El pueblo sabio, que ve el futbol, sabe distinguir cuando el árbitro hace todo lo que puede para beneficiar a un equipo, lo identifican como un árbitro vendido. En la política, como en el futbol, el público se apasiona, las emociones suelen desbordarse, sobre todo ante una injusticia en donde el órgano electoral actúa sin imparcialidad, las reacciones ante la injusticia pueden encender los ánimos como sucede ahora en Venezuela. En política, un árbitro vendido, pone en riesgo a la misma democracia, y ahora todos se dan cuenta que, en aquel país, el Consejo Nacional Electoral, trabaja en favor de Nicolás Maduro.
Ante una grave injusticia el ser humano reacciona y manifiesta su molestia en distintas formas. Y como vemos en Venezuela, el grupo político que se encuentra en el poder suele reaccionar tratando de censurar el clamor de los ciudadanos, llegando hasta la represión violenta, ya que es la única manera de conservarse en el poder.
Para que esto ocurriera en Venezuela tuvieron que gestarse muchas acciones previas, pero sin duda una de ellas, es la captura de las instituciones electorales, donde el juez se vuelve parte de grupo gobernante, tal como ocurría en el México en el siglo XX. La misma institución encargada de organizar y dar resultados estaba bajo la dirección de la Secretaría de Gobernación, que por eso justificaba los fraudes al voto popular, incluso un ex secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, ante la evidencia de que había perdido su partido en el estado de Chihuahua en el verano de 1986, reconocía que se hizo fraude, pero que era un “fraude patriótico”.
Para que las elecciones sean justas, es necesario que el instituto electoral, el árbitro de la contienda, sea realmente independiente e imparcial, de lo contrario, todo será una simulación de la democracia, las elecciones se convierten sólo en procesos falsos donde ya se sabe de antemano quien va a “ganar”. Por eso ahora que el órgano electoral de Venezuela no ha podido presentar las actas del supuesto triunfo de Nicolás Maduro, queda en evidencia que las elecciones en ese país son sólo una máscara para simular que la gente mantiene su apoyo a un régimen fracasado.
Ver la ruta que ha seguido Venezuela debería encender las alertas en México, sobre todo porque buena parte del Instituto Nacional Electoral (INE) ha sido capturado por el actual gobierno y eso quedará en evidencia cuando se califiquen las elecciones del Congreso, que podrían arrojar una sobre representación del partido en el gobierno, para darle el poder de cambiar la constitución y hacer leyes y reglamentos que terminen por destruir la democracia que apenas empezaba a vivirse en México.
La ruta de la destrucción de las instituciones democráticas puede regresarnos a la dictadura imperfecta, y recuperar la libertad de elegir nos puede llevar muchos años. Parte de plan C del presidente, es justamente acabar con el INE, tal como lo conocemos, de ahí que ahora Luisa María Alcalde, actual Secretaria de Gobernación, sea la encargada de dar reportes de cómo quedará integrado el Congreso, labor que sólo le correspondería al INE.
Al populismo de izquierda siempre le va bien los primeros años, porque reparte el dinero de todos los contribuyentes que trabajan, y todo va de maravilla hasta que se lo acaban. En un mundo donde el discurso instalado es obtener más derechos subsidiados, con cero responsabilidades del pueblo, se ha fortalecido una segunda ola de populismo destructivo, donde muchos gobiernos regalan ese dinero para consolidar sólo a su grupo en el poder. Después, como la historia lo ha mostrado una y otra vez, los países terminan quebrados, con mas pobres y con sus ciudades destruidas. Y donde el último recurso que sobreviene es la represión sobre ese pueblo que ahora sufre la injusticia y que no le queda más que levantar su voz indignada: ¡El árbitro está vendido!
“Hay pocas esperanzas para la democracia si los corazones de hombres y mujeres en sociedades democráticas no pueden ser tocados por un llamado a algo más grande ellos mismos”.
Margaret Thatcher
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