsidiariedad: la democracia debe fomentar la colaboración y la ayuda mutua entre los ciudadanos, atendiendo de manera especial a los más vulnerables y necesitados. Asimismo, debe respetar la autonomía y la responsabilidad de las comunidades locales y de las instituciones intermedias, evitando la centralización excesiva del poder. Estas acciones incluyen la asistencia necesaria y la promoción de un crecimiento armónico.
4. Estado de derecho y respeto a las leyes: todos los habitantes de nuestro México deben respetar la ley y sujetarse al Estado de derecho. Esto implica un marco legal en continua perfección que inspire el respeto a la persona: su vida, su patrimonio y su desarrollo de manera justa y equitativa, sin discriminación ni favoritismos.
5. Participación ciudadana: la democracia debe fomentar la participación de los ciudadanos en la vida política y social, garantizando su derecho a ser escuchados y a influir en las decisiones que les afectan, no sólo en el momento del voto, sino en cada acto de la vida cotidiana que los convierte en comunidad y nación.
6. Justicia y solidaridad internacional: la democracia debe promover la cooperación y la solidaridad entre los diferentes países y culturas, persiguiendo el bienestar de toda la humanidad. No somos entes aislados, sino complementarios.
7. Respeto a la libertad religiosa: la democracia debe garantizar la libertad de conciencia y de religión de los ciudadanos, protegiendo su derecho a practicar y expresar su fe en el ámbito público y privado. Cada profesión de fe debe ser respetada, incluso aquella que se denomine no creyente.
8. Educación para la ciudadanía: la democracia debe alentar una educación que forme a los ciudadanos en los valores democráticos y en el respeto a los derechos humanos, preparándolos para participar de modo responsable en la vida política y social.
9. Responsabilidad y rendición de cuentas: la democracia debe afianzar la responsabilidad de los gobernantes ante los ciudadanos, garantizando que rindan cuentas de sus acciones y decisiones. Ello supone la transparencia en la gestión pública y la existencia de mecanismos efectivos de control y supervisión.
10. Diálogo y reconciliación: la democracia debe fomentar el diálogo y la búsqueda de consensos entre los distintos sectores de la sociedad, suscitando la reconciliación y la superación de los conflictos sociales y políticos, lo cual entraña el respeto a la diversidad de opiniones y la voluntad de escuchar y entender las necesidades y preocupaciones de los demás.
Es esencial señalar que, en este México multicultural, algunos de los elementos planteados podrían tener un contexto y alcance diferente de acuerdo con las condiciones de desarrollo social en que se encuentren sus habitantes; sin embargo, la propuesta de este decálogo toma en consideración que la vida democrática de una nación y el propósito de cualquier estado y gobierno debe abarcar el desarrollo pleno de la persona y el bien común; en particular el de los más necesitados, dando siempre prioridad al respeto a la dignidad humana.
En resumen, la democracia en México enfrenta importantes desafíos, pero los avances y esfuerzos para fortalecerla y hacerla más representativa dependen de la participación ciudadana.
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