Iqbal Masih, un niño paquistaní que sólo vivió 11 años, es uno de los miles de casos al rededor del mundo de menores víctimas de esclavitud infantil, a quien no sólo se le arrebató su niñez, también su dignidad y hasta la vida misma.
Iqbal nació el 1 de octubre de 1983 en Pakistán, pertenecía a una familia pobre y cuando apenas tenía cuatro años, a cambio de un préstamo su padre lo cedió a un fabricante de alfombras, en las que el pequeño trabajaba más de 12 horas encadenado al telar donde trabajaba y frecuentemente era maltratado con golpes. Cuando tenía 10 años, logró escapar y ser apoyado por el Frente de los trabajadores de ladrillos, para denunciar los abusos que sufrió y seguían padeciendo otros niños. Las autoridades clausuraron la fábrica y condenaron al dueño de la misma.
Pero la vida de Iqbal no duró mucho, el pequeño fue amenazado varias veces de muerte hasta que el 16 de abril de 1995 mientras montaba en bicicleta recibió un disparo mortal.

Su historia sigue siendo símbolo de una realidad lacerante: millones de niños en todo el mundo continúan atrapados en redes de explotación y abuso, y fue la inspiración para conmemorar el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil.
De acuerdo con cifras publicadas por Unicef y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al menos 160 millones de niños son víctimas del trabajo infantil, de ellos, 28 millones se encuentran en condiciones de esclavitud moderna, lo que implica trabajos forzados, trata, servidumbre por deudas o explotación sexual.
A pesar de los avances legislativos en diversas regiones, la esclavitud infantil persiste como un fenómeno global que trasciende fronteras, sectores y culturas.
Según el último informe de la OIT, África concentra la mayor proporción de niños trabajadores (una de cada cinco niñas y niños), seguida por Asia y el Pacífico. Las regiones más afectadas combinan pobreza estructural, conflictos armados y sistemas legales débiles que facilitan la explotación.
Los sectores donde más se concentra la esclavitud infantil son: en la agricultura, minería e industria.
Agricultura: Desde plantaciones de cacao en Costa de Marfil hasta cultivos de café en América Latina, millones de niños trabajan expuestos a pesticidas, sol extremo y maquinaria peligrosa.
Minería: En la República Democrática del Congo, alrededor de 40 mil menores laboran en minas de cobalto, un mineral clave para la industria tecnológica global.
Industria textil: Investigaciones del diario El País revelaron que el trabajo infantil persiste en fábricas de India y Bangladesh, que abastecen a marcas internacionales de ropa.
Expertos de asociaciones civiles y académicos coinciden en que la demanda global de productos baratos está empujando a miles de niños a situaciones de esclavitud moderna. Detrás de cada camiseta o dispositivo electrónico puede haber una historia de explotación.
Entre los principales factores que perpetúan este fenómeno están la pobreza, el analfabetismo, la desigualdad de género y las deudas familiares. En muchos casos, los niños son utilizados como garantía para pagar préstamos, una práctica conocida como servidumbre por deudas, aún común en regiones del sur de Asia.
Las consecuencias para los menores son devastadoras: pérdida del acceso a la educación, malnutrición, traumas psicológicos, y riesgo de accidentes mortales. “Cada año, al menos 22 mil niños mueren como resultado del trabajo infantil peligroso”, reportó la OIT en 2023.
México no escapa a este flagelo
La esclavitud infantil existe en México a partir de diversas modalidades, como la explotación sexual, el trabajo forzado (con frecuencia en campos agrícolas, minas y maquiladoras), la mendicidad forzada, el sicariato y el reclutamiento para el crimen organizado, señaló Carmen Gabriela Ruiz Serrano, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
A esas dolorosas prácticas, se suma actualmente aquella que se realiza a través de teléfonos celulares, computadoras y demás dispositivos electrónicos que los menores de edad manejan con destreza y habilidad.

“La digitalización amplía y complejiza la esclavitud infantil, la cual tiene hoy nuevas formas de explotación cuando obligan a una niña, niño o adolescente a ser un extorsionador digital, o cuando los adultos aprovechan para sus fines contenidos infantiles en las redes sociales”, afirmó.
Con motivo del Día Mundial contra la Esclavitud Infantil, que se conmemora este 16 de abril, la maestra en Terapia Familiar y doctora en Trabajo Social explicó que en México ha sido homologada con la trata de personas en contra de niñas, niños y adolescentes, pues existen expresiones donde este grupo etario es víctima.
“Si partimos de la Ley General para Prevenir y Sancionar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos, identificamos expresiones ya tradicionales con otras nuevas que, en nuestro país, nos lleva a contextos más complejos donde son obligados a desarrollar diferentes actividades (a veces sexuales y otras laborales) y son expuestos a través de redes sociales para beneficio de los adultos”, detalló.
De acuerdo con el más reciente Informe Mundial sobre la Trata de Personas, realizado en 2024, se está integrando a este flagelo la mendicidad forzada (menores que piden limosna para beneficio de un adulto) y la inclusión de niñas y niños en actividades criminales.
No hay una disminución, sino que se está ampliando a nuevas modalidades insiste la especialista quien reconoce que en el país no existen cifras precisas sobre la esclavitud infantil, debido a que está ligada a la clandestinidad y a los grupos criminales.
“Lo que se sabe es que hay alrededor de tres mil 800 carpetas de investigación de 2017 a 2021 en las que se documentó el delito de trata”, manifiesta.
En el tema del reclutamiento para actividades delictivas antes de la pandemia se estimaba en un aproximado de 30 mil menores de edad, pero después de la emergencia sanitaria se consideraba que habría un incremento de hasta 150 mil, mencionó la especialista.
Lo que estamos viviendo en el país nos muestra una cruda realidad en diferentes estados de la República, donde se les utiliza de forma forzada y a veces aparentemente consensuada, reveló.
En las familias y comunidades no hemos logrado desarrollar un escenario de protección y cuidado, y esto ha sido aprovechado para vincularlos a grupos que generan pertenencia, como ser sicario o trabajadora sexual. La idea de pertenencia es muy seductora, pues de algún modo son vistos, puntualizó.
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