Pamela Guadalupe Gallardo Volante tiene 23 años, es la hija menor y la única mujer de tres hermanos, y como muchos jóvenes de su edad, la música electrónica es su favorita, por lo que se organizó junto con su novio y amigos para asistir al Soul Tech Festival, que se celebraba en el Ajusco, pero Pamela no sabía que ese concierto, celebrado hace más de siete años, sería el último lugar en donde sería vista.
El 5 de noviembre de 2017, Pamela Gallardo desapareció en el Ajusco, zona que forma parte de la alcaldía Tlalpan de Ciudad de México y que se ha clasificado como un sitio rojo y un punto ciego, donde no hay control de lo que sucede por la extensión y condiciones del terreno y clima, por lo que decenas de familias han denunciado desapariciones en el sitio.
De acuerdo con el Comité contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas, desde el 31 de diciembre de 1964 hasta el 29 de febrero de 2024 se registraron más de 100 mil desaparecidos en el país; sin embargo, de acuerdo con colectivos y familiares de desaparecidos, el número es mucho mayor y hay miles de desaparecidos y desaparecidos invisibilizados.
En la capital, hasta diciembre de 2024 se contabilizaron más de cinco mil personas desaparecidas, registrando un importante aumento desde 2019 y se informa que las alcaldías con los mayores índices de personas no localizadas son Iztapalapa, Gustavo A. Madero y la alcaldía Cuauhtémoc. Respecto al Ajusco, colectivos de madres buscadoras han reportado el hallazgo de varios restos humanos.
Familias, revictimizadas y sin justicia
Desde que la joven Pamela, quien hoy tiene 30 años, desapareció, su madre María Guadalupe y su hermano Esteban han sido los principales encargados de movilizarse para encontrarla, y son quienes han sido testigos y víctimas de la indiferencia e injusticias por parte del Estado, que al pasar de los años sigue sin dar respuestas del paradero de la joven.
De acuerdo con Impunidad Cero, entre 2019 y 2022, se registraron 35 mil 669 desapariciones en México, pero en el mismo periodo, los poderes judiciales locales reportaron solo 141 sentencias condenatorias por delitos de desaparición forzada y desaparición cometida por particulares, lo que refleja una impunidad del 99 por ciento en esos casos.
Las familias de personas desaparecidas enfrentan obstáculos significativos para acceder a la justicia y la verdad, pues a menudo, se les niega la participación efectiva en los procesos de búsqueda, lo que agrava su situación de vulnerabilidad, y en algunos casos, las autoridades han culpabilizado a las familias por las desapariciones, sin fundamento alguno, lo que constituye una forma de revictimización.
En entrevista con Yo Influyo, Esteban Volante, hermano de Pamela, indicó “avanzamos 3 pasos y las autoridades nos retroceden 10”, con voz entrecortada pero con tono de fortaleza y aseguró que la búsqueda, los esfuerzos y la lucha “todo es por amor a Pamela, lo único que queremos es la verdad sobre ella y saber dónde está”.
Mientras que su madre, la señora María Guadalupe, compartió que son los mismos familiares de las personas desaparecidas quienes se organizan, hacen búsquedas, investigan terrenos y se capacitan para buscar a sus personas, pues las autoridades no lo hacen, “estoy cansada de tener que exigir justicia a las autoridades”.
De hecho, tanto Guadalupe como Esteban explicaron que cuando Pamela desapareció y pese a que se sabe que las primeras horas son lo más importante en una desaparición, la burocracia y falta de protocolos eficaces hacen del registro de una persona no localizada un infierno y compartieron que en la primera búsqueda en campo que se hizo de la joven, la policía ni siquiera llevaba mapas de la zona, y la familia fue quien lideró la brigada.
Desaparición, la ruptura de una familia
Al día de hoy, el paradero de Pamela sigue sin conocerse y su nombre es uno más de los de miles de mexicanos desaparecidos en México, es una más de las hijas que son arrebatadas de sus padres y una más de las vidas y sueños que son truncados, pero no solo la vida de ella ha sido paralizada, también la vida de su familia.
Y es que desde que nos falta Pamela, hace más de siete años, su madre, Guadalupe, quien era comerciante, abandonó todas sus actividades para dedicarse de lleno a la búsqueda y exigencia de justicia por su hija, mientras que el padre de Pamela y sus hermanos han tenido que continuar trabajando y sacando recursos para financiar la búsqueda de la joven.
Afortunadamente, Guadalupe no se ha quedado sola en la búsqueda de su hija y sus hijos la han apoyado; sin embargo, no muchas madres viven esa ayuda, pues muchas son jefas de familias, con más hijos, quienes no pueden parar su vida para buscar a su hijo, madre, padre o pareja, y deben de vivir eligiendo y debatiéndose el trabajar, cuidar su salud, sacar adelante a sus hijos o buscar a su familiar.
La organización Idheas realizó un estudio que arrojó que el 80 por ciento de los familiares de personas desaparecidas en México tiene daños a su salud por ese suceso, los daños pueden ser físicos, por el desgaste corporal, pero también emocionales, y solo el 20 por ciento de los familiares, aseguró que antes de que su familiar desapareciera tenía mala salud.
Estrés crónico que causa problemas cardiovasculares, depresión, ansiedad, falta de motivación, trastornos de sueño y altos niveles de tristeza son los trastornos o problemas mentales que más afectan la salud de las madres, padres, hermanos, hermanas, tíos y sobrinas de personas desaparecidas en México, quienes lidian con la ausencia cruel de su ser amado.
La desaparición de Pamela Guadalupe Gallardo Volante es un doloroso recordatorio de la grave crisis de desapariciones que afecta a México, un fenómeno que ha dejado devastadas a miles de familias, que siguen luchando por la justicia y por la verdad, y a pesar del paso del tiempo, su caso, como muchos, ha sido marcado por la indiferencia del Estado, la falta de protocolos eficaces y la revictimización.
¿Cómo podemos hablar de un Estado de derecho cuando la desaparición de miles de personas sigue siendo una tragedia sin fin?
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