Cada 8 de marzo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Mujer, una fecha que ha evolucionado desde sus orígenes en las luchas laborales del siglo XX hasta convertirse en un día de reflexión global sobre los derechos y la dignidad de la mujer.
Sin embargo, más allá de los discursos políticos y las marchas multitudinarias, esta fecha también es una oportunidad para reivindicar un enfoque integral: reconocer el papel insustituible de la mujer en la sociedad, en complementariedad con el varón, y subrayar la urgencia de lograr una armonización real entre trabajo y familia. Como afirma el documento Mulieris Dignitatem de San Juan Pablo II:
“La mujer no puede encontrarse a sí misma si no es dando amor a los demás”.
El Día Internacional de la Mujer tuvo sus primeras manifestaciones a principios del siglo XX, cuando miles de mujeres exigieron mejores condiciones laborales, el derecho al voto y la equidad en oportunidades. La fecha oficial del 8 de marzo fue reconocida por las Naciones Unidas en 1975, consolidándose como un espacio de reflexión y acción.
Desde entonces, se han logrado avances significativos: las mujeres han conquistado espacios en la política, la ciencia, la empresa y el deporte, transformando estructuras sociales que antes las relegaban. Sin embargo, persisten desafíos fundamentales que requieren una mirada más allá de la simple igualdad de oportunidades.
El discurso predominante sobre la mujer en la actualidad enfatiza la igualdad de derechos, pero muchas veces se olvida que la auténtica plenitud no radica en la competencia con el hombre, sino en la complementariedad.
San Juan Pablo II, en Mulieris Dignitatem, explica:
“El varón y la mujer han sido creados juntos y han sido llamados, desde el principio, no solo a coexistir, sino a complementarse mutuamente.”
Esta visión implica que la igualdad de oportunidades no debe significar la imposición de modelos masculinos en el desarrollo de la mujer, sino el reconocimiento de su identidad propia y de su capacidad transformadora en la sociedad, tanto en el ámbito público como en la familia.
Uno de los mayores retos para las mujeres y los hombres hoy en día es encontrar un equilibrio real entre la vida profesional y la vida familiar.
A pesar de los avances, las mujeres siguen enfrentando una carga desigual de responsabilidades domésticas y de cuidado. Según la OCDE, en México, las mujeres dedican tres veces más tiempo que los hombres al trabajo no remunerado en el hogar.
Pero esto no debe interpretarse como una lucha entre géneros, sino como un llamado a que la sociedad y las empresas permitan que tanto hombres como mujeres puedan dedicar tiempo de calidad a sus familias sin renunciar a su desarrollo profesional.
El papa Francisco ha insistido en la urgencia de revalorizar la familia:
“No hay futuro sin familias fuertes, y no hay familias fuertes si no se permite a padres y madres dedicar tiempo a sus hijos.” (Amoris Laetitia, 2016)
En este sentido, es esencial fomentar políticas de flexibilidad laboral, licencias parentales equitativas y acceso a guarderías accesibles y de calidad.
No cabe duda de que las mujeres han conquistado espacios cruciales en la sociedad. Hoy representan el 40% de la fuerza laboral global y han logrado avances significativos en la ciencia, la política y el deporte. Sin embargo, los desafíos persisten:
- Brecha salarial: En promedio, las mujeres ganan 20% menos que los hombres por el mismo trabajo, según la ONU.
- Carga de trabajo no remunerado: Las mujeres siguen siendo las principales responsables del cuidado de los hijos y el hogar.
- Falta de oportunidades de liderazgo: Solo el 10% de las grandes corporaciones del mundo tienen a una mujer como CEO.
Estos retos solo pueden superarse con una visión equilibrada: una sociedad que valore a la mujer en su plenitud y diversidad, sin presionarla a encajar en modelos impuestos ni por el patriarcado ni por corrientes feministas radicales.
Este 8 de marzo, la reflexión debe ir más allá de las consignas. Es necesario reivindicar la dignidad de la mujer en todos sus aspectos: en su papel en la familia, en la sociedad y en la vida pública.
La clave está en encontrar soluciones reales y concretas que permitan a las mujeres desarrollarse plenamente, sin tener que sacrificar su identidad ni su misión dentro del hogar. Como sociedad, debemos impulsar:
- Políticas que permitan la conciliación real entre el trabajo y la vida familiar.
- Un cambio de mentalidad que valore por igual el aporte del hombre y la mujer en el hogar.
- Oportunidades laborales equitativas sin que las mujeres tengan que masculinizarse para destacar y que permitan evidenciar el talento de las mismas.
El Día Internacional de la Mujer no es solo un día para celebrar logros, sino para mirar hacia el futuro con responsabilidad. La mujer es columna vertebral de la sociedad, no en competencia con el varón, sino en plena armonía y complementariedad.
Si realmente queremos una sociedad más justa y equitativa, el camino no es la rivalidad entre sexos, sino la construcción conjunta de un mundo donde tanto mujeres como hombres puedan equilibrar su vida profesional con su vida familiar sin sentirse obligados a elegir entre una y otra.
Como dijo San Juan Pablo II:
“El futuro de la humanidad pasa por la familia, y el futuro de la familia pasa por la dignidad de la mujer”.
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