“La migración no tiene por qué convertirse en un problema social, sino en una oportunidad de desarrollo y convivencia que genere una nueva cultura de inclusión”, señala la Conferencia del Episcopado Mexicano.
En el éxodo que viven los migrantes a su paso por México, han aumentado las amenazas: además de huir del crimen organizado, ahora tienen que cuidarse de las autoridades mexicanas, de la policía municipal y estatal, así como de la Guardia Nacional.
El Equipo Nacional de la Dimensión Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano denunció que tanto las personas migrantes como las que trabajan en los albergues son víctimas de persecución y hostigamiento, “estamos en el foco del huracán”, indicó el padre Pedro Pantoja Arreola, encargado de la zona norte.
“Nosotros pedimos al Estado, a las instituciones de seguridad, que dejen en paz a las casas del migrante; que respeten, que valoren la identidad de nuestras casas como santuario para esta multitud perseguida”, demandó el sacerdote Pantoja Arreola.
Reunidos en la sede CEM Casa Lago, religiosos dieron a conocer que los albergues que atienden, en ocasiones reciben casi el doble de personas que su capacidad permite, pero aún así enfrentan la crisis de injusticia y de abandono por la que pasan los migrantes. “Seguiremos dando respuesta a la innumerables multitudes de este éxodo”, señalaron.
El obispo de Ciudad Juárez y responsable de la Dimensión de Movilidad Humana, monseñor José Guadalupe Torres Campos, indicó que, para la Iglesia, los migrantes no son un problema social, sino una oportunidad para servir.
Recordó las palabras del papa Juan Pablo II con respecto a que los migrantes, los desplazados y los refugiados: tienen derechos fundamentales que hay que respetar, y uno de ellos es el libre tránsito para procurar bienestar, superación, trabajo, casa y alimento. Es la autoridad la que debe favorecer ayuda de ese tipo, indicó.
Política migratoria fallida: pone en peligro la vida de los migrantes
El encargado de la zona sur, el sacerdote César Cañaveral Pérez, criticó el giro que sufrió la política migratoria del gobierno actual, ya que primero se mostraron en disposición de atender a los migrantes, pero después de las negociaciones con la administración norteamericana, se optó por retener a los migrantes y desplegar elementos de la Guardia Nacional en las fronteras. “México está respondiendo a las expectativas del gobierno estadounidense”, agregó.
Con respecto al despliegue de elementos de la Guardia Nacional en las fronteras, apuntó que militarizar la frontera significa exponer a los migrantes. En ese sentido, recordó que la recién creada institución armada de naturaleza civil fue concebida con otro objetivo, no para detener migrantes, que es a lo que se ha dedicado.
“Hace que los migrantes no sólo tengan miedo a los polleros y a los narcotraficantes, sino también vienen huyendo del mismo gobierno”, apuntó.
Y agregó que es más fácil que entren por la frontera armas que una persona migrante, que lo hace porque tiene necesidad de salvaguardar su vida.
Por su parte, el padre Pedro Pantoja Arreola, de la zona norte, consideró que la política migratoria fue “un regalo, una oferta al crimen organizado”. Advirtió que el crimen organizado tiene todas las oportunidades “de instaurar rutas clandestinas y capacitar sicarios para que se introduzcan en las caravanas y, de esta manera, guíen a desastres inhumanos como el secuestro, la extorsión, la desaparición y la masacre”.
En su participación, el encargado de la zona centro, el sacerdote jesuita Conrado Zepeda Miramontes, cuestionó la política migratoria gubernamental, ya que, dijo, en el papel hablan de una política en favor de los derechos humanos, pero su aplicación ha sido dudosa.
Y como parte de su colaboración, sugiere al Gobierno Federal generar políticas incluyentes, en las que se puedan recibir e integrar nuevos flujos y grupos dentro de la sociedad.
Llamado en favor de los migrantes
En el llamado, titulado “Porque no se trata sólo de migrantes…”, los religiosos indican que la migración no tiene por qué convertirse en un problema social, sino “en una oportunidad de desarrollo y convivencia que genera una nueva cultura de inclusión y participación, de progreso y crecimiento social”, con el objetivo de hacer frente a la indiferencia que ya se manifiesta en diversos sectores de la sociedad civil.
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