A fin de disminuir la violencia generada por pandillas en México, El Salvador, Guatemala y Honduras, The Wilson Center está implementando programas aplicados exitosamente en Estados Unidos.
Los esfuerzos para reducir la violencia de pandillas a menudo se consideran altamente dependientes de las condiciones locales; sin embargo, especialistas del Wilson Center analizan si algunos modelos que obtuvieron resultados exitosos en los Estados Unidos podrían aplicarse con los mismos efectos en México y los países del Triángulo Norte que componen El Salvador, Guatemala y Honduras.
Las tres estrategias que específicamente se llevaron a cabo en la Unión Americana con buenos resultados ya están siendo probadas en sus vecinos del sur. De acuerdo al Wilson Center, son las de terapia conductual cognitiva, enfoque comunitario e intervención grupal de la violencia, esto con base en la información que dio a conocer InSight Crime.
En cuanto a la terapia conductual cognitiva (CBT, por sus siglas en inglés) se considera un método efectivo para reducir la delincuencia y la violencia mediante el uso de programación humana, que incluye capacitación en habilidades intelectuales y lecciones sobre desarrollo moral, habilidades sociales y prevención de reincidencia.
Con base en el programa de Chicago Becoming a Man (BAM), “¡Estoy DISPUESTO!” que se centra en mejorar las relaciones con un énfasis en el autocontrol, en El Salvador el Catholic Relief Services (CRS) comenzó a trabajar.
El programa de 16 semanas incluyó lecciones semanales de toma de conciencia y laboratorios de transformación que incluyeron temas como el manejo de la ira, en el que se invitó a los participantes a reflexionar antes de solicitar acceso a distintos escenarios de discusión grupal durante los laboratorios de transformación.
Los grupos estaban conformados por estudiantes de colegio entre 12 y 15 años de edad y adultos privados de la libertad.
El programa se implementó en 10 instituciones de educación en comunidades calificadas como de alto riesgo en San Salvador, junto con el programa de Mindfulness (o Atención Plena) del Catholic Relief Services, que está diseñado para reducir el estrés, la agresión y mejorar la toma de decisiones.
Aunque los datos son limitados todavía, el personal del colegio notó un cambio importante en el control emocional y de comportamiento de los participantes.
En la segunda fase, Segundas Oportunidades, participaron presos adultos en el currículo ¡Estoy DISPUESTO!, el cual ofreció capacitación laboral y lecciones centradas en la familia y la construcción de paz, también los adscritos a este programa recibieron acompañamiento y redes de apoyo para facilitar su eventual reintegración.
De acuerdo a los investigadores, los resultados globales fueron prometedores y mostraron la efectividad del programa, pues una fuente a comienzos de 2020 señaló que el 90 por ciento de los participantes puestos en libertad no habían reincidido en la comisión de delitos hasta la fecha. En 2019, la Dirección General de Prisiones adoptó ese currículo como programa de rehabilitación carcelaria y desde entonces busca ampliar su aplicación en todo el sistema penitenciario salvadoreño.
Otro de los modelos implementados fue el de Cura de la Violencia (CV) que se basa en la idea de que la violencia es una enfermedad aprendida que imita la propagación de enfermedades, con focos geográficos y cronológicos similares a la transmisión de enfermedades.
Para remediarlo, la CV depende de tres métodos principales de control de enfermedades: detección e interrupción de conflictos violentos; identificación y tratamiento de personas de alto riesgo y movilización de las comunidades para cambiar las normas.
De acuerdo a los investigadores, uno de los países más violentos del mundo es Honduras, por lo que decidieron poner en práctica este modelo que anteriormente dio buenos resultados en Estados Unidos.
El programa piloto comenzó en abril de 2013 y se llevó a cabo durante dos años, tiempo durante el cual los interruptores en el lugar lograron mediar entre 14 y 20 conflictos al mes en las zonas de operación. Según datos de Cure Violence, en San Pedro Sula, se presentaron reducciones de tiroteos entre 88 y 94 por ciento en 2014 y 2015, respectivamente.
A diferencia del sistema tradicional de CV, el programa de San Pedro Sula no contrató a expandilleros como interruptores, debido a su incapacidad de salir voluntariamente de las pandillas, y su lugar empleó tácticas de mediación personal en lugar de grupales. En general, el éxito de este modelo mostró el potencial para la implementación efectiva en el Triángulo Norte.
El tercer modelo aplicado por los investigadores se denomina Intervención Grupal de la Violencia (GVI, por sus siglas en inglés), el cual es una estrategia disuasoria dirigida que comienza analizando los datos de violencia con armas e identificando los principales grupos criminales.
El siguiente paso es advertir a los miembros sobre las consecuencias de seguir participando en la violencia o instigándola y se llevan a servicios de apoyo, que incluyen consejería, para promover la disuasión de la comisión de delitos. Otro componente clave es una fuerte relación entre la comunidad y las autoridades.
Este programa se puso en marcha en 2019 en la zona de Plateros, en Ciudad de México, después de que se observó que la mayoría de los homicidios en esta parte de la ciudad no eran resultado directo de la actividad de los grandes carteles, sino el resultado de las operaciones de grupos locales.
Cese al Fuego Ciudad de México dependió de la estrategia de apalancamiento, que ofrece a los individuos varias alternativas a la violencia antes de diferir a “palancas” como la cárcel. El programa también ofreció llamadas de teléfono y notificaciones personalizadas a individuos en riesgo y brindó servicios sociales especializados a los participantes.
Cabe señalar que debido a que este programa es relativamente joven, aún no se cuenta con un estudio amplio de su efectividad.
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