Estamos en el inicio del Adviento que es la etapa de preparación espiritual para la llegada del Niño Jesús. Y esta temporada suele llenarse de reuniones, fiestas, regalos que contrario a lo que deberían nos alejan de la reflexión necesaria. Por eso conviene retomar, en el marco de esta preparación, la más reciente encíclica del papa Francisco “Dilexit Nos”, la cual nos ofrece excelentes puntos de arranque para impulsarnos en la búsqueda de opciones de trabajar por el Bien Común desde el Corazón de Jesús en nuestro México.
La encíclica es una reflexión de gran profundidad teológica sobre lo que se entiende por corazón del ser humano como ese centro unificador que va más allá de la inteligencia y la voluntad, que nos abre al entendimiento del otro tanto como al amor, que nos abre a la belleza tanto como a la verdad. Esta introducción sirve para conectar con el Corazón de Jesús. Se hace un recuento rápido de esta devoción a través de los textos de varios santos, para recordarnos que ese corazón traspasado sigue vivo y latiendo por cada uno de nosotros.
Ese corazón amante de Jesús que está más dispuesto a mostrar su amor misericordioso que su justicia, es ejemplo de cómo vivir la entrega a los otros, ya que como señala el papa “no llegamos a ser enteramente nosotros mismos si no amamos” (59). Es evidente que no es algo que fluya sin obstáculos: “El amor a los hermanos no se fabrica, no es resultado de nuestro esfuerzo natural, sino que requiere una transformación de nuestro corazón egoísta” (168). Además de los obstáculos que enfrentamos cada uno en lo particular, es un hecho que los mexicanos estamos enfrentando dificultades adicionales por el clima de desunión, desconfianza y ánimos vengativos que tienen efectos negativos en nuestro corazón alejándonos de la fraternidad y la solidaridad, y trastocando el amor a los pobres, que son los predilectos de Dios (cfr. 190).
La encíclica es muy clara al advertirnos que ese alejamiento de los otros que forman parte de la sociedad tiene repercusiones en enfriar nuestro corazón: “Si nos alejamos de la comunidad, también nos iremos alejando de Jesús” (212). Y cierra con un recordatorio fundamental: “Él te envía a derramar el bien y te impulsa por dentro. Para eso te llama con una vocación de servicio: harás el bien como médico, como madre, como docente, como sacerdote. Donde sea podrás sentir que él te llama y te envía a vivir esa misión en la tierra”.
Esa misión, como se apuntaba antes, siempre es necesaria; pero en el marco nuestra realidad como país es todavía más importante tenerlo en cuenta. Es que ya sea por soberbia o sea por desilusión, muchos se han dejado ganar por la desesperanza que se traduce en una actitud de “sálvese quien pueda”, es decir, una cerrazón del corazón que nos hace mal como comunidad y nos hace mal a nosotros porque nos aleja del Corazón de Jesús. Recordemos como apunta la encíclica que es un corazón traspasado por la lanza del soldado romano; pero que esa herida lo mantiene abierto para que entremos y también porque de ahí fluye su misericordia.
El texto de la encíclica ofrece muchas aristas para profundizar y transformar ese endurecimiento del corazón que es frecuente encontrar en estos días, nos da una guía certera para avanzar en medio de las tormentas políticas. Hay que tener presente que las tormentas pasan, que los políticos pasan, y que la mejor manera de resistir a esos vientos tormentosos es cuidar las raíces profundas de lo que nos une. Aferrarnos a la tristeza, la desesperanza o la indiferencia no abona en nada y más bien le hacen el juego a los políticos calculadores. La encíclica misma nos pone el ejemplo del emperador Juliano a quien enojaba que los cristianos se ocuparan de los pobres, las viudas y los huérfanos, ya que descubría intuitivamente que los movía el amor y no el cálculo político. Y tenía razón, pues los cristianos de entonces continuaron con esa atención sin importar las dificultades o las persecuciones, y los mexicanos de hoy, los de buena voluntad, los que sí quieren estar bajo el amparo y el amor del Corazón de Cristo debemos hacer lo mismo aunque nos vendan que es innecesario; que es injusto o que es inútil. El Amor siempre es necesario, siempre es justo y siempre es útil.
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