El trabajo es un medio a través del cual la persona aporta su esfuerzo y talento para transformar el mundo, construyendo obras y ofreciendo servicios para el bien común, a la par que lo lleva a realizarse como ser humano al tiempo que es una forma de obtener recursos para su sustento económico, además de ser el motor de desarrollo de una sociedad.
Incorporarse al mercado laboral obedece antes que nada a la necesidad de hacerse de recursos para vivir, oportunidades que algunos encuentran en los empleos formales y otros más en la informalidad, lo que a primera vista pudiera no parecer importante siempre y cuando exista una fuente de trabajo para ocuparse, sin embargo, no es tan sencillo y todo ello repercute en el desarrollo de las personas, familias e inclusive el país.
Formalidad e informalidad
Los empleos informales son aquellos en donde la persona realiza una actividad u ofrece algún producto sin que su patrón pague impuestos, por lo que al no dar participación al gobierno de sus actividades se deslinda de obligaciones con sus trabajadores como es tener un contrato, contar con prestaciones como seguridad social o reparto de utilidades, o también que sus salarios sean bajos o varíen según el criterio de su empleador.
En contraste, los empleos formales son los que crean empleadores que reportan actividades a las autoridades hacendarias, dan contrato y una percepción salarial a sus trabajadores, protección social, pensión o jubilación, así como prestaciones de vivienda, principalmente, pero también los dueños de las empresas pueden ofrecer otro tipo de beneficios como vales de despensa, entre otros.
Por otra parte, también se considera la subocupación que conforma la población que si está ocupada pero que tiene la necesidad y disponibilidad de ofertar más tiempo de trabajo de lo que su ocupación actual le permite.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del primer trimestre de 2019 elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la población ocupada informal, que agrupa todas las modalidades de empleo informal (sector informal, trabajo doméstico remunerado de los hogares, trabajo agropecuario no protegido y trabajadores subordinados que, aunque trabajan en unidades económicas formales, lo hacen en modalidades fuera de la seguridad social) llegó a 30.8 millones de personas.
Con cifras desestacionalizadas, la Tasa de Informalidad Laboral creció 0.3 puntos porcentuales en el primer trimestre de 2019 con relación al trimestre inmediato anterior.
La población ocupada en el sector informal alcanzó un total de 15 millones de personas en el primer trimestre de 2019, mientras que la subocupación en este mismo periodo alcanzó 3.7 millones de personas. Por otro lado, la población desocupada que es aquella que no trabajó siquiera una hora durante la semana de referencia de la encuesta, pero manifestó su disposición para hacerlo e hizo alguna actividad por obtener empleo, fue de 1.9 millones de personas.
Trabajar para vivir
Si bien es cierto que mucha gente trabaja desde la informalidad como la única alternativa que tienen para llevar algo que comer a sus familias, este tipo de actividad genera problemas a la economía del país al no recaudar ingresos fiscales, lo que redunda en menores servicios o de menor calidad, así como a la falta de generar empleos de calidad que sean puertas abiertas de oportunidad para la población.
Y no sólo eso, en los últimos años se presentado un triste fenómeno entre los jóvenes egresados de universidades, quienes al no encontrar espacios en el mercado laboral formal tienen que buscar otras alternativas, lo que demerita su desarrollo personal y profesional.
Los puestos de trabajo formales generalmente son ocupados por adultos, hombres, solteros y con mayores grados de estudio; en contraparte, las mujeres, los jóvenes, quienes tienen menores niveles de educación formal y viven en pareja y requieren obtener ganancias en el plazo inmediato, son quienes se enlistan en las labores del sector informal. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) las mujeres laboran con mayor frecuencia en la informalidad debido a la posibilidad de conciliar familia y trabajo.
Durante la Semana de la Seguridad Social realizada en abril de este año, la secretaria del Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México, Soledad Aragón Martínez, consideró que existen cuatro pilares para transitar hacia la formalización: la productividad; las normas adecuadas en las que se simplifiquen los trámites, incentivos para que las empresas se formalicen y la fiscalización diseñando modelos de inspección adecuados e innovadores.
Para ofrecer mejores condiciones de trabajo a los mexicanos es necesario contar con leyes que faciliten la creación y desarrollo de las empresas, si se carece de las mismas la informalidad no se podrá combatir; sino que inclusive se fomentara más pues la gente necesita una fuente de ingresos para poder vivir de manera digna. La pelota está en la cancha del gobierno y los legisladores.
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