A las comunidades y todos los fieles católicos
A las autoridades federales y estatales
A los sectores productivos
A los hombres y mujeres de buena voluntad
Hemos iniciado un año lleno de retos y contrariedades, donde sin duda el que más ha trastornado el entorno social y de paz en nuestra patria, ha sido el gasolinazo que se ha agravado con protestas de los mexicanos por el enojo y el descontento de la sociedad pues el aumento al precio de la gasolina y el diésel provoca la presión para el incremento de precios a muchos productos y servicios que dependen de estos combustibles.
Ante el hartazgo de los ciudadanos y la posibilidad de que la situación precaria en la que viven millones de mexicanos se agudice, los obispos de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, queremos sumarnos al comunicado de la CEM para pedir a todos que miremos a las comunidades, pueblos y barrios y nos dejemos interpelar por cada familia y persona que sufre, no sólo por un aumento a los combustibles, sino por las décadas en las que la pobreza crece, la corrupción se mantiene y la dependencia de las decisiones en los grandes mercados internacionales se perpetúa.
Desde nuestra opción de vida como pastores y con el deber profético de anunciar la Buena Nueva, queremos profundizar en el mensaje social del Evangelio y hacer resonar las palabras del Papa Francisco en su discurso sobre el mundo del trabajo, en Ciudad Juárez, Chihuahua, cuya premisa es que cada persona tenga Techo, Tierra y Trabajo dignos.
Por ello nos atrevemos a preguntar:
Si el aumento a la gasolina era necesario por los precios internacionales de dicho combustible y el precio del dólar y no con fines recaudatorios, entonces ¿es necesario disminuir el impuesto (IEPS) que supera el 30% para minimizar el impacto de dicho aumento?
Respecto de que el subsidio a la gasolina es en beneficio sólo de la clase rica, ya que los más pobres no reciben un solo peso de ese beneficio, habrá que explicar ¿quién absorberá el impacto en los medios de transporte de personas, transporte de mercancías, producción del campo y la industria, productos y servicios que también consumen los más pobres de México?
Habrá que preguntarse si vivimos un tiempo de un Estado pobre, o de una recaudación insuficiente, o bien, ¿tenemos exceso de corrupción y robo al Estado por una serie de personajes que permanentemente dejan vacías las cuentas a nivel municipal, estatal y federal?
La percepción de la gente, es que los recursos de todos no son distribuidos de forma solidaria ni con el objetivo de romper con las asimetrías que se han generado por muchos años. En nuestro país se encuentran las fortunas más grandes frente a los millones de empobrecidos por un sistema que nos ha hecho perder la capacidad de mirarnos con confianza y que nos invita permanentemente a competir. En este sistema económico globalizado, las mercancías y los productos tienen acceso entre fronteras pero las personas son rechazadas y expulsadas sistemáticamente.
Las crisis económicas internacionales son fatales para nuestra economía, las elecciones y decisiones políticas de nuestros vecinos paradójicamente son tan importantes en nuestra dinámica como país, pero no tenemos siquiera la posibilidad de opinar.
Definitivamente, el cansancio de la gente no es por el nuevo costo de la gasolina, sino por la imposibilidad de acceder al desarrollo humano, integral y solidario, de aspirar a que México sea un país cuya meta esté en función de que cada persona tenga acceso a un Techo, a una Tierra y a un Trabajo. El Papa Francisco nos invita a “… decir no a una economía de la exclusión y la desigualdad. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión.” (EG, 53).
En el Directorio de la Pastoral Social en México tenemos un “llamado a humanizar la economía que de muchas formas el magisterio de la Iglesia ha expresado que enfrenta actualmente un sistema económico dominante inspirado históricamente en el capitalismo liberal a esta economía individualista y globalizada” (493).
Ante las crisis tenemos la oportunidad de generar estrategias creativas que nos desinstalen y nos impulsen a cambiar. Proponemos:
Promover con verdadero énfasis el fortalecimiento del mercado local, antes de poner en competencia productos de importación de los que dependeremos, como lo hacemos hoy, apagando las iniciativas locales y la generación de empleos, especialmente los comunitarios y familiares.
Facilitar la formación, implementación y seguimiento de proyectos desde la economía solidaria cuyo eje principal es el trabajo colectivo con igualdad de beneficios y responsabilidades. Que el ser humano y su trabajo tenga preeminencia sobre el dinero.
Globalizar la cultura, la educación, la tecnología, la solidaridad y la paz. En las relaciones económicas necesitamos ser menos dependientes. Este no será un camino corto, pero podemos comenzar a caminarlo ya.
Animamos a todos, especialmente a los cristianos, a comprometerse y participar ciudadanamente, es necesario que entremos en diálogo con diversos actores. Condenamos todo acto que se ejerza con violencia. La violencia como camino ensucia la libre expresión de quienes buscan cambios eficaces y no sólo palabras.
Esperamos con ansia la disminución de la brecha entre ricos y pobres a través de la generación de empleos estables y aumentando los salarios para que estos sean acordes a las necesidades básicas de cada familia.
La fe en Jesús no puede ser vivida egoístamente, sin compromiso social, sin buscar el bien común. Invitamos por ello, a todas las comunidades parroquiales apromover la pastoral social que evolucione del asistencialismo a la transformación social para que todos, especialmente los más pobres de su comunidad, aprendan a organizarse solidariamente para necesitar menos programas sociales gubernamentales que generan un apoyo mínimo y que incluso, podrían estar bloqueando proyectos de verdadero crecimiento. El desarrollo social no es dar ayudas intermitentes sin promover y generar proyectos serios de desarrollo comunitario, los individuos deben ser sujetos de su propio desarrollo.
La grandeza de nuestro país está en su gente. Como miembros de un mismo cuerpo (1Cor 12, 12), pedimos a María, madre de Jesús, que nos enseñe a ser animadores de nuestro pueblo, como ella lo es.
Que el Señor de la paz, bendiga nuestra Nación.
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S.E. Mons. José Leopoldo González González Obispo de Nogales
Presidente
Pastoral Social-Cáritas
S.E. Mons. Carlos Garfias Merlos Arzobispo de Morelia
Justicia Paz y Reconciliación, Fe y Política
S.E. Mons. Domingo Díaz Martínez Arzobispo de Tulancingo
Pastoral de la Salud
S.E. Mons. Jorge Alberto Cavazos Arizpe Obispo de San Juan de los Lagos
Pastoral del Trabajo
S.E. Mons. Guillermo Ortíz Mondragón Obispo de Cuautitlán
Pastoral de la Movilidad Humana
S.E. Mons. José de Jesús González Hernández Obispo de la Prelatura del Nayar
Pastoral Indígena
S.E. Mons. Andrés Vargas Peña Obispo Auxiliar de México
Pastoral Penitenciaria
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