Una consecuencia inmediata derivada de la invasión de Rusia a Ucrania es el incremento de la pobreza en América Latina, que en el caso de México se calcula aumentará un punto porcentual en 2022, aseguró Eduardo Gudynas, por lo que consideró necesario reorganizar la producción de alimentos en la región.
El investigador del Centro Latinoamericano de Ecología Social de Uruguay refirió que de acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el aumento de los precios de los combustibles y la inflación, sumados a la herencia de problemas económicos derivados de la pandemia, explican el fuerte impacto sobre la pobreza en la región.
Al participar en el primer Foro Crisis alimentaria, cambio climático y alternativas de sustentabilidad, convocado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), abundó que el conflicto bélico tendrá serios efectos en América Latina por la escasez en la disponibilidad de suministros, que serán más caros, la persistencia del desempleo, factores que se mezclan con los problemas no superados que dejó el COVID-19.
“En una primera ola tuvimos alzas de costos en los minerales, agroalimentos y energía; luego una caída que mantiene la volatilidad; en una segunda, se observan impactos en el comercio global, en las finanzas y en la disponibilidad de las inversiones, además que se alteraron las rutas del comercio global por la relocalización de exportaciones rusas”, enfatizó.
El especialista indicó que por el aumento de precios de combustibles y comestibles en Perú y Ecuador se han dado protestas de la población, mientras en Brasil se generó una huelga de camioneros.
Por otro lado, explicó que Rusia tiene un patrón de exportaciones parecido al de un país latinoamericano, casi todos son productos extractivos como el gas, hidrocarburos y agroalimentos, por lo que puede decirse que una economía extractiva invadió a otra.
Además, observó que previo a la invasión a Ucrania prevalecía “un cierto consenso de que la globalización había triunfado y que los flujos comerciales estaban marchando de la mano de las empresas”. Sin embargo, “con la guerra se derrumbó la metáfora de que dos países que cuentan con McDonald’s no entran en guerra, esa parábola encarna que la presencia de empresas capitalistas está en auge en esas naciones, pero la realidad acabó con esa idea”.
Mencionó que a Rusia se le han aplicado más de seis mil sanciones económicas y comerciales, lo que suma más que las atribuidas a Irán y Siria, en tanto las empresas trasnacionales aceptaron los castigos y se retiraron del país.
Asimismo, se han incrementado el costo de los metales, granos e hidrocarburos. En el caso de los hidrocarburos, en un primer momento subieron los precios aunque ya han bajado, a pesar de ello persiste una fuerte volatilidad, por lo que para frenar las afectaciones en el mercado energético, Estados Unidos ha liberado parte de su stock de petróleo, apuntó.
Con lo que respecta a los costos de los fertilizantes, indicó que estos sufrieron un aumento, aspecto que ya estaba en curso desde hace tiempo, lo cual tiene un efecto negativo sobre la dotación para México.
El incremento de los agroalimentos es otro de los aspectos que ha desencadenado la guerra en Ucrania, “a eso le podemos llamar la inflación verde, puesto que tanto Rusia como Ucrania son grandes exportadores de productos agrícolas”, lo que se vio reflejado en la subida en los precios de la soya y el azúcar.
El costo de los fertilizantes nitrogenados que compran los países latinoamericanos también ha registrado variaciones desde finales de 2020, aunque con la guerra la elevación fue mayor.
El investigador dijo que en el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania los energéticos se usan como arma de guerra, al igual que los alimentos, de lo cual en Latinoamérica somos poco conscientes, porque podemos surtir la canasta básica, pero se requiere que las naciones aborden este problema en forma coordinada”, subrayó.
En este sentido, dijo que es importante reorganizar la producción de alimentos en América Latina, buscar que los productos de Brasil se redirijan a países que tienen déficit, pero desde los gobiernos no existen proyectos que busquen coordinar la producción agrícola, además que desde la academia no hay un debate sobre la necesidad de la integración de un polo regional.
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