“No más guerra ni dolor” es el clamor que día a día se escucha en la Sierra Tarahumara en donde sus habitantes ya no solo deben preocuparse para encontrar los bienes necesarios para sobrevivir, sino que ahora sin proponérselo ni buscarlo temen toparse con la muerte a causa de la extrema violencia en la zona.
Nadie escapa de la violencia, lo mismo niños, mujeres, jóvenes, personas maduras y ancianos sin importar quiénes son y a qué se dedican, todos corren el mismo riesgo de ser víctimas de desapariciones forzadas, de robos de sus pocos bienes y hasta de que se les arrebate la vida, a todo ello la Diócesis de Tarahumara no ha dejado de velar por su grey y exigir a las autoridades tomar cartas en el asunto y exista una verdadera paz.
El crimen asestado en la comunidad indígena de Ceracahui, municipio de Urique, Chihuahuaen junio de 2022 de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, al intentar proteger a Pedro Heliodoro Palma Gutiérrez, un lugareño que al ser perseguido por hombres armados buscó refugio en el templo sin conseguir su cometido. Este hecho puso en la mira a la Sierra Tarahumara y la problemática de extrema violencia que la azota.
El suceso provocó una fuerte exigencia por parte de la Iglesia en todo el país para que además de que se esclarecieran los asesinatos se castigara a los culpables, y más aún, que las autoridades de los tres órdenes de gobierno conformaran una verdadera estrategia de seguridad.
Han transcurrido poco más de cuatro meses de estos asesinatos y en este lapso se carece de indicios de muestren un cambio de estrategia por parte de las autoridades para combatir de manera eficaz a la delincuencia y llevar la tan ansiada paz a todas las regiones del país, principalmente aquellas que más han sido golpeadas por la delincuencia organizada.
Sin embargo, este no ha sido el único hecho de violencia que ha azotado a la población de esta región. El 20 de octubre en Guachochi, Chihuahua, por más de una hora se suscitó una intensa balacera entre miembros del crimen organizado contra militares, lo que dejó vulnerable y aterrorizados a los pobladores quienes nada tenían que ver con esta situación.
Ante estos hechos, la Diócesis de Tarahumara se hizo uno con su grey y a través de un manifiesto agradeció a las autoridades de seguridad su respuesta pronta y oportuna a los hechos de Guachochi; sin embargo, en lo que se refiere a la violencia que día a día asecha a esta región y al país entero demandaron tomar acciones certeras para alcanzar la paz”.
La Iglesia en la Tarahumara aseveró que seguirá promoviendo formas y metodologías que ayuden a la reintegración del tejido social, pero “pedimos y suplicamos que nuestras autoridades civiles cumplan y hagan lo que les corresponde, al fin de cuentas, por eso y para eso ‘están donde están’, para eso ‘les elegimos’”, apuntó.
El escrito añade que:
“Como Iglesia, como creyentes, como Chihuahuenses y como mexicanos: ¡QUEREMOS Y EXIGIMOS! Una política y una estrategia de seguridad que evite la muerte, la zozobra, el espanto y la angustia de tanta gente de nuestra Sierra Tarahumara y en general de todo el País.
No puede, ni debe estar en manos de grupos criminales la vida en un hito de la ciudadanía. La sociedad civil ¡buscamos y queremos la paz! Queremos que nuestros tres niveles de Gobierno, nos escuchen y respondan.
¿En qué momento se les fue su poder y autoridad, para hacer cumplir la ley? ¡QUEREMOS LA PAZ!
Este y no otro es nuestro reclamo e indignación.
¡No se puede, ni se debe frenar la vida ciudadana por el flagelo y el estallido de la violencia!
Por otra parte, a cuatro meses de cumplirse el asesinato de los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora, el Seminario Diocesano de Tarahumara hizo público haciendo eco de la necesidad de ofrecer seguridad a la región.
“Nos indigna y conmueve el mido que siente nuestra gente, la desesperación e impotencia, es tiempo de un mundo justo, estamos con ustedes, vamos juntos en esta misma barca, por favor no más guerra ni dolor”, destaca el mensaje.
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