Algunos integrantes del Comité Editorial de Yo Influyo, todos con profundo conocimiento de la política nacional, analizan el desempeño de los cuatro candidatos presidenciales, en el Segundo Debate Presidencial de este domingo.
Guillermo Torres Quiroz: El debate lo gano José Antonio Meade, dio mejores propuestas, se nota su preparación, le falta conectar con el público.
El debate lo perdió AMLO, no supo responder los como de sus propuestas, mostro ignorancia en general, sus frases y movimientos de salida fácil fueron de desesperación.
La sorpresa, Ricardo Anaya, supo sacar varios elementos sorpresa y se movió con gran seguridad en el escenario, justificar sus fallas lo debilita.
Este segundo debate fue más ágil que el anterior, el tener preguntas del público, la movilidad dentro del escenario y moderadores muy pegados a su papel (a veces muy exagerados), le dio un ingrediente interesante, por desgracia quedaran en el recuerdo más los elementos de gracia y agresión. Una anécdota más de la elección 2018.
Ana Teresa López de Llergo: Ganó José Antonio Meade porque acertó para calificar a AMLO de empresario pues tiene como patrimonio al partido de Morena. Ganó porque promete un cambio en el modo de gobernar.
Perdió Andrés Manuel López Obrador porque tiene ideas anquilosadas y no responde a las preguntas. Sin embargo su estrategia es repetir y repetir para hacer una verdad. Repite que lleva la delantera, repite que va contra PRIAN: mafia del poder. Repite que puede con su autoridad moral.
Sorprendió porque fue brillante al principio pero perdió vigor al final. Además, no respondió a la pregunta directa sobre poner a debate la legalización de la droga.
Jorge Alberto Espinosa: Ricardo Anaya se mostró bien preparado. José Antonio Meade también, pero le falta mayor capacidad de expresión.
Andrés Manuel López Obrador se mostró sarcástico y evasivo. Los cierres fueron los lemas de campaña, aunque en eso, Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco” fue más original .
En general me pareció un debate pobre.
Salvador Reding: Vi a un Meade que demostró tener buena experiencia de gobierno y mucho conocimiento del país, más que en datos, en relatos de su propia experiencia. Pero volvió en un momento a la guerra sucia contra Anaya, involucrándolo en lavado de dinero.
Vi a un Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, apagado, sin chispa y sin sus puntadas que hicieron reír en el primer debate. Intrascendente.
Vi a un Ricardo Anaya muy hábil en demostrar a López Obrador lo mal informado que está y lo anticuado de sus propuestas. No “atacó” a López Obrador, lo cuestionó inteligentemente. Sus respuestas, en general, bien.
Vi a López Obrador muy apagado, con cara de enfermo, lento, inseguro, sin poder debatir con quienes lo señalaban en sus errores, en especial de Anaya, luego Meade y al final El Bronco. Agresivo, majadero por impotencia. Sorpresa: no se preparó para el debate, otra vez.
Vi mucha evasión en las respuestas a preguntas que les eran desconocidas a los candidatos. Y el peor de todos, López Obrador, que evadió prácticamente todas las preguntas, del público, de los moderadores y de sus contrincantes.
Me sorprendió cómo los candidatos “más despiertos”, Anaya y Meade, que bien pudieron mejorar muchas de las respuestas, sobre todo en la primera parte.
Sobre los moderadores, Yuriria Sierra intentó poner en problemas a los candidatos. León Krauze, muy bien.
José Luis Espinosa: Poco hubo de novedoso en esta ocasión, pero algunos destellos fueron el factor diferenciador en este debate. Como ya conocemos el estilo, las habilidades, los defectos y las propuestas de todos, había poco margen para la sorpresa.
Anaya se vio seguro la mayor parte del tiempo. Hizo gala de su habilidad oral, y enfocó sus baterías hacia López Obrador con mucha efectividad. Se mostró ágil en las respuestas y buscó ser empático con los ciudadanos que participaron en el estudio.
Sin embargo, su cierre fue muy estudiado, aprendido de memoria y medianamente teatral. En resumen, se impuso, pero no tan holgadamente como la vez anterior.
El Bronco —pintoresco y audaz— nuevamente introdujo la anécdota colorida solicitando que sus contrincantes se dieran un abrazo; sin embargo todo el tiempo fue ignorado por los demás debatientes, quienes decidieron no gastar su tiempo en él.
Hoy José Antonio Meade llamó la atención; esta vez dejó un mejor sabor de boca. Fue impecable en su exposición y se mostró mucho más suelto, ligero y seguro. En ese sentido, sorprendió, siendo más enfático, más enérgico. Nunca titubeó y su estilo fue de estadista en el conocimiento de los temas.
Propinó contra López Obrador un par de misiles que lo dejaron maltrecho, llamándole irónicamente “gran empresario”, y otro contra Anaya señalándolo fuertemente por hipocresía, a lo cual no tuvo réplica del queretano.
Meade se enfocó más en propuestas y menos en descalificaciones, y en ese sentido fue superior a los demás.
López Obrador fue el blanco de todos los obuses, y trató de esquivar los embates con sus clásicas y ya desgastadas afirmaciones. Se le vio lento, fatigado, poco hábil en responder y muy superficial en su argumentación sobre los temas y cuestionamientos.
Fue notorio que su nivel estuvo muy por debajo con respecto a los demás candidatos.
Antonio Maza Pereda: El ganador fue Anaya, más sólido en sus argumentos, más racional. Atacó con argumentos a AMLO y de algún modo se concentró en él. Sin embargo, dejó pasar el tema de su familia en Atlanta. Si los indecisos tienden a ser más racionales, aumentará su participación en la votación.
Aunque se vio mejor preparado que en el primer debate, menos adusto y enojado, más sonriente, el perdedor fue López Obrador, quien volvió a regresar a los temas de sus spots y ahora agregó el poner apodos a sus contrincantes, señaladamente a Anaya, al que le dijo “canallita” en sus intentos de parecer gracioso. Pero al final, lo que pide es un acto de fe: hay que creerle porque el sabe, porque el ha visto, ha estado en todo el país.
La argumentación lógica no es lo suyo. Fue, sin embargo, más cuidadoso, trató de evitar miedos de los votantes. A los indecisos que votan por coraje contra los gobernantes actuales, podría convencerlos.
Meade es el otro extremo. Apela a sus argumentos lógicos y a sus conocimientos y podría estar convenciendo a votantes lógicos. Sin embargo, el carisma no es lo suyo y, por eso mismo, podría
ser el perdedor, sobre todo si los votantes se deciden por el voto útil.
De fondo, no hay sorpresas. Se han vuelto muy repetitivos. Posiblemente la sorpresa es el formato y, en particular, las preguntas de los ciudadanos, planteadas con lógica y un fuerte sentido de ciudadanía. Muy bien por ellos.