El director general de la OIT, Guy Ryder, insistió en que los países del orbe deben actuar paralelamente en materia de salud y en el plano económico para no descuidar el bienestar de la población mundial.
Como consecuencia de la pandemia del COVID-19, en el mundo se ha presentado una caída “masiva” de los ingresos laborales y grandes disparidades en materia de incentivos fiscales que amenazan con aumentar la desigualdad entre los países más ricos y los más pobre, advierte la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en la sexta edición del Observatorio de la OIT: La COVID‑19 y el mundo del trabajo.
El análisis destaca que a escala mundial los ingresos provenientes del trabajo han sufrido una pérdida de alrededor de 10.7 por ciento, y en donde la mayor reducción se observó en los países de ingresos medianos bajos, en los que la pérdida de ingresos provenientes del trabajo alcanzó 15.1 por ciento; la región más afectada fue América que registró una pérdida de 12.1 por ciento.
El estudio analiza la eficacia de las medidas de incentivo fiscal encaminadas a mitigar los efectos adversos de la pandemia en el mercado laboral, rubro en el que destaca que, durante el segundo trimestre de 2020, se visualizó que cuanto mayor es el alcance de las medidas de incentivo fiscal (como porcentaje del PIB), menor es la pérdida de horas de trabajo registrada.
De esta manera, de mayo a julio se observó que la intensificación del uno por ciento de las medidas de incentivo fiscal con respecto al PIB anual, contribuyeron a mitigar aún más, en 0.8 por ciento, la pérdida de horas de trabajo.
No obstante, pese a que las medidas de incentivo fiscal han constituido una ayuda fundamental para fomentar la actividad económica y mitigar la pérdida de horas de trabajo, su aplicación se ha concentrado en países de altos ingresos, habida cuenta de la limitación de recursos de los países emergentes y en desarrollo para financiar esas medidas, subraya el documento.
“Con objeto de que los países en desarrollo alcancen la misma relación que existe en los países de ingresos altos entre el valor resultante de la aplicación de medidas de incentivo fiscal y el asociado a la pérdida de horas de trabajo, los primeros tendrían que invertir 982 mil millones de dólares suplementarios (45 mil millones de dólares, en el caso de los países de ingresos bajos, y 937 mil millones de dólares, en el caso de los países de ingresos medianos bajos). La brecha en materia de incentivo fiscal en los países de bajos ingresos es inferior al uno por ciento del valor total resultante de la aplicación de las medidas de incentivo fiscal anunciadas por los países de altos ingresos”, resalta la OIT.
El análisis destaca que la amplia “brecha en materia de incentivos fiscales” tiene efectos aún más adversos si se tienen en cuenta los deficientes programas de protección social de muchos países en desarrollo. Por otro lado, varios de esos países han tenido que reasignar partidas presupuestarias de gasto público, en detrimento de otros fines, a fin de mitigar los efectos de la crisis en el mercado laboral.
El director general de la OIT, Guy Ryder, insistió en que los países del orbe deben actuar paralelamente en materia de salud y en el plano económico para no descuidar el bienestar de la población mundial. “Al tiempo que redoblamos esfuerzos para vencer al virus, debemos adoptar medidas a escala lo antes posible para paliar sus efectos en los planos económico, social y laboral. En particular, fomentar el empleo y la actividad empresarial y garantizar los ingresos”, subrayó.
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