En México, desafortunadamente, a la política y a los políticos se les ha separado artificialmente de la religión, y lo más grave es que eso ha implicado, en muchos casos, separarlos también de la moral. El Estado revolucionario convirtió a sus gobiernos en perseguidores de las prácticas religiosas sin haber realmente motivos históricos para hacerlo. Fue más bien por motivaciones mitológicas, pues al construir una seudo-ideología para justificar su carácter revolucionario, fabricó como a uno de sus enemigos permanentes a la Iglesia y a la cultura católica. Los gobiernos postrevolucionarios no fueron laicos, sino antirreligiosos, y esa necia postura continuó en épocas en las que incluso era irrisorio pensar que la Iglesia podía representar una amenaza para el Estado mexicano.
El régimen mantuvo leyes extremas en las que no reconocía la existencia jurídica de la Iglesia y obligaba a una simulación permanente en el cumplimiento de la ley. Uno de los usos y costumbres más absurdos de esta ideología revolucionaria, era que el presidente de la República y los altos funcionarios de gobierno no podían ser religiosos creyentes y menos practicantes, y si lo eran, debían ocultarlo y no mostrarlo en público, y, de ser posible, tampoco en privado. Esta tradición se consolidó y logró que, en un país preminentemente católico, la mayoría de los Presidentes de la posrevolución fueran agnósticos e incluso ateos. No obstante, así como había sucedido con muchos liberales post-juaristas, los políticos de la familia revolucionaria, al no tener religión, tuvieron de todas formas necesidades espirituales que llenar, vacíos existenciales que trataron de subsanar con acercamientos a lo sobrenatural.
La doctrina pseudo-religiosa que más éxito tuvo entre los liberales y después entre algunos políticos revolucionarios fue el espiritismo. Ahí están los casos de Justo Sierra, Francisco Madero y posteriormente Plutarco Elías Calles y otros miembros de su camarilla política que eran muy aficionados a asistir a sesiones espíritas.
La tradición irreligiosa siguió hasta los últimos presidentes del régimen priísta. Más allá de como afectó esto al tipo de gobierno que ejercieron y a los valores éticos que los guiaron en su relación con el poder y el dinero, en sus vidas personales y familiares eso tuvo efectos generalmente negativos. José López Portillo, quien presumía que, desde los 14 años, leyendo a Hegel había perdido la fe, tuvo una vida familiar que transitó entre la inmoralidad y la tragedia, donde se vivieron situaciones dignas de novela rusa. De hecho, su hija menor, Paulina, escribió una novela sobre sus vivencias familiares que se titula El Horror. Ella terminó alejándose del mundo, dejando a su esposo e hijas para volver a aparecer años después como la principal seguidora del gurú Babaji Singh Khalsa con quien finalmente se unió. Totalmente transformada, cambió su nombre por el de Amrit Kaur y viste de túnica blanca y turbante. Considerada ahora gurú del Yoga Kundalini, vive en comunidad con otros yogis la regla monástica de la religión Sijh.
Emiliano Salinas Occelli, quien es hijo del presidente Carlos Salinas de Gortari, de alta preparación y estudios en Harvard, confiesa que, teniendo una posición muy próspera en lo económico y en lo social, con múltiples privilegios, mientras terminaba de estudiar el posgrado, se sentía perdido, su vida estaba a la deriva, llena de dudas y de angustia. Ahí conoció a Keith Raniere y tomó su curso de “couching” ejecutivo, que terminó por convertirse en un “couching” de vida y de apoyo síquico-emocional. En un video público confiesa frente a Raniere, cómo conocerlo le cambió totalmente la vida y le agradece todo lo que le ha dado en armas espirituales. Emiliano se ha convertido en su socio y uno de sus principales colaboradores en sus empresas. Raniere, como directivo del corporativo NXIVM (Nexium), ha sido acusado de encabezar realmente una secta. Recientemente el New York Times y otros medios de comunicación importantes como el Huffington Post, han difundido testimonios de personas que acusan a Vanguard, (nombre con el que se hace llamar ante sus fieles) de actuar como un típico profeta carismático de un culto, que exige sumisión e incluso conductas humillantes a su círculo más cercano. Más aún, hay denuncias de que, en el curso de empoderamiento para mujeres, en cierto nivel, les exige a sus seguidoras tener un peso y una figura determinada para cuando él decide tener relaciones íntimas con ellas, y otras confesaron que fueron marcadas en la piel con las iniciales de su líder. Salinas ha negado esto, pero las acusaciones hacia Raniere y NXIVM van en aumento.
Mariana Colosio, hija del excandidato del PRI a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio, se casó con un músico que se hace llamar DJ Vedant pero, asimismo, éste se ostentaba como maestro de la filosofía Vedanta. Esta filosofía-religión, proviene de los escritos Vedas, más antiguos que la religión brahamánica y que el hiduísmo. Vedant, cuyo nombre real es Diego Navarro, y su esposa Mariana se decían chamanes espirituales y organizaban cursos-retiros de sanación en una casa en Tepoztlán. En uno de esos retiros, en un ritual, le dieron un brebaje a un cliente diabético que pago por el curso pensando que iba a encontrar curación y felicidad, y en realidad tuvo una reacción que le provocó la muerte. Ese joven era hijo de una actriz de televisión, quien lleva dos años de peregrinar en las instancias judiciales para aclarar la muerte de su hijo y para que se deslinden responsabilidades. Ella denuncia que el poder económico y político de los presuntos responsables ha hecho que las autoridades hayan sido omisas.
En fin, esos son algunos ejemplos (hay más) de hijos de prominentes hombres de poder que, ante la ausencia de fe y vida religiosa, frente a situaciones críticas en su vida buscaron de dónde asirse para reconstruirse y retomar el camino, lo cual es humano, están en todo su derecho y es muy respetable. Sin embargo, en esa búsqueda, a veces, encuentran grupos seudo-religiosos que pueden ser producto del engaño o la charlatanería, o cultos carismáticos que pueden terminar haciéndole daño a ellos mismos, y lo que es peor, a terceros inocentes.
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