La reforma más audaz cuelga de un cónclave

Mientras Roma despide con lágrimas al Papa Francisco, otra historia menos visible pero igual de trascendente queda en suspenso: el futuro del Sínodo sobre la Sinodalidad, uno de los proyectos más ambiciosos del pontificado que ahora, tras la muerte del Papa, enfrenta su mayor incertidumbre.

Convocado en 2021, este sínodo no fue uno más. Inspirado por la visión de una “Iglesia que escucha”, buscó renovar las estructuras de toma de decisiones en todos los niveles eclesiales, abriendo el proceso sinodal a obispos, religiosas, laicos y jóvenes en todos los continentes. Su fase cumbre ocurrió en octubre de 2024, cuando representantes de todo el mundo se reunieron en Roma en un ejercicio sin precedentes de escucha colectiva. Francisco había previsto una segunda sesión en octubre de 2025, apostando por una metodología bifásica que reflejara su profundo deseo de que las reformas no fueran improvisadas, sino fruto de maduración eclesial.

La exhortación que no llegó

Tradicionalmente, al terminar un sínodo, el Papa redacta una Exhortación Apostólica que recoge y oficializa sus conclusiones. Así fue con Amoris Laetitia tras el sínodo de la familia, y con Christus Vivit tras el dedicado a los jóvenes. Pero esta vez, Francisco no alcanzó a firmar la exhortación final del sínodo sobre la sinodalidad. La muerte interrumpió su pluma.

“El documento estaba siendo gestado, pero ahora todo depende del próximo Papa”, confirma el cardenal maltés Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos. “El proceso está vivo, pero necesita confirmación. No basta con haberlo escuchado todo si no se actúa después”.

Un legado que pesa… y espera

Las propuestas sinodales son, por decir poco, transformadoras. Algunas ya conocidas:

  • Mayor participación de mujeres en roles de liderazgo.
  • Apertura al diaconado femenino.
  • Posibilidad de ordenar hombres casados en zonas con escasez de sacerdotes.
  • Derecho a voto para laicos en decisiones pastorales clave.

Pero más allá de las propuestas puntuales, el corazón del sínodo es otro: cambiar la cultura interna de la Iglesia, pasar del clericalismo al discernimiento comunitario. Francisco lo expresó con claridad en su discurso inaugural: “La sinodalidad no es un experimento, es la forma de ser Iglesia en el siglo XXI”.

¿Y ahora qué? El cónclave como termómetro

En medio del duelo, la elección del nuevo Papa será también una decisión sobre el destino del camino sinodal. Algunos cardenales, como el luxemburgués Jean-Claude Hollerich, quien fungió como relator general del proceso, encarnan el espíritu reformista y podrían dar continuidad a la visión de Francisco.

“Si elegimos a un pastor que comprenda que el pueblo ha hablado, el sínodo tendrá continuidad”, dijo el cardenal Leonardo Steiner, arzobispo de Manaos, en declaraciones al diario L’Osservatore Romano. Otros sectores más conservadores, sin embargo, podrían ver esta transición como una oportunidad para ralentizar o revisar lo avanzado.

Testimonios desde la base

Desde las comunidades parroquiales hasta los movimientos eclesiales, hay quienes observan con inquietud. “Participamos en sesiones sinodales en nuestra diócesis, con esperanza. Sería muy duro que todo eso quedara en el olvido”, comenta Rosa María Torres, agente de pastoral en Querétaro, México.

En África, el padre John Mumbere señala que “el sínodo nos dio voz como nunca antes. Por primera vez sentimos que Roma nos escuchaba de verdad. Ahora rezamos para que el nuevo Papa no cierre esa puerta”.

Una Iglesia expectante

La herencia de Francisco está en juego. Su insistencia en una Iglesia más inclusiva, menos burocrática y más evangélica, quedó plasmada en este proceso sinodal. Como dijo en una de sus últimas intervenciones: “Caminar juntos es el camino de la Iglesia del mañana”.

Hoy, ese camino está trazado, pero no recorrido del todo. El nuevo pontífice podrá continuar, ajustar o frenar el paso. Lo que es seguro es que el sínodo ha dejado una huella en miles de comunidades que ya comenzaron a pensarse de forma distinta.

En este momento de espera, Roma y el mundo católico se preguntan si el sucesor de Pedro caminará por la senda que Francisco abrió. Y como resuenan en las Congregaciones Generales previas al cónclave, acaso alguien recordará esta consigna del Papa difunto: “Sinodalidad es nombre de Iglesia”. Solo falta saber si esa convicción tendrá eco en el próximo timonel de la barca de Pedro.

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