¿Quién ganó el tercer debate?

Nuestros columnistas analizan la actuación de los cuatro aspirantes a la Presidencia de la República, en el Tercer Debate Presidencial. 



Ana Teresa López de Llergo: Ricardo Anaya mostró gran claridad en sus propuestas porque estaban muy bien fundamentadas y bien resueltas. Andrés Manuel López Obrador se mostró monotemático, todo lo resuelve combatiendo la corrupción. Es inconsistente en sus propuestas, que son inamovibles. Por eso resulta un peligro.
José Antonio Meade sigue mostrando la experiencia adquirida en su trayectoria, no
solo la aplica a las cuestiones económicas sino también a los temas de salud y educación.

Salvador Reding: Ricardo Anata fue más puntual en sus propuestas, con mucho menos verborrea y lugares comunes que Meade y López Obrador. El candidato de Morena, en cambio, mostró demasiada verborrea, continuó con la cantinela de que acabando con la corrupción se resuelve todo. No pudo responder preguntas explícitas de los conductores, en especial de Carlos Puig, o de sus adversarios, cuando fue cuestionado.

También sorprendió José Antonio Meade, porque su campaña ha estado basada en lo que –dice- es su absoluta honestidad, pero siendo abogado mintió atacando a Ricardo Anaya.

Considero que este tercer “debate” lo fue más que los dos anteriores. La conducción fue mucho mejor que en los debates anteriores, ninguno de los tres agredió o quiso debatir con los candidatos. El control de los tiempos concedidos a los candidatos fue muy respetado.
 
Los pocos, pero directos ataques de Meade contra Anaya lo descalifican como “honesto”. Meade es abogado, y afirmó que Anaya está “indiciado”, lo cual es absolutamente falso. Se equivocó sobre el tribunal que exoneró a Anaya, lo cual demostró desinformación o mala fe. También dijo que Anaya lava dinero, de lo cual no hay más que chismes y ninguna prueba. Como abogado que es, mintió a sabiendas. Se mostró deshonesto.
 
De nuevo, se vio que López Obrador no iba muy preparado para debatir. Llevó algunos respaldos gráficos, pero sus datos carecían de sustento estadístico. No intentó siquiera responder a los señalamientos del perdón ofrecido a Peña Nieto y cómplices. Negó acuerdo con Peña Nieto que porque no se ha reunido con él (lo cual es sólo su palabra, cuando acostumbra mentir). Quiere olvidar que para hacer acuerdos no se requiere hacerlos directamente, para eso están los personeros.
 
Algunas de las respuestas de los candidatos fueron superficiales, simplistas. El no conocer las preguntas hizo que tuvieran que improvisar. Pero Anaya iba mejor preparado para lo que se podía esperar de la temática, no de las preguntas, las cuales pareció haber previsto.
 
Los cierres de los cuatro fueron irrelevantes, sólo lenguaje digamos poético y ofertas de que todo estará bien.
 
¿Influirá este debate en las preferencias electorales? Difícilmente, pues no hubo ni intervenciones brillantes que dieran “nota” (de prensa) para ganar muchos puntos, ni que se hundiera alguno de ellos en sus propias palabras o silencios (incluyendo que López Obrador volvió a nadar de muertito cuando fue señalado en sus errores). Dependerá de los comentarios y noticias del post-debate, y de la propaganda de campañas, en las próximas horas, sobre todo.

José J. Castellanos: Respecto de las respuestas a las interrogantes Ricardo Anaya y José Antonio Meade dan la impresión de mayor conocimiento de los temas y de tener propuestas viables. Anaya critica algunas situaciones prevalecientes en tanto que Meade no lo hace porque tiene que justificar lo hecho por el PRI y su participación en la administración pública de Enrique Peña Nieto y su actuación dentro de ella, destaca su intento de atraer a las mujeres atendiendo las quejas sobre la falta de equidad en el trato que reciben. A su vez, Anaya hace planteamientos concretos breves que también quedan sin gran explicación, pero parecen sólidas. En este terreno los tienen un empate técnico. Pero Anaya gana por puntos en razón de la firmeza de su discurso y los ataques a sus adversarios.

En cuanto a Andrés Manuel López Obrador, simplemente su participación se reduce al discurso repetitivo del señalamiento de la corrupción como el problema principal y la erradicación de la misma como solución de todos los problemas económicos, sociales, educativos y de salud. Reiteración de su discurso contra la reforma educativa y evasivo de los señalamientos como el fracaso de la Universidad de la Ciudad de México, que pasó desapercibido. En cuanto debate, lo pierde, como en ocasiones anteriores, pero no resulta seriamente afectado. Se mantiene en la línea que tiene acostumbrados a sus adherentes y no se percibe que salga afectado como candidato.

Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco, intenta llamar la atención y en esta ocasión hizo ciertas propuestas serias derivadas de su profesión, pero los otros candidatos siguen ignorándolo sistemáticamente, con lo cual su propuestas se pierden.

Sin embargo, me parece que no hay una victoria o señalamiento contundente en pro o en contra de ninguno de los candidatos que altere significativamente la percepción de los candidatos.

Concluyo que los debates, si bien permitieron conocer a los candidatos en un escenario diferente a los escenarios donde actúan solos en campaña y tienen que confrontar a sus rivales, no respondieron a la expectativa que se generaron inicialmente y no cumplieron con lo que se supone es su función en un proceso electoral.

Antonio Maza Pereda: Ganó Ricardo Anaya, desde el punto de vista de técnica oratoria. Sin embargo, pensando en que el objeto de un debate es ganarse a los indecisos y, si es posible, lograr quitarle partidarios a los demás, ningún candidato ganó.

Nuevamente perdió Andres Manuel López Obrador. Las mismas ideas, las mismas fantasías de que el dinero no es problema y que combatir la corrupción da dinero para todas sus costosísimas propuestas. Y en esto, está en buena compañía: ningún candidato dijo de donde vendrá el dinero para sus propuestas. Seguramente porque involucran aumentos de impuestos y nadie quiere reconocerlo.

Sorprendió José Antonio Meade, aunque negativamente. José Antonio Meade. Un abogado y doctor en economía cometió un error jurídico. Al decir que Anaya está indiciado, implicó que es culpable de lo que le acusan. No le importó que haya sido exonerado. Pero el error es suponer que, si alguien es indiciado, en automático es culpable. El indiciado puede ser investigado, pero eso no significa culpabilidad. La acusación puede ser falsa o sin fundamento y la investigación debe aclarar precisamente eso. Con esto Meade cometió un error de periodista novato de la nota roja, o actuó de mala fe. Muy triste para quien se presenta como una persona muy capacitada.

En resumen, no fue un mal debate. Nos confirmó lo que ya sabíamos de los candidatos, se plantearon nuevos temas que no se habían debatido, pero no hubo nada radicalmente nuevo. Lo indecisos confirmaron sus razones para la indecisión, los decididos oyeron de nuevo los argumentos que les hicieron decidirse. Los candidatos lucen cansados, sin frescura y sin ofrecer nada nuevo. Y eso, con un 30% o más de indecisos puede significar un gran abstencionismo o un fracaso monumental de las encuestas y una gran sorpresa que nos dará el electorado.

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