El amor lo suaviza todo, es por eso que nuestros hijos deben sentir nuestro amor, hasta cuando son corregidos.
La palabra educar significa sacar de adentro, es decir, hacer florecer en nuestros hijos los talentos que Dios ya les ha dado y ponerlos al servicio de los demás.
Esto nos dice que debemos educar a nuestros hijos con amor y entrega ya que para lograr sacar a la luz todos los talentos que Dios les dio se requiere de tiempo, es decir, de mucha paciencia y esto solo con amor y entrega de parte de los papás se puede lograr.
El amor todo lo tolera y justifica y la entrega implica sacrificio y pasión, por eso aquí te dejo mis 5 Tips para educar a nuestros hijos con amor y entrega de parte nuestra.
PRIMERO. Ámalos por encima de todo.
Es necesario que nuestros hijos noten nuestro cariño, para ello, es bueno que aprendamos a expresar el cariño de forma adecuada, evidente pero sin apenarlos.
El amor debe ser más grande que nuestro enojo, que el cansancio o que cualquier aspiración propia. Debemos amarlos por encima de todo, a excepción de nuestro cónyuge.
El Amor justifica, perdona, tolera, apoya, impulsa, es paciente y sobre todo cuida y protege; aunque con esto no quiero decir que estemos de acuerdo con todo lo que hacen nuestros hijos.
SEGUNDO. Justifica lo más posible sus actitudes. El amor justifica por lo que es necesario tratar de comprender a nuestros hijos al máximo, es decir, tratemos de ponernos en sus zapatos y mirar el mundo desde su perspectiva, eso hará que tratemos de razonar como ellos lo hacen y nos ayudará a comprender muchas de sus actitudes. Esto sólo desde el amor es posible.
El justificar nos ayuda a que las cosas tengan su justo valor y dimensión, así evitaremos exagerar y castigar sin razón.
TERCERO. Corrige con amor.
El amor también nos hace tratar que nuestros hijos sean cada vez mejores, por eso es necesario corregirlos pero siempre desde el amor.
Ellos pueden notar que les corregimos con coraje o con amor, por eso es necesario estar bien conscientes de esto y hablar con ellos cuando no estemos enojados.
Claro que hay ocasiones que se requiere de un correctivo en el momento por la gravedad de sus acciones, en este caso, en cuanto pase el enojo o el susto, es bueno hablar con ellos para aclarar las cosas y decirles porque tuvimos que actuar de inmediato.
El amor lo suaviza todo, es por eso que nuestros hijos deben sentir nuestro amor, hasta cuando son corregidos.
CUARTO. Busca tiempo para ellos, no importa que tengas que sacrificar un poco del tuyo.
Además del amor es necesaria una entrega genuina de nosotros papás, a nuestros hijos. Esta entrega implica renuncia, donación, sacrificio y entrega total.
Y me refiero a que deben cambiar nuestras prioridades. A partir de que formamos una familia se da este cambio, pero al llegar los hijos, es necesario que hagamos un cambio total en nuestro estilo de vida.
Será un tiempo en el que lo principal serán nuestros hijos y su educación, así que tendremos que dejar aspiraciones personales, gustos, vacaciones, sueños; también debemos estar dispuestos a comer poco y frío, dormir mal o no dormir, cargar muchos aditamentos para que nuestros hijos estén bien.
Esta entrega implica una entrega total de nuestro corazón y también de nuestras oraciones y vida espiritual en favor de nuestros hijos.
Y QUINTO. Conoce a tus hijos para que puedas ayudarles a desarrollarse mejor.
Todo esto debe estar basado en un conocimiento claro de cada uno de nuestros hijos.
Y me refiero a lo físico y también a lo espiritual. Debemos saber cuáles son sus deseos y sueños; sus defectos y debilidades; sus capacidades a desarrollar, sus dones o talentos predominantes y hasta debemos saber en la parte espiritual, qué necesidades tienen y también qué tipo de espiritualidad necesitan para su desarrollo integral.
Claro que estamos hablando que todo esto debe estar sentado en solidas bases católicas, de valores trascendentes que les sirvan de pilares para en ellos cimentar su vida.
De nosotros depende el nivel de entrega y amor que estemos dispuestos a darles a nuestros hijos. Y como dice Jesús, la medida es Él; hay que amar como Él nos ha amado, al grado de la donación y entrega total y absoluta de su vida por nosotros.
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