A un año de su visita a México, al Papa Francisco se le recuerda con cariño y gratitud. Más allá de ser una simple efeméride, sus mensajes han resultado útiles y esperanzadores, sobre todo en estos días en que nuestro país requiere una fuerte dosis de vitalidad. Muchas de las palabras del Santo Padre resultaron proféticas y ahora, más que nunca, deben ser replicadas y atendidas.
El Santo Padre nos pidió no caer en la tentación del conformismo ni en el desánimo, y nos invitó a construir el México con el que soñamos; a los jóvenes los definió como la mayor riqueza del país; a los ancianos como fuentes de experiencia; a las familias las llamó a “echarle ganas”; a los sacerdotes los impulsó a salir de las sacristías y a no resignarse ante la realidad adversa que se vive; incluso, a los presos los llamó a revertir la situación de violencia y a convertirse en profetas de paz y prosperidad.
El Papa aseguró que México puede alcanzar la medida alta si aprende a pertenecerse a sí mismo antes que a los otros.
En diferentes discursos, Vicario de Cristo defendió la migración como un derecho humano fundamental, y en todas sus intervenciones hizo referencia a la dignidad humana como algo inherente a la propia existencia.
A los mexicanos, de manera particular, nos invitó a recuperar nuestra memoria histórica que está llena de grandeza.
El Papa Francisco visitó nuestro país, no en plan de turista, ni para hacer proselitismo, ni porque México sea el segundo país con mayor número de católicos, ni porque quería dar continuidad a los viajes pastorales de san Juan Pablo II y Benedicto XVI. No. Vino a México porque nuestro país sufre de problemas que él bien entiende de manera cercana por haber nacido y vivido en nuestro continente.
Hay otra razón que él mismo explicó varias veces: quería postrarse ante la Virgen de Guadalupe. Era un deseo muy personal que se hizo realidad, y estando en privado ante su imagen, suplicó a María que guiara “los pasos de su pueblo americano, pueblo peregrino que busca a la Madre de misericordia, y solamente le pide una cosa: que le muestre a su Hijo Jesús”.
Todos aquellos mensajes del Papa Francisco no deben quedar archivados en las hemerotecas, sino que ahora, más que nunca, en tiempos de adversidad, deben estar a flor de piel, en las homilías, en las parroquias, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en el diálogo cotidiano de creyentes y no creyentes: “Hay que echarle ganas… no se dejen pisotear por nadie”, como dijo a los niños en Morelia. “¡Atrévanse a soñar!; no caigan en la cultura del descarte y en el consumismo estéril”…
En uno de sus mensajes, el Santo Padre dijo: “la esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido, y para eso es necesario el ejercicio de empezar por casa, empezar por uno mismo”.
Las palabras del Santo Padre inyectan gran aliento a la sociedad mexicana, sobre todo, en estos tiempos difíciles en que estamos viviendo.
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