La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la interconexión y fragilidad de los sistemas alimentarios mundiales con graves consecuencias para la seguridad alimentaria y nutricional global.
Cerca de 193 millones de personas de 53 países o territorios sufrieron hambre en “niveles de crisis o peores”, lo que supone un aumento de 40 millones en el año transcurrido entre 2020 y 2021 a consecuencia de guerras, cambio climático y crisis económicas, revela el Informe Global sobre Crisis Alimentarias 2022 publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
El estudio señala que este nivel récord incluye a 570 mil personas en Etiopía, el sur de Madagascar, Sudán del Sur y Yemen que se encuentran en la fase de catástrofe y han requerido una acción urgente para evitar un colapso generalizado de los medios de subsistencia y muertes por inanición.
Asimismo, destaca que 12.76 millones de personas se encuentran en “situación de crisis o peor” en cinco países latinoamericanos y caribeños: El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y Nicaragua. El número supone un aumento de un millón de personas en un año.
Haití alberga la mayor crisis alimentaria de la región, con un tercio de las personas hambrientas que suman 4.4 millones, le sigue Guatemala con 3.73 millones de personas con hambre, Honduras, con 3.29 millones, El Salvador con 985 mil y Nicaragua con alrededor de 400 mil personas.
Entre las causas del incremento de la inseguridad alimentaria han influido el alza de precio de los alimentos básicos, la demanda laboral atípicamente baja debida al impacto económico de la pandemia, los eventos climáticos extremos y los altos niveles de inseguridad.
En los países latinoamericanos en crisis los especialistas detectaron una “parcial recuperación” económica tras la temporada de cultivos, por lo que esperan que ello contribuya a una disminución de las personas que padecen hambre a unos 10.8 millones.
La tendencia podría atenuarse por los altos precios de insumos agrícolas que limitan la producción y reducen la demanda de mano de obra agrícola.
Por otra parte, el informe resalta que la guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la interconexión y fragilidad de los sistemas alimentarios mundiales con graves consecuencias para la seguridad alimentaria y nutricional global, y advierte que los países que ya enfrentan altos niveles de hambre aguda son particularmente vulnerables a los riesgos creados por esa conflagración por su alta dependencia de las importaciones de alimentos e insumos agrícolas y su vulnerabilidad ante las crisis de precios de la comida.
El director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, aseguró que “el conflicto, la crisis climática, el COVID-19 y el aumento de los costos de los alimentos y el combustible han creado una tormenta perfecta, y ahora tenemos la guerra en Ucrania acumulando una desgracia sobre otra. Millones de personas en decenas de países están al borde de la inanición. Necesitamos urgentemente fondos de emergencia para sacarlos del abismo y revertir esta crisis mundial antes de que sea demasiado tarde”.
Las agencias de la ONU aseveraron que hace falta dar prioridad a la agricultura en pequeña escala como respuesta humanitaria de primera línea para superar las limitaciones de acceso y como una solución para revertir las tendencias negativas a largo plazo.
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