Para afrontar los problemas y presiones en las familias por el confinamiento, los papás deben propiciar un momento al día para que los niños expresen sus sentimientos.
Los seres humanos somos sociales por naturaleza, la convivencia que nos permite interactuar unos con otros es fundamental para la vida de las personas; sin embargo, existen situaciones extraordinarias que trastocan la interacción y el contacto de unos con otros de manera directa como está aconteciendo por el confinamiento que como medida de salud se ha tenido que tomar en todo el mundo.
Si bien es cierto que esta medida es necesaria para preservar la salud, evitar el contagio y la propagación del COVID-19 entre la población, existen consecuencias que afectan el desenvolvimiento social de las personas, de manera particular de los niños que están comenzando a desarrollar una interacción con personas más allá de sus familias.
De acuerdo a Dominique Peschard Lanzetti, psicoterapeuta especialista en niños y adolescentes de la Universidad Intercontinental (UIC), toda crisis que dura más de tres meses se vuelve un estilo de vida, por lo que el confinamiento que en nuestro país lleva más de siete meses ha significado un parteaguas para todos, pero las repercusiones de convivencia social han trastocado de manera particular a los niños más pequeños que apenas comenzaban su etapa escolarizada o tenían poco tiempo en la misma.
En conversación con Yo Influyo, la especialista mencionó varios aspectos que los pequeños están atravesando al ver interrumpida sus actividades escolares, que más allá de servir para que adquieran conocimientos y herramientas cognitivas, implica aprender a desarrollarse en un ambiente distinto al de su hogar, aprender a convivir con niños de su edad que no son de su familia, así como con otras personas que representan autoridad más allá de la de sus padres.
Peschard Lanzetti señaló que la dinámica de los pequeños que ya habían iniciado una vida escolarizada era levantarse, arreglarse, ir a la escuela y después regresar y en casa hacer tareas en donde además tenían una convivencia familiar, ahora esa diferenciación entre un espacio y otro está desdibujada. Los niños sienten invadido su espacio escolarizado porque están los papás en casa.
Además, indicó que la escuela desde el espacio virtual no es un espacio propicio para socializar, toda vez que únicamente es para tomar la clase y se acabó, y los descansos son “apártense de la pantalla” y cada quien “váyanse a jugar” o a ver televisión o a desayunar, o cualquier actividad pero no les permite socializar con sus compañeros como cuando lo hacen en la escuela.
La especialista aseguró que a nivel social los niños extrañan a sus amiguitos porque ahora ante la falta de contacto y la manera de convivir con ellos como lo hacían en la escuela no existe y ello les genera tristeza, incertidumbre, confusión y hasta rabia porque bajo las condiciones actuales ya no pueden convivir con ellos como antes del confinamiento.
Por otra parte, la catedrática de la UIC mencionó que los niños que por primera vez ingresaron a un sistema escolarizado en estas condiciones de pandemia o bien son nuevos en un colegio suman a sus retos que no conocen físicamente a sus compañeros, ni han cruzado gran palabra con ellos, pero es algo complejo porque son niños que están tomando la clase en conjunto pero que están muy solos toda vez que únicamente se conocen por los pocos comentarios que se hacen en clase, pero nada más.
Esta situación, subrayó, es muy distinta cuando se convive en un aula, ahora no pueden compartir con los compañeros comentarios de sus intereses, por ejemplo lo que llevaron de lunch, lo que pasaron el fin de semana, lo que les gusta, hasta esa parte del secreto de la complicidad, una parte muy importante, entre uno que otro de los amiguitos no pueden hacerlo ahora porque sus comentarios en el aula virtual se vuelve del manejo común de todos los compañeritos porque todos escuchan el micrófono de quien lo tenga abierto.
Dominique Peschard advirtió que la escuela virtual que hoy está funcionando y que ha sido la mejor opción frente a las circunstancias tiene una gran carga académica y que la parte disfrutable de las fiestas o convivios se ha perdido, “esta parte de: te comparto lo que yo traje y tú me compartes de lo que trajiste, no puede hacerse; esto genera una situación de un duelo constante, de estar constatando que no lo puede hacer no por falta de ganas, sino porque no me es viable, no hay manera de llevarlo a cabo”, resaltó.
Para los pequeños el hecho de que permanezcan tomando clases desde casa lo ven como una incertidumbre, un futuro muy incierto como de algo que no está en sus manos controlar, manejar, darle fin, y ello se refleja en los niños con rasgos depresivos, mayor ansiedad en muchos de ellos, un hartazgo importante hasta de las mismas clases en línea, también hay muchos niños que se cansan, que se frustran, que se fastidian, en este sentido es como está afectando el manejo de las escuelas a distancia.
¿Hogar, dulce hogar?
Dominique Peschard destacó que no todos los pequeños viven seguros en sus hogares, el confinamiento para muchos no es grato porque puede ser que haya una realidad familiar complicada en donde inclusive se dé violencia física, psicológica o verbal. Ante estas situaciones para muchos niños la escuela se vuelve en un segundo hogar que los rescata de un núcleo familiar que puede ser muy incómodo para estar ahí.
Cuando ya la escuela ni siquiera está para rescatar a estos niños los pequeños pueden deprimirse e inclusive hacerse violentos por la necesidad de dejar salir toda la violencia que han sentido, que soportan ellos y que ahora tienen que darle cause, esta parte es delicada, y tanto los padres como profesionistas y personal de la escuela tienen que estar muy pendientes de esto.
Por otra parte, Peschard mencionó que en algunos casos los papás en el afán de facilitar las cosas a sus hijos afectan el desarrollo de la autonomía de los pequeños, ya que en ocasiones buscan resolverles los problemas en las clases cuando los profesores les piden a los niños resolver alguna situación y los papás son quienes lo resuelven al no estar satisfechos con la respuesta de los menores.
Esta situación de hacer las cosas por ellos genera a la larga niños pocos funcionales, lo que no favorece a su desarrollo, porque cuando ellos tengan que enfrentarse solos a situaciones no van a saber cómo resolverlas, y esto empieza por situaciones como cuando en la escuela les pidan un cuaderno, ellos ni siquiera sepan dónde está porque su mamá era quien lo guardaba y apuntaba.
Para afrontar los problemas y presiones en las familias y en los niños ocasionadas por el confinamiento, la psicoterapeuta recomendó a los papás procurarles un momento al día para que los niños se expresen de cómo se sienten, de que puedan poner en palabras los sentimientos que tienen como estar enojados, frustrados o hartos.
Asimismo, aconsejó hacer pequeños ejercicios de respiración para que los pequeños puedan tener conciencia de su propio cuerpo, de cómo generarse tranquilidad ellos mismos cuando el fastidio los rebasa, además de propiciar una mejor convivencia entre la familia que hoy comparten más tiempo en casa.
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