El Espíritu Santo en tiempos digitales

Tras las solemnes exequias del papa Francisco, el Vaticano se prepara para uno de los momentos más trascendentes de su historia reciente: el cónclave. Entre el 6 y el 11 de mayo —siguiendo los lineamientos de la constitución Universi Dominici Gregis— 135 cardenales electores de 71 países ingresarán a la Capilla Sixtina para elegir al nuevo sucesor de Pedro.

“Será el cónclave más diverso, plural e imprevisible que hayamos visto”, señala el historiador eclesiástico Massimo Faggioli. En efecto, el legado de internacionalización de Francisco marca esta elección, con más del 80% de los electores designados por él mismo. Pero ni la cantidad ni el origen garantizan alineamiento automático: la Iglesia llega dividida y polarizada.

El ritual y el misterio: ¿cómo se elige un Papa?

Antes de que las puertas de la Sixtina se cierren, los cardenales celebrarán congregaciones generales diarias en el Aula Nueva del Sínodo. Allí compartirán preocupaciones, reflexiones espirituales y criterios para el perfil del próximo Papa. Estas reuniones —a menudo más importantes que las votaciones mismas— ayudan a tejer acuerdos invisibles y filtrar a los “papables”.

Cuando finalmente entonen el Veni Creator Spiritus y juren guardar secreto, el mundo verá cerrarse las puertas de mármol. Adentro, sin dispositivos electrónicos y sin más contacto con el exterior, los cardenales votarán hasta alcanzar dos tercios: 90 votos sobre 135.

El procedimiento permanece prácticamente inalterado desde 1274. “La clave está en la oración, no en la política”, recordaba el cardenal Jorge Mario Bergoglio en 2005, antes de convertirse en Francisco. Pero esta vez, el contexto global y la presión mediática hacen de la discreción un bien frágil.

Ecos del pasado: cónclaves que marcaron época

El cónclave de 1978 eligió dos Papas en apenas dos meses. El segundo, Juan Pablo II, cambió la historia contemporánea. En 2005, tras su muerte, se impuso Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) en un cónclave de solo cuatro días. En 2013, la renuncia de Ratzinger dio paso a Francisco, el primer Papa latinoamericano y jesuita.

Cada elección refleja su tiempo. Este 2025 no es la excepción: una Iglesia golpeada por escándalos, tensiones doctrinales y un mundo polarizado busca ahora no solo a un líder, sino a un símbolo de unidad.

¿Quiénes son los “papables”?

En Roma y en los medios ya circulan 15 nombres con posibilidades. Entre los más mencionados:

  • Pietro Parolin (Italia, 70 años): actual Secretario de Estado. Moderado, diplomático, cercano a todos los bandos. Figura de continuidad institucional, pero sin el carisma pastoral de Francisco.
  • Matteo Zuppi (Italia, 69 años): arzobispo de Bolonia y miembro de Sant’Egidio. Enviado especial en la guerra de Ucrania, combina carisma, compromiso social y fidelidad a Francisco.
  • Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo, 66 años): relator del Sínodo sobre la Sinodalidad, representa el impulso reformista. Cercano a los jóvenes y a las periferias.
  • Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años): exarzobispo de Manila, hoy en Roma. Emblema del catolicismo asiático. Carismático y pastoral, pero su visibilidad ha disminuido.
  • Christophe Pierre (Francia, 78 años): nuncio apostólico en EE.UU. Influyente en el ámbito diplomático, aunque por edad estaría al borde del límite electoral.
  • Odilo Scherer (Brasil, 74 años) y Felipe Arizmendi (México, 84 años): mencionados más por su representación regional que por posibilidades reales.

Del ala conservadora, se barajan figuras como el cardenal africano Robert Sarah, que podría ser excluido por edad, o el norteamericano Raymond Burke, marginado en años recientes.

Un cónclave marcado por tensiones y nuevos desafíos

Francisco nombró a la mayoría de los electores, pero no todos comparten su visión. “Incluso entre sus cardenales hay sectores que desean frenar reformas como la sinodalidad o el papel de la mujer”, advierte el vaticanista Marco Politi.

El riesgo mayor es el estancamiento: sin un candidato de consenso, el cónclave podría extenderse, como ocurrió en 1846 (duró 10 días) o en 1831 (50 días). A eso se suma un nuevo desafío: las redes sociales y campañas de desinformación, que buscan influir en el perfil público de los papables.

El Vaticano ha pedido a los cardenales “no dejarse presionar por el ruido exterior”, según filtraciones de las congregaciones generales. Pero el peso del momento es ineludible.

¿Habemus pontem?

El nuevo Papa heredará una Iglesia global, profundamente interconectada, marcada por crisis internas y la expectativa de renovación. Será un puente —un pontifex— entre generaciones, culturas, visiones teológicas.

La fumata blanca que surja de la Sixtina no será solo una señal de humo: será el símbolo de que 135 hombres de distintas lenguas, continentes y realidades fueron capaces de escuchar, discernir y ponerse de acuerdo en el nombre de Cristo.

Y en los labios de millones volverá a pronunciarse, entre lágrimas, aplausos o silencio sagrado, esa frase que nunca pierde su fuerza:
Habemus Papam.

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