El sarampión, una enfermedad prevenible mediante la vacunación, ha resurgido como una amenaza global, incluyendo en México, debido a la preocupante disminución de la cobertura inmunológica que ha venido dándose en los últimos años debido a la pandemia de COVID-19, la migración y los movimientos antivacunas, lo cual amenaza con desencadenar brotes que podrían tener graves consecuencias sanitarias.
La investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM, Susana López Charretón, y su alumna de doctorado, Zayda Yurley Fonseca Cobos, explicaron que mientras para alcanzar la inmunidad de rebaño se requiere que al menos el 95 por ciento de la población esté vacunada, en México solo alrededor del 70 por ciento lo está.
Asimismo, destacaron que la pandemia desvió recursos y atención sanitaria, afectando especialmente a la población pediátrica. A esto se suman factores como guerras y migraciones que dificultan los esfuerzos de vacunación. Los movimientos antivacunas también han contribuido, diseminando desinformación sobre supuestos daños de las vacunas y promoviendo la idea de no introducir “nada artificial” en el cuerpo.
El sarampión es una enfermedad altamente contagiosa que puede ocasionar complicaciones graves como encefalitis, ceguera y sordera, e incluso la muerte en uno de cada mil casos pediátricos. Una persona infectada puede transmitir el virus a 10 o hasta 15 individuos más. Afortunadamente, existe una vacuna muy efectiva que, con un esquema completo administrado a los 12 y 18 meses de edad, confiere protección de por vida.
En 2016, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud declararon al continente americano libre de sarampión. Sin embargo, tras la pandemia, se han registrado brotes en México y otras regiones del mundo. En Asia, Europa y África, los brotes han sido exacerbados por movimientos antivacunas. En México, a principios de 2024, se emitió una alerta sanitaria tras casos importados que encendieron las alarmas.
El virus del sarampión infecta exclusivamente a humanos y se transmite principalmente por vías respiratorias o a través de los ojos. Ataca células del sistema inmune en los pulmones y se disemina al resto del cuerpo, afectando el timo, el bazo y los nódulos linfáticos. Los primeros síntomas incluyen fiebre, tos, ojos enrojecidos y manchas blancas en la cara interna de las mejillas, seguidos de erupciones cutáneas. Estos pueden durar entre cuatro y siete días.
“El problema de la baja cobertura de vacunación es que incrementa la población susceptible al contagio”, explicó López Charretón. Si una persona infectada entra en contacto con individuos no vacunados, el virus puede propagarse rápidamente. En contraste, una alta cobertura de vacunación actúa como barrera, previniendo brotes generalizados.
En respuesta, las autoridades sanitarias y expertos están promoviendo campañas para actualizar esquemas de vacunación en niños que no recibieron sus inmunizaciones durante la pandemia. López Charretón también desmintió informaciones falsas sobre los daños de las vacunas y enfatizó que no vacunarse es mucho más peligroso.
La investigadora hizo un llamado a la responsabilidad colectiva, subrayando que vacunarse no solo protege al individuo, sino también a las personas más vulnerables, como inmunodeprimidos y adultos mayores. En Europa, se han registrado casos de adultos mayores infectados por niños cuyos padres decidieron no vacunarlos. “Vacunar a nuestros hijos es una responsabilidad social. La decisión de no hacerlo no solo pone en riesgo a sus propios hijos, sino también a quienes no pueden protegerse”, concluyó.
Es esencial reforzar la educación sobre la importancia de las vacunas y combatir la desinformación para evitar que el sarampión vuelva a ser una amenaza significativa en México y el mundo. La vacunación es una herramienta vital para proteger la salud pública y garantizar un futuro libre de enfermedades prevenibles.
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