“Si las perpetuidades no se pagan a tiempo, arrojan los restos de los difuntos a fosas comunes sin el menor respeto a la familia, a las creencias y al difunto”, aseguró Austreberto Martínez Villegas, doctor en historia.
Benito Juárez es conocido por haber creado las Leyes de Reforma, que tenían la función de separar la Iglesia del Estado y de institucionalizar al gobierno mexicano. Sin embargo, con esas leyes la Iglesia no fue la única que perdió, pues el pueblo fue separado de la religión sobre la que se formaron las bases de México como país.
Las Leyes de Reforma están divididas en dos bloques. Primero se establecieron la Ley Juárez, la Ley Lerdo, la Ley Lafragua y la Ley Iglesias, que abarcaban distintos aspectos entre Iglesia y Estado, como quitar al clero poder, territorios y cobrar servicios a instituciones religiosas.
Posteriormente se decretaron más leyes. En este segundo bloque se encontraban la Ley del Registro Civil, la Ley de Libertad de Cultos, la Ley de Extinción de Comunidades Religiosas, Ley de Supresión de Fiestas Religiosas y la Ley de Secularización de Cementerios. Estas leyes surgen en plena lucha entre liberales y conservadores.
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Creyentes apartados de ‘Tierra Santa’
La Ley de Secularización de Cementerios fue decretada el 31 de julio de 1859, hace 160 años y revocó el derecho de que creyentes religiosos tuvieran descanso eterno en ‘terreno sagrado’. Estableció que la Iglesia dejaría de tener control sobre los cementerios, eliminando prácticamente los panteones religiosos y promoviendo los civiles.
Austreberto Martínez Villegas, doctor en Historia moderna y contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y maestro en humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), indicó que, una vez que el Estado estableció estas leyes, despojó a la Iglesia de la influencia que tenía en las personas, y que estaba presente principalmente en el nacimiento, el matrimonio y la muerte.
“La sociedad tenía muy arraigada la idea de ser enterrados en ‘terreno sagrado’ cerca de un lugar santo, como parte de la creencia en la resurrección eterna”, comentó el historiador en cuanto a las creencias que la sociedad mexicana tenía respecto a los panteones eclesiásticos.
Con esta Ley fueron desapareciendo los panteones que la Iglesia tenía, pues además de que perdió control sobre los procesos funerarios, también perdió terrenos, por ello ya no había espacios suficientes para instalar panteones.
Martínez Villegas indicó que con la aparición de los panteones civiles, también llegó la compra de tumbas a perpetuidad. Pero esa práctica terminó por hacer que se perdiera el respeto a los difuntos y a sus familias. Las perpetuidades de tumba se pagan cada cinco, seis o siete años, dependiendo de cada panteón y si no se pagan “los encargados arrojan los restos de los difuntos a fosas comunes sin el menor respeto a la familia, a las creencias y al propio fallecido”.
El doctor en Historia recalcó que en los panteones controlados por la Iglesia estas situaciones no ocurrían; sin embargo, “el Estado, al ser laico, no tiene conciencia espiritual y para él cuenta más lo económico”, explicó que lamentablemente estos problemas los vive en su mayoría gente pobre, que no tiene recursos suficientes para pagar una permanencia perpetua de sus difuntos en una tumba.
Finalmente, Martínez Villegas aseguró que es deseable una administración más sostenible de los cementerios a mediano y largo plazo, pues son muy pocos los que ofrecen condiciones dignas y de respeto, tanto a los difuntos como a los deudos.
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