Para sanar las heridas del corazón y del alma, debemos llegar al fondo para sanar el origen y después que llegue la calma y la paz a nuestro corazón.
A propósito del triunfo del Cruz Azul en el futbol mexicano después de 23 años y de ver todo lo que sucedió con los aficionados que salieron a celebrar a pesar de las condiciones que tenemos por la pandemia, me he dado cuenta de que tenemos heridas en nuestro corazón que nos marcan para toda la vida y que se pueden llegar a transmitir a nuestros hijos generándoles también a ellos heridas, es decir, marcas difíciles de quitar.
Podría decirse que esa herida en muchas ocasiones se convierte en un estigma que etiqueta y limita el desarrollo integral de nuestros hijos.
Lo más grave es que su efecto pesa en ellos sin que nuestros hijos puedan comprenderlo y muy seguido pasa que aunque hagan esfuerzos para salir adelante y tener resultados positivos, no lo logran porque nuestra actitud e influencia en ellos les resulta un freno o lastre que es muy difícil de superar.
¿Qué podemos hacer para evitarlo? Aquí te dejo mis 5Tips para lograr sanar las heridas de nuestro corazón.
PRIMERO. Reconoce que tienes una herida.
Dice un santo que lo que no se acepta, no se redime, esto quiere decir que si no lo podemos reconocer, no lo podemos sanar.
Es muy común que lo negamos porque nos sentimos agredidos, porque nos genera recuerdos negativos o porque volvemos a vivir el evento doloroso y preferimos evadirlo, pero es muy necesario enfrentarlo para poder trabajar en sanar.
Siempre es más fácil que los demás vean con objetividad lo que nos pasa, ya que nosotros tendemos a justificarnos, por eso debemos estar atentos a lo que nuestros seres queridos opinan de nosotros.
Debemos escucharlos para darnos cuenta si estamos teniendo alguna conducta que manifieste una herida en nuestro corazón y que esté condicionando nuestro comportamiento.
Una práctica muy buena es que, de vez en cuando, les preguntemos cómo nos ven.
Recuerda que nuestras actitudes y acciones educan a nuestros hijos, así que si reconocemos nuestras heridas y debilidades, les estamos educando a ellos y aprenderán a hacerlo de forma cotidiana, lo que hará que ellos lo vean como lo más normal.
SEGUNDO. Recuerda qué fue lo que la causó.
Debemos armarnos de valor y paciencia para revivir el evento que nos lastimó, pero ahora con ojos analíticos, para ubicar qué fue lo que nos lastimó y así poder trabajar para sanar nuestra herida.
De ser necesario, podemos anotar los hechos para ser muy objetivos y quitar los sentimientos generados por el tiempo.
La idea es rascarle y llegar al fondo, al origen de nuestro dolor, por eso es necesario armarnos de valor y estar dispuestos a revivir los hechos y quizá sentir otra vez lo que nos lastimó.
Esto puede que no sea tan fácil, pues requiere de fuerza de voluntad y de tiempo para ir poco a poco profundizando en nuestro interior.
Es muy bueno que hagamos este proceso y pongamos nuestras conclusiones por escrito para que trabajemos en ellas y vayamos sanando cada una de las situaciones que se han desprendido de tener esa herida durante tanto tiempo.
Podemos poner el ejemplo de una herida física, cuando nos cortamos una mano de momento nos duele mucho y ponemos todo nuestro empeño en parar el sangrado sin importar si quedó bien limpia la herida.
Después de un tiempo nos damos cuenta que la herida no cerró bien, pues se ha infectado y nos causa mucho dolor. Al mínimo roce nos genera ardor y si no le hacemos caso, después de un tiempo se abre otra vez y sangra ahora con una fuerte infección.
La solución es limpiar la herida profundamente. Esto causa mucho dolor y puede tardar mucho porque hay que limpiar de afuera hacia adentro, hay que ir limpiando poco a poco hasta llegar al fondo.
