El robo de petróleo y derivados por medio de perforaciones en oleoductos creció en los últimos años en Brasil, especialmente en Río de Janeiro, donde operan grupos criminales que ganan millones de dólares y ejercen una violenta lucha armada para acceder ilícitamente a este recurso.
En marzo pasado, la policía brasileña desarticuló parte de una cuadrilla, con base en Río de Janeiro y lazos en los estados de Sao Paulo y Minas Gerais, que se dedicaba a robar petróleo por medio de perforaciones en oleoductos de la empresa estatal Petrobras.
Tras una larga investigación, la policía civil descubrió que los criminales –entre los que hay un exconcejal de la región periférica de Río de Janeiro que se encuentra prófugo- actuaban desde junio de 2015 para robar crudo y derivados de la empresa petrolera.
El grupo identificaba las regiones por donde pasan los oleoductos de Petrobras -concentrados en los estados de Río y Sao Paulo- para alquilar los terrenos y en las noches perforar las tuberías a fin de extraer el combustible por medio de un camión cisterna.
En la mayoría de casos, el robo era de petróleo crudo, lo que exigía que el grupo enviara la carga a una refinería clandestina en Sao Paulo para poder vender posteriormente los derivados.
Los criminales vendían el petróleo crudo a un real el litro (0.30 dólares) y a dos reales (0.6 dólares) la gasolina, menos de la mitad del precio del mercado nacional, según los investigadores.
Desde el estallido de la crisis económica en Brasil a finales de 2014 –la peor en décadas-, el robo de combustible en oleoductos, una práctica criminal que además provoca serios riesgos de accidentes, ha crecido vertiginosamente.
Petrobras, la mayor compañía petrolera de Brasil con seis mil kilómetros de oleoductos en el país, señaló que en 2016 perdió 33.4 millones de reales (unos 10 millones de dólares) por el robo de 14 mil litros de combustible.
Este tipo de crímenes creció un 400 por ciento en 2016 respecto al año anterior, según datos de la empresa, que indicó que en 2014 apenas hubo un registro de operaciones de perforación y extracción ilícita en sus tuberías, por 76 el año pasado.
Los investigadores asocian esta criminalidad a milicias que operan en regiones de la periferia de Río de Janeiro, donde los traficantes de droga tienen un control efectivo de barrios enteros.
A pesar de los sistemas de detección y de inteligencia, identificar el robo de combustible en oleoductos es complejo, pues los dispositivos que miden variables como la presión o la cantidad tienen un radio de detección de cinco kilómetros, por lo que es difícil determinar dónde se está produciendo exactamente la fuga.
Otro ejemplo de la proliferación de la criminalidad económica por causa de la crisis en Brasil es el robo de cargas, muchas veces en áreas cercanas a los principales puertos de importación del país.
En Río de Janeiro hubo un aumento del 180 por ciento de estos casos, y en los dos primeros meses del año fueron notificados más de mil 100 casos, según las autoridades.
El sector privado brasileño asegura que entre 2011 y 2016 hubo 97 mil robos de cargas en el país y causaron pérdidas equivalentes a dos mil millones de dólares.
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