En el continente americano “vivimos en la región más desigual del mundo y en una de las regiones con mayores niveles de pobreza, (por lo que) nos debemos un compromiso ético con su reducción significativa para que podamos convivir con más derechos para más personas”.
Así lo señala el “Manifiesto contra la Pobreza en las Américas” que presentó la semana pasada el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), en el que realizan planteamientos para que en los países de la zona se trabaje integralmente en el hemisferio para lograr que en cada país de las Américas se reduzca la pobreza a por lo menos un dígito y se implementen de una manera autónoma medidas y acciones políticas e institucionales que permitan alcanzar estos resultados a partir del acceso a derechos, la riqueza compartida y la acción social que elimine vulnerabilidades y asimetrías.
El documento señala que para avanzar hacia la disminución de la pobreza “se requieren democracia e instituciones fuertes con ciudadanía fuertemente igualitaria, con equidad en el acceso a derechos, las condiciones de acceso a derecho deben ser aseguradas a partir de la gobernanza democrática”.
Destaca que la creación de riqueza es fundamental, pero por sí sola no resolverá los problemas de la pobreza si las instituciones no tienen cometidos reales y sostenidos de llegar con soluciones a toda la gente. Para ello se requiere diálogo y consensos en quienes toman las decisiones y organizaciones políticas, económicas y sociales que construyan cohesión a nivel social, económico y político.
Con la finalidad de implementar acciones efectivas que ayuden a reducir la pobreza, la OEA se comprometió a diseñar una estrategia integral, que entre otras estrategias, convocará a los empresarios de las Américas, así como también a la academia y la sociedad civil en el propósito de “iniciar un gran e histórico dialogo que nos lleve por primera vez en nuestra historia a construir entre todos una verdadera agenda que nos permita enfrentar la pobreza que nos agobia, nos entristece y nos fragmenta”.
Justicia social
Dada la importancia de este documento, el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) hizo llegar algunas reflexiones a la OEA con la intención de enriquecer el manifiesto, esperando que con los esfuerzos propuestos por el organismo se desencadene un proceso contundente que actúe con la urgencia y valentía necesarias para lograr un paso trascendente hacia la justicia social en el continente.
En este sentido, además de ratificar su compromiso para continuar en congruencia participando en apoyo a las personas más vulnerables, hizo algunas consideraciones a través de una misiva que hizo llegar a los integrantes de la OEA.
Los Episcopados Católicos de los países en el continente destacaron que la desigualdad no es solo económica, de ingresos y de distribución de recursos; “afecta también las dimensiones sociales y políticas, perpetuando la injusticia, debilitando la democracia, atacando la dignidad intrínseca de la persona y socavando el bien común”.
La Celam indicó que la desigualdad y la falta de oportunidades en el ser humano es una forma de violencia, ya que limita el despliegue de potencialidades de cada persona, lo que además de quebrantar la democracia, va en detrimento de los derechos humanos, generando desconfianza entre los ciudadanos y en las mismas instituciones del Estado.
“Como consecuencia, el tejido social y comunitario se debilita, incrementando aún más la vulnerabilidad de poblaciones enteras, muchas veces lamentablemente criminalizadas, cuando en verdad son víctimas”, resaltó el organismo eclesial.
Asimismo, planteó que a la problemática de la pobreza y la desigualdad, se le suma la explotación y el acceso a la naturaleza, recordando el llamado que el Papa Francisco hace al respecto sobre el cuidado de la Casa Común y la familia, para que se les otorgue a las presentes y futuras generaciones una vida digna.
La polarización política acrecienta la pobreza
El documento que la Celam hizo llegar a la OEA hace referencia a la “enfermedad social” que ha ido permeando a gran parte de las naciones, es decir, la polarización política, que ha generado que la misma sociedad se culpe de ello, pero sin tomar las medidas para contrarrestarla, creando con ello condiciones para que proliferen intereses criminales.
“Esto simplemente perpetúa el ciclo de pobreza e inequidad, agregando desesperanza y eliminando la posibilidad de que emerjan discusiones constructivas y soluciones efectivas”, subraya.
En este aspecto destaca que la esperanza para encontrar un camino hacia la paz es el diálogo, la generación de puentes y el trabajo hacia una cultura del encuentro, teniendo como eje central a las comunidades.
Por otra parte, alude al fenómeno migratorio que está en el contexto actual de los países latinoamericanos y caribeños el cual crece de manera desmedida, como fruto de la falta de políticas claras y de los acuerdos regionales que los Estados proponen que no han sido claros y estos terminan siendo un fracaso en términos sociales y económicos.
A este respecto, la Celam exhorta a que las naciones trabajen en la construcción de políticas claras y construyan condiciones de existencia dignas en cada nación, “para que la migración sea una opción libre, y no un recurso inviable ante la desesperación y la exclusión”.
Los pastores de la Iglesia latinoamericana animan a la OEA para que el trabajo que están por definir y las acciones a seguir estén inspiradas y encaminadas en el clamor de los pueblos, que han sido excluidos de la sociedad.
“Es el momento de ejercer el liderazgo moral y político, de escuchar las voces de justicia que se están levantando en todo nuestro Continente. Esto, además, será el gran aporte de las Américas ante la crisis global”, concluye el documento de la Celam.
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