Durante la campaña del 2018, cientos de activistas, analistas, académicos, comunicadores, intelectuales, líderes de opinión y dirigentes de instituciones públicas y privadas de prestigio se subieron un ladrillo de superioridad moral desde el cual nos regañaban a todos aquellos que no creíamos en el santón de Macuspana quien les prometía acabar con la pobreza y la desigualdad, acabar con la corrupción y la impunidad, acabar con la violencia, buscar a los desaparecidos, incluso a los de Ayotzinapa, respetar las libertades, como la de expresión, atender humanitariamente a los migrantes o atender las causas de las mujeres y un largo etcétera.
Fachos de mierda, nos decían a todos aquellos que no creíamos en las promesas del político más mentiroso de la historia. Ellos habían decidido darle el beneficio de la duda, y estaban en su derecho.
Afirmaban que no creerle no apoyarlo no votar por él era una traición a la patria. Pasaron cinco años de gobierno y el santón de Macuspana los traicionó a todos, uno por uno, causa por causa, colectivo por colectivo, este grupo de traicionados se ha dividido básicamente en tres:
Primero, mi reconocimiento y respeto a quienes vocal y públicamente han reconocido la traición y se han vuelto férreos críticos del presidente, que no quiere decir en automático se pasaron a la campaña alternativa, pero tienen el valor, los pantalones, la congruencia de señalar la traición abierta y públicamente.
El segundo grupo es silencioso. He platicado con muchos de ellos, se sienten profundamente lastimados y frustrados por estas traiciones, pero no piensan decirlo porque tienen miedo de que su gremio, sus amigos, sus aliados los tomen como una postura política de apoyo a la alternativa electoral.
El tercer grupo es el que decidió quemar todas las naves y puentes y básicamente dicen ya me la jugué con el obradorato ahora me chingo. Se trata de antiguos líderes de opinión que están dispuestos a cualquier indignidad con tal de no reconocer su error, “primero muerto que reconocer que me dejé engañar”, parecen decir estas personas y así están dispuestos a dilapidar lo que les pueda quedar de dignidad tratando de justificar el sexenio más violento y corrupto de la historia, burlarse de los niños con cáncer sin medicinas, pedir a las madres buscadoras que demuestren que sus hijos se portaban bien para poder ir a buscarlos o pedir apoyo para la destrucción del sistema electoral y el poder judicial.
Al primer grupo le reconozco valor y congruencia, al segundo grupo solo algo de congruencia porque no puedo aplaudir su miedo, el tercer grupo es la banda de tontos útiles que suelen tener los gobiernos autoritarios y populistas para justificar su corrupción y sus fracasos.
Mi petición es no solo verlos y exponerlos, sino hacernos responsables en lo individual de jamás convertirnos en uno de ellos, por nadie, por ningún político.
La integridad y la congruencia son las dos cosas que como personas jamás podemos perder, cuando se pierden desaparecen en automático la posibilidad de generar confianza y cuando una persona es incapaz de generar confianza pierde la posibilidad de ser amado y de ser respetado, así de fácil. Ojo, nunca seas uno de esos, nunca seas una de esas personas que queman sus principios y sus valores y que deciden aventarse al precipicio por un político.
Los ciudadanos debemos estar llamados a generar nuestros propios valores, nuestros propios principios, nuestra propia integridad. Exigir a los políticos que trabajen por México, que sirvan a México, estar de lado de aquellos políticos con los que tenemos coincidencias en principios y valores y exigir cuentas a todos aquellos que se desligan a pesar de haberlos apoyado.
Hay derecho en las democracias a equivocarse, todos tenemos muchos casos de apoyo a causas y a políticos que resultaron no ser lo que nos habían vendido, está bien, es normal, pasa en todos lados. Lo que es importante mantener es la congruencia, si digo tener ciertos valores, ciertos principios y digo que esos principios y valores están sustentados, están respaldados en una alternativa política se vale ir con todo por esa alternativa política, pero también se vale reconocer la traición, también se vale reconocer la equivocación, se vale cambiar de opinión.
Y no, no quiere decir que ahora te desboques en creerle ciegamente a otra persona, reconocer las traiciones tampoco es apoyar a otras causas, reconocer las traiciones simplemente es eso, es ser congruente es ser valiente es tener la capacidad de dar la cara y hacerse responsable por equivocaciones propias.
Vivimos en un momento muy complejo en este país. Si de algo tenemos la responsabilidad los ciudadanos en lo individual es en hacernos cargo de aquello en lo que nosotros creemos, de los principios y valores que respaldamos y mantenerlos a pesar de lo que sea.
De eso se trata la construcción del alma de un país, no de políticos, no de alternativas políticas, no de simples votos por uno o por otro, se trata de ti y de mí, se trata de cada uno de nosotros, se trata de hacernos responsables.
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