Limpiar lo más profundo de la herida puede generar hasta necesidad de gritar y llanto, pero después de esto llegará la calma y la herida cerrará efectivamente. Y poco a poco dejaremos de sentir dolor.
Lo mismo pasa con las heridas del corazón, del alma, debemos llegar al fondo para sanar el origen y después que llegue la calma y la paz a nuestro corazón.
TERCERO. Perdona a quien te hirió.
Una vez realizado este proceso y habiendo descubierto el origen de nuestra herida, debemos perdonar a quien nos lastimó, de otra forma la herida se volverá a infectar con el rencor, el resentimiento y no cerrará correctamente.
El perdón es la mejor medicina para sanar las heridas del corazón. Primero hay que perdonarnos a nosotros mismos por dejar que pasara tanto tiempo y la herida se hiciera tan profunda y después es necesario perdonar a todos los implicados.
Esto no es fácil pero debemos hacer un gran esfuerzo y ser constantes para no dejar que los sentimientos negativos vuelvan y echen para atrás todo el proceso que con tanto trabajo hemos realizado.
CUARTO. Recuerda que es un proceso.
Efectivamente, esto es un proceso y por lo mismo no podemos realizarlo de una vez y para siempre, debemos trabajar poco a poco, ir abriendo el corazón y dejando que afloren los sentimientos para ir sanando de afuera hacia adentro todo lo que nos duele.
Comenzamos por lo más superficial que pueden ser algunas actitudes de las personas que nos rodean y que detonan reacciones fuera de proporciones en nosotros, pues nos recuerdan los hechos que nos lastiman.
Seguimos con los sentimientos intermedios que son el resentimiento, el rencor, las ganas de tomar revancha, de hacer justicia por propia mano, etc. Estos sentimientos hacen que nuestra herida se haga grande, se inflame y duela más, es por eso que debemos trabajar por quitarlos y así podremos avanzar en el trabajo de sanación de nuestra herida.
Conforme vayamos profundizando más en nuestro interior, encontraremos no solo efectos sino motivos de nuestra herida y podremos ponerle solución o corregirlos.
Y aun cuando lleguemos al fondo, al origen de nuestra herida, es necesario entrar en un proceso de perdón profundo y de reparación interior. Esto lo logramos si aprendemos a ofrecer todo lo que sentiremos, lo que nos pasa, lo que nos duele y lastima para que Dios lo tome en cuenta y lo una a su pasión y lo haga un dolor coredentor, así daremos una dimensión trascendente a todo lo que hemos vivido y servirá no solo para nuestra salvación, sino para salvación de los que Dios nos ha puesto en el camino, los que son más próximos y que dependen de nosotros.
Todo proceso lleva su tiempo y cada uno es muy distinto por lo que no podemos decir que en 100 días estaremos recuperados, es importante dejar que el proceso dure el tiempo que sea necesario. Mientras más detallado sea este proceso, mejor resultado tendremos.
Y QUINTO. Necesitamos de la gracia de Dios.
Como podemos darnos cuenta todo esto es algo que se sale de nuestras manos, por lo que es importante tener en cuenta a Dios en nuestra ecuación.
Dios tiene un lugar preponderante, pues sin su gracia no podemos perdonarnos ni perdonar a los demás. Sin su gracia es muy difícil que podamos buscar en nuestro interior y llegar a lo profundo para detectar la herida original.
Por eso es importante que acompañemos todo esto de una profunda oración, de un acercamiento real a Dios y que le dejemos transformar nuestra vida.
Es necesario que Dios intervenga para que seamos dóciles y nos regale fortaleza para pasar este proceso de su mano.
Cuando las cosas se salen de nuestro control, sabemos que debemos dejar todo en manos de Dios. Hacer todo lo que esté en nosotros para sanar nuestro corazón y abrirnos a la gracia para que Dios restaure nuestro corazón porque Él todo lo puede.
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