Lo que toca a los ciudadanos, hoy por hoy, es confiar en que el INE actuará de manera autónoma, independiente, responsable y democrática.
Una vez integrado plenamente, el Instituto Nacional Electoral enfrenta los ataques de quienes no han entendido que México solo caminará hacia una democracia más sólida y fructífera si ese camino está cimentado en instituciones igualmente sólidas e independientes.
Por eso, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello, encabezó un pronunciamiento de todos los consejeros en un claro y contundente rechazo a los señalamientos “que pretenden debilitar a la institución o atacar a cualquiera de sus integrantes”.
Un pronunciamiento que, más allá de que resulta justificado, aparece también como necesario, habida cuenta de que desde la más alta tribuna del país se sigue convocando a la división, a la condena de los disidentes, a la desacreditación de quienes piensan de manera diferente a la mesiánicamente dictada desde el púlpito mañanero.
En efecto, es necesario blindar la confiabilidad del INE de cara a las elecciones de 2021. La manera en que se desarrolló la selección de sus nuevos integrantes, venciendo la alharaca vociferante de quienes esperaban que hubiera consejeros a modo, es un primer paso.
A partir de ese punto, el INE debe trabajar por consolidar su credibilidad y su autonomía; rechazar las presiones externas y desarrollar sus labores con apego estricto a la normatividad que lo rige, para garantizar elecciones libres, limpias e inobjetables.
Pero la plausible defensa que Córdova y los demás consejeros hacen el INE en su pronunciamiento del lunes 17 pasado no es, no debe ser, un decreto de imparcialidad, de honestidad o de limpieza. Es sólo un pronunciamiento, que es prudente respaldar para otorgar a esa institución, siempre vituperada por quien no ha podido someterla, un voto de confianza en su trabajo.
Ciertamente, la ciudadanía no sabe aún cómo trabaja este nuevo INE. No lo sabrá sino hasta que haya conducido un proceso electoral. O, dicho mejor, cada proceso electoral. Lo que toca a los ciudadanos, hoy por hoy, es confiar en que actuará de manera autónoma, independiente, responsable y democrática.
Después, cuando llegue el momento de que se desarrolle cada proceso electoral, los ciudadanos tendremos que afinar la vigilancia y la exigencia, porque el voto de confianza no garantiza ni resuelve nada. Es preciso que lo respalde la acción.
Tenemos que contar con instituciones autónomas confiables, pero eso no significa que, si actúan mal, por error o con dolo, se tenga que evitar la recriminación. Tenemos que otorgar al INE un voto de confianza, pero no podemos aflojar en materia de vigilancia, de exigencia y de supervisión.
La confianza primero, la exigencia después, el trabajo profesional y autónomo vigilado muy de cerca, son los ingredientes de una elección libre, limpia y democrática. Eso es lo que los mexicanos demandamos del Instituto Nacional Electoral y de sus integrantes.
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